"Jesús le dijo: '¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto'."
(Jn 20,29)
Dicen que has resucitado.
Quiero creerlo...
No me asustan lo que piensen
los sabios filósofos de Grecia o del idealismo
alemán, ni los del Sanedrín
de la moderna ciencia.
Tampoco los historicistas de la lucha de clases,
ni la liberal bonhomía de los liberales
y relativistas.
Dicen que has resucitado,
y que el brutal sacrificio de tu vida
no fue en vano.
Dicen que en la Eucaristía
te sigues dando en cuerpo y alma,
algo que yo nunca comprendí:
¿cómo puedes darte, transformado
en pan y en vino? No sé...; sólo supe
que en aquella maravillosa y trágica noche,
cené contigo.
Sin embargo, no me asusta el misterio
de tu vida. No necesito comprender
para creer. ...Pero es tan difícil esta vida
sin ti, sin verte, sin escucharte...
En este mundo me siento como un niño
sin padres, perdido en medio de una multitud
indiferente u hostil, golpeado
por mis miedos y los afanes ajenos.
Puedo asumir
que la cruz es el camino de toda salvación,
pero si sigo clavado en ella,
¿es consuelo suficiente creer
que has vencido a la muerte?
Si vivo muriendo, ¿qué consuelo es la espera
de lo que aún no existe?;
¿qué vida es ésta en la muerte?
Peco, y me perdonas; me perdonas,
y peco. ¿Qué sentido tiene
esta cruz que vuelve y vuelve sobre tu perdón?
Necesito verte, tocarte, acariciarte,
besar tu piel, palpar tus heridas,
respirar tu aliento. No quiero
ser dichoso por creer sin haber visto:
amar es mejor que creer.
Y si no estoy preparado para verte,
que tu luz me ciegue,
ciego de ti.
29-4-2019
Doiraje.