domingo, 31 de julio de 2016

Lecturas del día, domingo, 31 de julio. Poema "Me basta Dios" de Victorino Osende

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiastés (1,2;2,21-23):

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 89

R/.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-5.9-11):

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Me basta Dios de Victorino Osende
 
Me basta Dios: solo este pensamiento
de tal manera el corazón me llena,
que toda dicha a su dulzura ajena,
es causa para mí de más tormento.

En la infinita plenitud que siento
ni el bien me halaga, ni el dolor me apena;
pues nada ya el espíritu encadena
que en sólo Dios ha puesto su contento.

Todo lo estima como inmundo lodo
el alma que de Dios está tocada,
porque en su amor inmenso transformada

sólo vive de amor; y de este modo,
en Dios y para Dios, lo quiere todo,
sin Dios y para sí, no quiere nada.

sábado, 30 de julio de 2016

Lecturas del día, sábado, 30 de julio. Poema "Coronas" de Cristina de Arteaga.

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jeremías (26,11-16.24):

En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al pueblo: «Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos.»
Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo: «El Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído. Pero, ahora, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor, vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros. Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor os parezca. Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes. Porque ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras.»
Los príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas: «Este hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios.»
Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo entregaran al pueblo para matarlo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 68

R/.
Escúchame, Señor, el día de tu favor

Arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí. R/.

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,1-12):

En aquel tiempo oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús, y dijo a sus ayudantes: «Ese es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los Poderes actúan en él.»
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista.»
El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.

Palabra del Señor
 
Poema:
Coronas de Cristina de Arteaga
 
¿Para qué los timbres de sangre y nobleza? 
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des corona, Señor, de grandeza!
.
¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!
.
No pido el laurel que nimba al talento
ni las voluptuosas
guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!
.
Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las almas que Tú predestinas.
Sólo Tú la tienes.
¡Si me das corona, dámela de espinas!

viernes, 29 de julio de 2016

Lecturas del día, viernes, 29 de julio, santa Marta. Poema "Amaneceres" de Juan Ramón Jiménez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16):

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33

R/.
Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (11,19-27):

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Amaneceres de Juan Ramón Jiménez 

Brisas primaverales
embriagan mi estancia                                
de una áspera fragancia
de hojas verdes, con agua, de rosales.

Aún no da el sol en el papel, escrito
con mano firme y pura,
mientras el noble corazón contrito
trocaba, blando, su amargura
en dulzura...

¡Qué paz y qué ventura!
Amanece, riendo, en lo infinito.

La fronda, ya despierta
y plena de la tropa cristalina
que engarza el alba en su gorjear bendito,
dora su claridad, que aún sueña, oscura;
¡viva esperanza cierta
en que la duda, fúnebre, perdura,
se va a colgar de una expresión divina!...

Canta la codorniz, fresca, allá abajo...
Viene un gorrión a la ventana abierta...
Pienso en Dios...
                          Y trabajo.

Breve comentario

Jesús es toda nuestra fuerza. Si resucitamos cada día a pesar de tantas cosas es por el amor con que Dios nos ama, nos sostiene. Se puede vivir sin Dios, pero es una vida muerta, fallecida a la verdad. La vida no significa no estar muerto, sino sentirse parte de una armonía de amor que nos dió el ser. Quien vive porque la biología certifica que no está muerto, o que se sostiene en la fuerza de su ego (sus proyectos, vanidades, deseos, ilusiones...), vivirá sin saber de su muerte esencial.

Dios nos resucita ya, cada día, de forma silente y humilde, como su paso en su vida encarnada de hombre. No es algo sólo de las postrimerías: Él literalmente nos sostiene. Somos en Él, alentamos en Él, respiramos en Él. "¿Crees esto?"

jueves, 28 de julio de 2016

Lecturas del día, jueves, 28 de julio. Poema "A cierta edad" de Czeslaw Milosz. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (18,1-6):

Palabra del Señor que recibió Jeremías: «Levántate y baja al taller del alfarero, y allí te comunicaré mi palabra.»
Bajé al taller del alfarero, que estaba trabajando en el torno. A veces, le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo, y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero.
Entonces me vino la palabra del Señor: «¿Y no podré yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este alfarero? –oráculo del Señor–. Mirad: como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 145

R/.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista. R/.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes. R/.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor
 
Poema:
A cierta edad de Czeslaw Milosz
  
Buscábamos confesar nuestros pecados, pero no había a quién.
Nubes blancas se negaron a aceptarlos, y el viento
Estaba muy ocupado visitando un mar tras otro.
No tuvimos éxito en interesar a los animales.
Los perros, decepcionados, esperaban una orden.
El gato, como siempre inmoral, se fue quedando dormido.
Una persona aparentemente muy cercana
No estaba dispuesta a oír sobre cosas pasadas.
Conversaciones con amigos entre vodka o café
No deberían prolongarse más allá de la primera señal de aburrimiento.
Sería humillante pagar por hora
A un hombre diplomado, sólo por escucharnos.

