miércoles, 30 de noviembre de 2016

Lecturas del día, miércoles, 30 de noviembre. Poema "Poema sin nombre (XXXVI)" de Dulce María Loynaz. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10,9-18):

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en Él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en Él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de Él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!» Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,2-3.4-5

R/.
A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,18-22):

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Palabra del Señor
 
Poema:
Poema sin nombre (XXXVI) de Dulce María Loynaz 

He de amoldarme a ti como el río a su cauce,
como el mar a su playa, como la espada a su vaina.
He de correr en ti,

he de cantar en ti,
he de guardarme en ti ya para siempre.
Fuera de ti ha de sobrarme el mundo

como le sobra al río el aire, al mar la tierra,
a la espada la mesa del convite.
Dentro de ti no ha de faltarme

blandura de limo para mi corriente,
perfil de viento para mis olas,
ceñidura y reposo para mi acero.
Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada.
Todo lo que eres tú está en su puesto;

todo lo que no seas tú me ha de ser vano.
En ti quepo, estoy hecha a tu medida;

pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco...
Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto. 


http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poema-xxxvi--0/audio/

Breve comentario

«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Que Jesús fue un gran pescador de hombres, no cabe la menor duda, pero ¿cómo puede hacer de unos vulgares pescadores, cómo puede hacer de cada uno de nosotros, pescadores de hombres? El secreto está en los verbos que Jesús utiliza: venir y seguir. ¿Qué significan en este contexto?: hacerse como Jesús, identificarse con Él, dejarse hacer por Él.

Quizá el mejor modo de describir estos procesos tan inefables sea comparándolos con el amor humano, pues al fin y al cabo se trata de una experiencia de amor. Andrés, Pedro, Santiago o Juan no obedecen a Jesús como por un mandato militar, por una cuestión de disciplina, pues Jesús era un completo extraño que no poseía la menor autoridad sobre ellos. Esta ciega y automática obediencia debe proceder de otro lugar. No podemos imaginar lo que debió de ser la llamada directa de Jesús para los elegidos, su mirada, su voz, su actitud corporal, su presencia dirigiéndose hacia ellos. La fascinación, la atracción, la fuerza de la misma no debe tener precedentes. Los hombres, y más si son hombres endurecidos por la vida, por la certeza de que nadie da nada de forma gratuita, no son fáciles de "pescar". Lo normal en estos casos es desconfiar, mantener la distancia, mostrar escepticismo o incluso desprecio. Sin embargo, a su llamada, de inmediato, lo dejan todo para seguirle. Y lo que sorprende es que esa capacidad de convicción que arrastra voluntades, el Señor la hace extensible a aquellos que le siguen. Jesús era Dios, pero ¿esos humildes pescadores de Galilea, los cristianos de todas las épocas, los de hoy, qué fuerza poseen?

Cuando un alma se deja coger por Dios adquiere de algún modo su espíritu, en cuanto que encarna a Cristo con su vida, su ejemplo y su actitud. Cuando ello ocurre, el cristiano se convierte en perfecto instrumento de la acción de Dios. Sin temor a exagerar puede decirse que Dios opera por medio de él. Cuando se entrega la voluntad y el juicio propios a Dios, el alma no queda vacía o alienada de sí. Al contrario, la naturaleza humana es elevada a su máxima plenitud; en este sentido su poder para influir en otros asimismo se multiplica. No hay nada misterioso en esta luz que desprende el alma que se deja hacer por Dios. Así, los poetas (algunos, santos también) que han llegado a vivir experiencias semejantes, pueden describirlo con gran belleza como una vivencia profunda de amor. Y como muestra un botón en el bellísimo poema de Loynaz, donde la poetisa ama a Dios con la entrega de una mujer enamorada, o bien Dios se deja amar como el amante de su amada.

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