lunes, 21 de noviembre de 2016

Lecturas del día, lunes, 21 de noviembre. Poema "La vieja que echa su limosna" de Ignacio de Luzán. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (14,1-3.4b-5):

Yo, Juan, miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre. Oí también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus cítaras. Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya. Estos fueron rescatados como primicias de los hombres para Dios y el Cordero. En su boca no se halló mentira: son intachables.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/.
Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: «En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor
 
Poema:
La vieja que echa su limosna de Ignacio de Luzán
 
La vieja que al oro i plata
sus dos monedas añade,
ésta como liberal
más que los demás se aplaude,
porque los demás sus dones
por vana gloria reparten;
ésta poco da, pero es
sólo Dios a quien lo trae. 
 
Breve comentario
 
Decía santa Teresa de Calcuta que hay que amar hasta que duela. ¡Qué pocos son capaces de semejante entrega! Da miedo darse de ese modo. A mí también me lo da. La viuda ofrece todo lo que tiene. Cuando se ama siempre es así: una entrega total. Cuando menos fe tenemos, más nos dedicamos a pesadas planificaciones, a cavilaciones en las que sopesamos los riesgos, los costes, las consecuencias. Esta actitud tiene su lógica en un mundo que exige ser precavidos, pues de equivocarte nadie vendrá en tu auxilio, por lo general. Es necesario en tales casos definir unos objetivos claros y los instrumentos adecuados con los que realizarlos para que el resultado de nuestra apuesta sea exitoso.

Pero cuando lo que se requiere no es tanto rendir un fruto, sino darse porque se ama, lo mejor es hacerlo sin echar cálculos. No sabemos cómo comió ese día y los siguientes la viuda, pero el premio de su entrega saciará todas sus necesidades. Ella entendió con toda claridad que no era salir de la pobreza material lo que debía pedir al Señor, sino que el Señor se hiciera presente en su corazón todos los días de su vida. Y cuidaba a su amor como podía, dándose por entera: limosna, oración, cuidado del templo... Sabe que ese será su mejor alimento, el que sacie toda su hambre. Porque cuando se sabe dar, también se sabe recibir, disfrutar con una dicha desconocida hasta del don más pequeño y cotidiano, pues ya todo es vivido como una gracia de Dios, como un regalo. 

Se acaba el año litúrgico esta semana. El domingo que viene ya será el primero del Adviento, el tiempo de preparación de la Navidad. Que nos vayamos acercando a este final con la actitud de la viuda pobre para ir recibiendo al Señor de forma adecuada, Él que también llegó a nosotros del modo más humilde.

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