Iglesias. Tal vez, iglesias. ¿Pero para confesar qué?
Que solíamos vernos hermosos y nobles,
Pero más tarde, en nuestro lugar, un feo sapo
Entreabre su grueso párpado
Y uno ve claramente: “Esto soy yo”.
 
Breve comentario
 
El mundo puede parecer que contiene muchos matices, ambigüedades, interpretaciones, tonalidades, intensidades, y es cierto; pero todas pueden referenciarse a la libertad humana con respecto a Dios. Aunque el hombre se vea sujeto a mil influencias pasadas o presentes; aunque sus decisiones se vean constreñidas en no pequeña medida por sus capacidades, experiencias y heridas; aunque quepa considerar mil factores para calificar moralmente sus actos con justicia y verdadera comprensión, lo cierto es que todo ello cobra una palmaria sencillez a la luz de la voluntad de Dios, sobre todo cuando la persona, con recta conciencia y formación, pretende cumplirla. Y es que ante el bien y ante el mal todo se define perfectamente. Y optamos. Esta elección es tan clara como nuestra libertad; y tan clara como la Palabra de Dios en esta parábola sobre el Reino de los cielos. Pues incluso sin habernos creído nunca hermosos y nobles, lo cierto es que todos conocemos el feo sapo que somos.

martes, 26 de julio de 2016

Lecturas del día, martes, 26 de julio. Poema "Mala lluvia" de Ramón de Garciasol

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Jeremías 14, 17-22


Mis ojos se deshacen en lágrimas, de día y de noche no cesan: por la terrible desgracia que padece la doncella, hija de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
¿Tienen los gentiles ídolos de la lluvia? ¿Dan los cielos de por sí los aguaceros?
¿No eres tú, Señor, Dios nuestro; tú, que eres nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo? 

Palabra de Dios.

Salmo 78, 8. 9. 11 y 13
 
R. Por el honor de tu nombre líbranos, Señor.

No recuerdes contra nosotros las culpas
de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R.

Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.
Nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
contaremos tus alabanzas de generación en generación. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 36-43


En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
-«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.

Poema:
Mala lluvia de Ramón de Garciasol
 
¡Si lloviese sobre alegría!
Pero llueve sobre mojado,
sobre el corazón entelerido,
sobre tiempo de melancolía
-el amor en el suelo derribado-,
sobre el entusiasmo escarnecido.
 
Si lloviese sobre la cara
juvenil, y sobre los ojos
llenos de risa, sobre el paso
caminero, y no se alocara
la corriente con muertos, los rastrojos
con pedrisco, los vientres con fracaso.
 
Si lloviese como Dios manda,
para la tierra y las cosechas,
para el viñedo y el olivo,
no para el cauce que se desmanda,
no para enrobinar las flechas,
no para emborronar lo que escribo.
 
Llueve, Señor, y llévatelo todo
lo que no tenga cepellón eterno,
lo que no cante amor en las raíces.
Llueve, Señor, y llueve más, a modo,
respeta solamente lo materno,
lo que tiene futuro en las matrices.

Bórrame si soy llanto, si soy humo,
hasta dejarme a flor de sol el hueso,
arrástrame este fango de la queja,
pisa mi pulpa extrema para zumo,
estrújame la sangre para beso,
rotúrame la entraña con tu reja.

domingo, 24 de julio de 2016

Lecturas del día, domingo, 24 de julio. Poema "A un río le llamaban Carlos" de Dámaso Alonso. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (18,20-32):

En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.»
Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?»
El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.»
Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?»
Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.»
Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.»
Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.»
Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?»
Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.»
Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»
Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.»
Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?»
Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8

R/.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre,
por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (2,12-14):

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-13):

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

Palabra del Señor

Poema:
A un río le llamaban Carlos de Dámaso Alonso
                                         
                    (Charles River, Cambridge, Massachusetts)  
                               
Yo me senté en la orilla:
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman [Carlos).

Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.


Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(género, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante;
cuál de tus mil reflejos, tu reflejo absoluto;
yo quería indagar el último recinto de tu vida:
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.


Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados,
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para [pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.


Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote,
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye [un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca,
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de los [quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.


Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la [tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.


Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el [misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.


Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un río [indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.


                                      Dunster House, febrero de 1954.

Breve comentario

El Dios cristiano es un Dios que quiere comunicarse con nosotros y que nosotros le hablemos. No es cuestión de que Él ande aburrido o en soledad: quiere salvarnos, y para ello tenemos que salir a su encuentro. Si nos dirigimos hacia Él, Él siempre se dejará encontrar; es más, saldrá a nuestro encuentro a su vez. Para orar, pues, se requiere de una circunstancia elemental: querer comunicarse, querer hablar, querer entrar en contacto. Los seres humanos, incluso los más solitarios y misántropos, somos ante todo seres sociales, que necesitamos el encuentro con los demás. Y ello desde el primer momento y por razones fundamentales: para constituirnos como personas, para saber quiénes somos y lo que queremos, en definitiva, para poder vivir. Un persona sumida en la más absoluta soledad acabará despeñándose por el abismo de la locura y de la muerte.

En la comunicación con Dios rige este elemento también: sentir una necesidad de comunicación con Él. Y lo podemos hacer por mil razones: para pedirle, para agradecerle, para amarle, para preguntarle, para sentirle cerca, para buscarle, para lamentarse, para compartir... La oración es, pues, un hablar con Dios. Y se puede hacer de varias formas, con palabras o sin ellas (un estar en silencio con Él es uno de los más profundos modos de encuentro con el Señor); con palabras escritas por otros o por las que emitimos en el momento, en función de lo que estamos viviendo. Hoy el Señor nos indica con la enseñanza del Padrenuestro dos cosas fundamentales para hablar con Él: primero, sencillez. Sobran todo tipo de poses, erudiciones, circunloquios. Y lo segundo, verdad. Hablemos de lo que nos afecta en lo más profundo, sin máscaras, sin mentiras, pues la falsedad impide la comunicación, y de la fuente de la Verdad no podemos esperar que nos escuche en el engaño. Con Dios no vale la cháchara. En el diálogo con Dios se revela de forma desnuda la función principal a la cual rinde servicio la palabra: a la verdad.

Si cumplimos estos dos requisitos, sencillez y verdad, tras el previo elemental de necesitar comunicarnos, nadie dude que el Señor nos escuchará, y lo hará con absoluta atención. Esto no quiere decir que los resultados de esa oración sean los esperados. Como nos dijo el Señor, no sabemos pedir. Muchas veces creemos que lo que pedimos es lo que nos conviene, y no es así en absoluto; otras veces, porque aunque lo que pedimos es concedible, sin embargo, lo esperamos por un camino que no es el adecuado a nuestra salud espiritual. También solemos ser impacientes, pues queremos ver signos de esa escucha atenta en los plazos marcados por nuestras urgencias. En todos estos casos, y en muchos otros, Dios no va a responder como queremos o esperamos. Con Dios no se juega.

La oración es un camino de maduración espiritual, un camino iniciático, por así decir, en el que vamos configurándonos poco a poco, y de modo muy penoso las más de las veces dadas las resistencias que oponemos, a la voluntad de Dios en nuestras vidas. Anteponer a nuestra voluntad la voluntad de Dios, salvo milagro, aparición o conversión fulminante, suele ser un largo camino de aprendizaje en la oración. Así, no debemos no sólo orar, orar frecuentemente (todos los días), sino desarrollar una actitud orante, una suerte de disposición o hábito de estar en comunicación con el Señor; sería como tener la conciencia clara de nuestra constante necesidad de Dios en nuestras vidas, en los actos más cotidianos y banales: un ponerse siempre a su disposición como hábito. De tal suerte lograremos estar con toda fluidez y naturalidad en perpetua actitud de escucha, abiertos a la presencia del Señor. Entonces, en tal actitud orante, iremos notando cómo nos acompaña del modo más sencillo en cada cosa que vivamos.

Si logramos alcanzar esa sencilla y anónima perfección espiritual (tarea que nos llevará toda nuestra vida), seremos el fundamento de la misericordia divina para este mundo en el que Sodoma y Gomorra ya son un juego de niños. Que así sea.

sábado, 23 de julio de 2016

Lecturas del día, sábado, 23 de julio. Poema "A Cristo" de Concha Zardoya. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (7,1-11):

Palabra del Señor que recibió Jeremías: «Ponte a la puerta del templo, y grita allí esta palabra: "¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor! Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: 'Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor.' Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo, si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre. Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada. ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, que lleva mi nombre, y os decís: 'Estamos salvos', para seguir cometiendo esas abominaciones? ¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo que lleva mi nombre? Atención, que yo lo he visto."» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 83,3.4.5-6a.8a.11

R/.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor, mi corazón
y mi carne retozan por el Dios vivo.R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
y la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte.R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa, y prefiero
el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-30):

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.»

Palabra del Señor
 
Poema:
A Cristo de Concha Zardoya 
 
Yo no puedo cantarte aquellas loas
que los santos, llorando, te dijeran:
soy un barro llagado en la garganta, 
desdichado amasijo de mudeces.
 
Soy un trébol amargo, en la ceniza
que el llanto deja, suave, cuando rueda;
polvorienta campana enmudecida,
un desolado golpe sobre el limo.
 
Sin arcángel, mi boca se ha secado,
y es un pozo de hormigas y de abejas
que se mueren soñando inmóvilmente
con el agua letal de los esteros.
 
Una niebla es la voz que de mí crece,
arrodillada y triste sobre el humus
esencial de mis pálidas entrañas
que perdieron tu luz en su ceguera.
 
Y mi aliento no sube a tu costado
alanceado y frío en el madero,
pues baja únicamente hacia la sombra,
poblando con su soplo mis fronteras.
 
Yo quisiera decirte que te amo,
a pesar de mis huesos que no creen,
arterias rotas, peces derribados
en arena mortal desventurada.
 
Que te amo en el naufragio interminable
de objeciones y sueños y tristezas,
en papeles difuntos que me cercan,
en los gritos del hombre que asesinan.
 
Que te amo por humilde y porque fuiste
injuriado con piedras y palabras;
por el ojo mordido, el labio exangüe,
por tu humano dolor en carne abierta.
 
Yo quisiera decirte que no olvido
tu martirio sin fruto por el mundo,
y que lloro el derrumbe de tu cuerpo
por el ansia divina de salvarnos.
 
¡Soy un barro llagado en la garganta,
una boca sin voz para cantarte!
 
Breve comentario

El miércoles pasado tratamos sobre la parábola de la semilla y los diferentes terrenos; la de hoy se halla relacionada, si la interpretamos en el mismo sentido que aquélla. Ahora lo que cambia es la semilla y no el terreno; pero se puede entender con facilidad si sabemos ver que el campo, como los terrenos diversos de la anterior parábola, somos nosotros mismos.
 
Como el campo sujeto a siembra, cada persona está sujeto en su vida a mil influencias, a mil semillas que condicionarán en gran medida lo que pueda ser su biografía en un futuro. Condicionar no significa determinar, fijar; pero sí denota una fuerte influencia. Si las semillas que una persona recibe en su vida son malas, por muy bueno que sea el terreno que le constituye, su bagaje innato, su producción se verá menoscabada en cantidad y calidad. Y lo contrario también es cierto; personas no muy bien dotadas por la naturaleza, si reciben cuidados adecuados y constantes, logran dar lo mejor de sí mismos. Así que sin caer en tentaciones freudianas de decir que somos lo que nos hicieron (o dejaron de hacer y que debían haber hecho), lo cierto es que agua pasada sí que mueve molino: mueve precisamente porque pasó.

Todos nosotros estamos constituidos por una difícil e inextricable mixtura o madeja  de semillas. Unas son buenas, otras no tanto; algunas excelentes, y algunas pésimas. La proporción varía en tal grado que no hay una sola persona/terreno con el mismo bagaje de semillas, incluso aunque sus sembradores hayan sido los mismos. Con todo ello se conforma nuestra identidad y debemos rendir el fruto que se espera de nosotros. Digamos que los campesinos humanos no siempre son buenos campesinos; en no pocas ocasiones mezclan sin querer o sin saber (y los hay -algo nada infrecuente- con plena consciencia) todo tipo de semillas, pues ellos mismos padecen en sí esta mezcla que los confunde y a la vez les constituye. 

¿Qué hace Dios con esta convivencia y transmisión del bien y del mal y de lo mediocre?: Esperar. ¿Y a qué espera? A que la libertad humana haga su labor (recuerden, estar condicionado no es estar determinado); a que el hombre sepa distinguir las buenas plantas que le crecen en el alma de las malas o de las que no valen nada. Y en función de esa labor estrictamente personal, de ejercicio de la libertad y el poder de discriminación individual, el Señor acometerá la purificación final de aquellas malas plantas que hayan sobrevivido a la depuración realizada por el hombre en su vida y con las que no se puede entrar en el Reino de los cielos.

Y como ejemplo, el "caso Zardoya", que es el del hombre contemporáneo. Quiere creer, y siente que no puede. Sabe que Jesús es el ejemplo de amor más perfecto, y se queda seca, sin palabras, muda, ante tanta belleza de la que apenas puede disfrutar. De nuevo surge el tema del otro día: ante el amor de Dios nos quedamos sin palabras, confusos ante una evidencia de amor que nos rompe todos los esquemas. Y en esta esencial impotencia y contradicción (¡qué bellamente lo expresa Concha!: "Que te amo en el naufragio interminable/de objeciones y sueños y tristezas"), también nos movemos y existimos, la de nuestras ambivalencias, la de nuestras mediocridades, la de los eternos grises que son fruto de la blancura del bien y la negrura del pecado. Esta es nuestra lucha. No nos engañemos: esta es la más esencial, mucho más importante incluso que la lucha por la propia subsistencia material. Dios nos espera... Y no quiere condenar a nadie. Si mostramos y ejercemos la voluntad de crecer, Él completará nuestros trabajos de purificación para que podamos entrar limpios a disfrutar de su gloria.

viernes, 22 de julio de 2016

Lecturas del día, viernes, 22 de julio, santa María Magdalena. Poema "Ya a los pies de Jesús" de Carmen Conde. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Cantar de los Cantares (3,1-4a):

Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: "¿Visteis al amor de mi alma?" Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 62,2.3-4.5-6.8-9

R/.
Mi alma está sedienta de ti, mi Dios

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Ya a los pies de Jesús de Carmen Conde

Este pozo florece sobre el brocal su agua.
Y este ungüento es ya noble porque toca tu planta.
Déjame que te beba, dale Tú a mi alma
esa agua que surte de tu hermosa garganta.

El olor de mi cuenco poblado de tu aroma
es memoria de Ti, cuya presencia invoca
el nardo que te pide, que de tu piel se toma
la dulce suavidad que unge lo que toca.

Agua y perfume tuyos, ¡oh Señor del camino!
Pastor y gran labriego del corazón cansino,
al verte y al tocarte, yo toda me ilumino


de la aurora redonda de tu verbo divino.
Soy fragante mujer, y peco por amor...
¡Tú lo sabes y hablas conmigo, Tú, Señor!


Breve comentario

María Magdalena es ante todo una mujer enamorada, apasionadamente enamorada. Y como tal se comporta. Lo peculiar es que su amado no era un hombre cualquiera, sino el mismo Jesús. Y lo amaba porque el Señor la llevó a su plenitud, la liberó de sus esclavitudes, la hizo la mujer que siempre quiso ser, incluso cuando ni ella misma sabía adónde se dirigía su vida. 

De María Magdalena se han dicho todo tipo de cosas. En general, se comparte la idea (que también la poeta Carmen Conde hace suya) de que fue una mujer especialmente entregada a los placeres sensuales. Es posible. Dios ha venido a curar a los enfermos y a salvarlos de sí mismos para que puedan gozar con Él del Reino. La prostitución o la lujuria no es más que uno de tantos pecados a los que se inclina la criatura humana. Cuando ella ama al Señor con ese apasionado amor, con esa indudable sensualidad, no lo hace como la mujer impura que era antes de su conversión por el contacto con el Maestro. Su corazón es limpio y puro. La sensualidad trascendida de sí misma, de sus límites en lo puramente sensitivo, no sólo no es algo pecaminoso, sino que es una gracia bellísima que Dios concede para perfección del alma y contemplación del Señor. María Magdalena amaba como era: tocando, acariciando, besando, abrazando, bebiendo, oliendo, oyendo (lo reconoce por la voz; mejor dicho, por el timbre y el tono de su voz). Sí, siempre fue una mujer pasional y apasionada, de una sensualidad desarrollada y tal vez extraordinaria. Pero su corazón ya está limpio por el amor del Señor hacia ella. Es cierto que, con ese ímpetu femenino de la amante por su amado, "arrolla", podría decirse, al Señor, y le debe señalar con enorme cariño aquella famosa frase: "Noli me tangere", suéltame.

No importa ya su sensualidad: es pura y ama con un amor puro. En expresión acertadísima de Carmen Conde es "fragante mujer, y peco por amor..." Y el Señor habla con ella y hasta se deja tocar por ese amor ya virginal.

jueves, 21 de julio de 2016

Lecturas del día, jueves 21 de julio. Poema "Escrito a cada instante" de Leopoldo Panero. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (2,1-3.7-8.12-13):

Recibí esta palabra del Señor: «Ve y grita a los oídos de Jerusalén: "Así dice el Señor: Recuerdo tu cariño de joven, tu amor de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierra yerma. Israel era sagrada para el Señor, primicia de su cosecha: quien se atrevía a comer de ella lo pagaba, la desgracia caía sobre él –oráculo del Señor–. Yo os conduje a un país de huertos, para que comieseis sus buenos frutos; pero entrasteis y profanasteis mi tierra, hicisteis abominable mi heredad. Los sacerdotes no preguntaban: "¿Dónde está el Señor?", los doctores de la ley no me reconocían, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaban por Baal, siguiendo dioses que de nada sirven. Espantaos, cielos, de ello, horrorizaos y pasmaos –oráculo del Señor–. Porque dos maldades ha cometido mi pueblo: Me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron aljibes, aljibes agrietados, que no retienen el agua."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 35

R/.
En ti, Señor, está la fuente viva

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso. R/.

¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias. R/.

Porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,10-17):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»

Palabra del Señor

Poema:
Escrito a cada instante de Leopoldo Panero 

Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no la encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan...
Y su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.
¿Qué número infinito
nos cuenta el corazón?
                                  Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar su nombre.
Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.
                                 Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas.


https://www.youtube.com/watch?v=4G7gyltc4bo

Breve comentario

Otra vez el Señor parece jugar al despiste con nosotros. Evidentemente no se trata de esto; es tan sólo que, como diría el castizo, nos da cien vueltas. Hoy son dos las aparentes paradojas que nos trae su Palabra. Por un lado, su modo de predicar en parábolas, cuando podía decir las cosas de un modo más directo o lineal, que no necesitara de interpretaciones. Por otro, esa extraña justicia divina según la cual "al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene."

Cristo mismo nos aclara la causa de su estilo de predicación en parábolas: tienen oídos y no oyen, tienen ojos y no ven, y entendimiento y se niegan a entender. Ante la evidencia de este rechazo frontal de sus almas, el Señor da un rodeo para explicarles su mensaje. Ni con rodeo ni sin él, quien decide cerrar su corazón al Señor, no oirá nada, ni entenderá nada, ni verá nada. Ante tales situaciones, la Verdad de su palabra debe ser preservada de quien no merece recibirla: la parábola cumple ese papel de ocultación ante los espíritus que no la estiman. Pero también la parábola abre el entendimiento a aquellos que no podrían asumir la verdad de un modo directo o desnudo (" '¿Por qué les hablas en parábolas?' Él les contestó: 'A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.' "). Así, en este último sentido, la parábola cumple la función de vestir la verdad con galas más humildes por más accesibles para los espíritus sencillos. Parábola, pues, como ocultación de la verdad para los necios, y parábola como camino que allana a su encuentro para los humildes.

En correspondencia con lo anterior se explica la segunda aparente paradoja. El que se niega a Dios (y por ello "no tiene") se condena él solo: se le quitará hasta lo que tiene. No hay paradoja o injusticia ninguna; al contrario, es de una evidencia y de una lógica meridianas: el que se niega a acudir a la fuente de agua viva, no sólo no saciará su sed, sino que la sed le matará, por muchos aljibes que construya buscando un agua que se escapará de entre sus manos, pues no es de Dios, sino de su orgullosa ceguera y rechazo a la Verdad.

El poema de Leopoldo Panero hace referencia a esa incapacidad que padecemos para expresar con claridad y acierto la Verdad de Dios. Y esto viniendo de un poeta, es una reflexión profunda, pues habla con conocimiento de causa: el poeta es, por definición, el que busca expresar con palabras lo inefable, el límite extremo de lo decible, de lo que podemos comunicar. La belleza de Dios no la podemos abarcar. Nos puede deslumbrar, fascinar, enamorar, pero apenas la podemos no ya explicar, sino siquiera describir. Vamos poniendo palabras a partes de una experiencia de amor sublime ya de por sí vivida de forma fragmentaria, y de un modo aún más fragmentario. Hay quien piensa (y es un sacerdote 'amigo') que yo escribo este blog porque soy un poeta frustrado, y que debería asumir mi frustración y abandonar mis fantasías de grandeza. Que lo soy, poeta frustrado, no lo niego; pero este blog responde a una necesidad que se agudiza aún más por el entorno digamos pobre en este sentido en el que vivo: es la necesidad de amar a Dios de algún modo, pues yo tampoco encuentro las palabras con las que amarlo, la fuerza con la que decirle todo lo que siento. Al final, suelo acabar sumido en el silencio y en cierto cansancio. Leopoldo Panero, poeta reconocido y nada frustrado, como tantos otros, reconocidos o no, poetas o no, sintió lo mismo:

"Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar su nombre.
Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.
                                 Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas."


Sí, necesitamos, Señor, que nos hables en parábolas; unos, porque te odian; otros, porque tu amor nos viene muy grande, no sabemos decirlo, ni pensarlo, porque no sabemos amarte, ni siquiera con la torpeza del joven que aún no ha besado unos labios.

miércoles, 20 de julio de 2016

Lecturas del día, miércoles, 20 de julio. Poema "El silbo del dale" de Miguel Hernández. Breve comentario


Primera lectura

Comienzo del profeta Jeremías (1,1.4-10):

Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. Recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.»
Yo repuse: «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.»
El Señor me contestó: «No digas: "Soy un muchacho", que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: «Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 70

R/.
Mi boca contará tu salvación, Señor

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Palabra del Señor

Poema:
El silbo del dale de Miguel Hernández
 
Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.

Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.

Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.

Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.

Dale al cabrero, monte,
hasta dejarlo inmóvil.

Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo.

Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.

Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,

cabrero, monte, astro;
dale que dale largo.

Dale que dale, Dios,
¡ay!
hasta la perfección.


http://albalearning.com/audiolibros/hernandez/silbodeldale.html

Breve comentario

Solemos entender el pasaje evangélico de este día como si se refiriera a realidades fijas, inamovibles, a tipos humanos como ciertos compartimentos, estancos. Precisamente la lectura del Antiguo Testamento nos indica que la interpretación más ajustada quizá no sea esa. Dios a lo largo de la vida nos va habilitando para que podamos cumplir con lo que Él tenía pensado para nosotros. Si le dejamos, pues el amor es siempre educado: respeta y pide permiso.

Así, no me cuesta nada reconocer los años en que fui cuneta polvorienta de un camino perdido; y pedregal calcinado por el sol; y también tierra ingrata poblada de malas hierbas. Y aunque cuando estaba en esas circunstancias no era consciente de que Dios hubiera sembrado en mí semilla alguna, seguro es que entonces también lo hizo. ¿Me llamaba? Estoy seguro de que sí, pero yo estaba sordo, sordo como una cuneta, una piedra, una zarza. Y ahora que no paso de pobre tierra capaz de su semilla, que rinde poco, pero que al menos deja crecer algo de lo sembrado (no llego a los treinta del evangelio), sé que lo que soy no lo debo a mí, sino a esa dolorosa, incluso muy dolorosa, habilitación que Dios me ha proporcionado con enorme misericordia y paciencia por su parte (y lo que queda, supongo).

Es cierto que podemos estancarnos y quedarnos espiritualmente herméticos como las cunetas, las piedras y los espinos, pero si vamos aceptando con esperanza lo que nos va ocurriendo en la vida (esperanza no significa resignación -tampoco alegría-), por duro que nos resulte, iremos remontando esa pesada escalera desde el camino estéril hasta la tierra más fecunda. Y con la esperanza, se fortalecerá la fe, y con la fe seremos capaces del amor.

No es, pues, un pasaje que haga referencia a lo listos y capacitados que son unos y a lo zoquetes y torpes que son otros. Cada uno viene a la existencia porque Dios lo quiso, porque Dios le dió el ser; esto significa que para cada uno tiene pensado un proyecto, una misión, y hemos de recorrer ese camino de principio a fin, sean cuales sean nuestros comienzos, los dones que Dios nos concedió. Dios quiere a todos sus hijos, pero no de todos espera lo mismo. En consecuencia, toda vida que sea fértil, con independencia del grado de "producción" de la misma, Dios la acepta, pues a cada uno nos hizo distintos para distintas tareas, y sabe lo que podemos dar cada uno en función de los carismas que nos regaló. La perfección que Dios busca de nosotros es simplemente que rindamos al máximo. No podemos pedir que a quien Dios concedió con generosidad inteligencia, acabe de bracero; ni que al buen campesino se le asigne responsabilidades que no pueda acometer. Y se puede ser máximamente fértil siendo campesino o cardenal de la curia. Y no estoy seguro cuál de ellos sería el que daría cien y cuál sesenta o treinta. Dependerá de lo que ame. Aquel que más ame, más hará crecer la semilla. 
Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.
Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.
Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.
Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.
Dale al cabrero, monte,
hasta dejarle inmóvil.
Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo. 
Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.
Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,
cabrero, monte, astro,
dale que dale largo. 
Dale que dale, Dios,
¡ay!
Hasta la perfección.
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Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.
Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.
Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.
Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.
Dale al cabrero, monte,
hasta dejarle inmóvil.
Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo. 
Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.
Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,
cabrero, monte, astro,
dale que dale largo. 
Dale que dale, Dios,
¡ay!
Hasta la perfección.
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martes, 19 de julio de 2016

Lecturas del día, martes, 19 de julio. Poema "Esa órbita abierta" de Juan Ramón Jiménez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

Señor, pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios. ¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 84,2-4.5-6.7-8

R/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira. R/.

Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad? R/.

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,46-50):

En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Esa órbita abierta de Juan Ramón Jiménez 
 
Los pájaros del aire
se mecen en las ramas de las nubes;
los pájaros del agua
se mecen en las olas de la mar
(y viento, lluvia, espuma, sol en torno),
como yo, Dios, me mezco en los embates
de ola y rama, viento y sol, espuma y lluvia,
de tu conciencia mecedora bienandante.
(¿No es el goce
mayor de lo divino de lo humano,
el dejarse mecer en Dios, en la conciencia
rezagada de Dios, en la inmanencia madreada,
con su vaivén seguro interminable?)
Va y ven, el movimiento
de lo eterno que vuelve, en ello mismo
y en uno mismo;
esa órbita abierta
que no se sale de sí nunca; abierta,
y que nunca me libra de sí; abierta,
(porque)
lo cerrado no existe en su infinito,
aunque sea regazo y madre y gloria.
 
Breve comentario 
 
¿Cuál es la familia de Jesús? ¿Qué es lo que hace a la familia serlo: el parentesco, los intereses comunes, el pasado, las convenciones sociales, los viejos compromisos adquiridos...? Sólo existe familia cuando los lazos que unen a sus miembros son los del amor. Podrá haber parentesco, intereses compartidos de diverso tipo, un tiempo y un espacio, unos recuerdos y vivencias que les unan, un respeto a lo establecido, la rectitud de mantener antiguas decisiones, pero si no existe amor, todo eso no es familia. Por supuesto no me estoy refiriendo con estas palabras al discurso hoy tan de moda del lobby gay para establecer como familia o matrimonio las parejas de homosexuales. No puede existir amor allí donde se viola el orden natural, orden que rige también para la vida afectiva. Estas parejas establecerán su fundamento en cualquier otra realidad menos en el amor. Y el puro deseo, o la compañía, incluso la protección o el apoyo que se proporcionen el uno al otro tampoco son la esencia de la familia.

Y es que es el amor la premisa de todo aquel que busca cumplir la voluntad del Padre. Sólo se puede cumplir la voluntad de Dios amando. Este vínculo trasciende toda realidad humana, todas las citadas y todas las que podemos imaginar. E insisto, es amor no simplemente porque exista deseo, o interés, o proximidad, o compromiso: es amor porque se busca cumplir la voluntad de Dios, un Dios que es Amor. Quien no respete la creación de Dios, el orden de lo que Él quiso, que no se engañe: no ama, ya sea heterosexual u homosexual, sacerdote o ateo, padre o hijo, marido o esposa.

Por ello, aunque la formulación de esta verdad resulta un tanto paradójica en el pasaje evangélico de hoy, como en tantas otras ocasiones, lo cierto es que lo que Jesús nos señala es lo contrario de lo que parece decir: no sólo no rechaza a su familia, la parental, sino que extiende la misma a todas aquellas personas que son capaces de experimentar y manifestar su amor a semejanza del amor de Dios.

En el poema de Juan Ramón, perteneciente a su última época, más mística y personal (y aún por descubrir), se incide en esta idea: el amor como una órbita abierta que, en su infinitud, nunca pierde su centro. La familia, necesariamente basada en el amor que Dios ha inscrito en nuestros corazones, es una realidad sólida y firme como una roca, y ligera y delicada como una pluma, con esa elegancia del movimiento de las órbitas, de las grandes masas que giran cadenciosamente como flotando, en el vaiven rítmico de los amantes. Sí, la familia es esa maravillosa órbita 
 
"abierta,
(porque)
lo cerrado no existe en su infinito,
aunque sea regazo y madre y gloria."

lunes, 18 de julio de 2016

Lecturas del día, lunes, 18 de julio. Poema "Así como nosotros" de Carlos Murciano. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (6,1-4.6-8):

Escuchad lo que dice el Señor: «Levántate y llama a juicio a los montes, que escuchen los collados tu voz.»
Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel: «Pueblo mío, ¿qué te hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María.»
«¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi pecado?»
«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49

R/.
Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.» R/.

«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.

«Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,38-42):

En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Así como nosotros de Carlos Murciano
 
Señor, esto es bien cierto: te lo debemos todo; 
lo que somos y hacemos y tenemos y amamos,
la mano que acaricia, la fuente que nos duerme
la sed, el sol que dora nuestros hombros vencidos,
el beso largo y dulce, Señor, te lo debemos.
 
Mas tú también, Dios mío, reconócelo, estás
en deuda con nosotros: Esos ojos que miran
y no ven cómo en trinos se azula la mañana;
esos hombres que nacen sin madre entre los labios
porque tú se la quitas cuando apenas alientan;
esas piernas inútiles que ni siquieran pueden
con dos trenzas doradas o un puñado de sueños;
esos trigos quemados; esas pobres falúas
con un nombre sencillo que al mar rugiente entregas;
esos cuerpos deformes, Señor, tú nos los debes.
 
No saldaremos nunca nuestras deudas, Señor: perdónanos;
perdónanos el negro gusano de la duda,
la blasfemia salvaje, la saliva en el rostro,
la piedra que tiramos a sabiendas de herirte;
olvida todo el daño, todo el mal que te hicimos
y perdónanos luego interminablemente
así como nosotros, Señor, te perdonamos.
 
Breve comentario

El hombre necesita certidumbres, seguridades, para abrirse camino a lo que no conoce. No es una reacción irracional; todo lo contrario: la racionalidad humana exige unos requisitos, una estructura, un orden, que habrá de concluir, si se cumplen aquellos, en un conocimiento cierto de la realidad a la que nos acercamos. Pero la fe es creer en lo que no se ve. Es decir, en aquello de lo que no podemos obtener un conocimiento, una certeza. La fe es abrirse a algo que, en el mejor de los casos, intuimos vagamente. Nos fiamos, pero no podemos estar seguros de que nuestra confianza no podrá ser decepcionada, pues en verdad no sabemos. Para creer, la voluntad humana ha de asentir, dar su consentimiento, es verdad que fundado si se quiere en ciertos indicios de racionalidad, pero siempre todo es muy vago e impreciso. La fe supone dar un salto sin saber siquiera si existe red que nos recoja (la existencia de la red es parte de la creencia).

Así, resulta muy humano pedirle cuentas a Dios cuando la realidad no se corresponde con su imagen de amor y justicia. Si el mal y el sufrimiento existen, nuestra fe se resquebraja en un Dios que no abole esas realidades que van en contra de su naturaleza. Si el mal existe, Dios no es omnipotente, nos podríamos plantear, por ejemplo. ¿Por qué no hace prevalecer su poder? Si puede y no quiere, ¿qué clase de bondad es la de Dios? 
 
Todo resulta de lo más comprensible, pero también de lo más erróneo. Dios no es lo que imaginamos que sea para satisfacer nuestra hambre de seguridad y cobijo, de racionalidad y conocimiento. Dios es el que es, y lo que es lo ha ido mostrando por medio del testimonio de los profetas a lo largo del Antiguo Testamento, y después, de un modo perfecto, en la Persona de su Hijo. Lo demás pertenece a nuestra fantasía. Dios creó un mundo en el que convive el bien y el mal, la justicia y la libertad, la misericordia y la cruz, la salvación y también la condenación. No podemos estar en un plano de igualdad con Aquel del que hemos recibido todo. No podemos exigirle ni aun rogarle nada a Dios, ni pruebas, ni signos, ni que se acomode a una racionalidad a la que le es imposible abarcar su infinitud. Ni mucho menos, perdonarle: "así como nosotros", no.

Hemos de atrevernos a dar ese salto, y a asumir las consecuencias del mismo. Cuando nos atrevamos, podremos ir descubriendo, no sin penalidades, el tipo de seguridad que nos ofrece la fe, de muy distinta índole que la seguridad que procede de la razón. La razón va paso a paso; la fe a saltos, incluso a grandes saltos, a intuiciones cada vez menos humanas y más de Dios, que las va poniendo en nuestro corazón. Si no saltamos, nunca en verdad nos sentiremos seguros, y nuestro conocimiento se limitará al ritmo de nuestro lento, discursivo y penoso caminar. Y sabiendo todo lo que podamos, la razón nos sumirá en la más oscura de las ignorancias. Sólo los ignorantes piden signos, se miden con Dios. No es extraño que hoy, inmersos en la más absoluta ausencia de sentido de la trascendencia en nuestras vidas, entregados a la fascinación nihilista, de la nada frente al ser, el hombre racionalista sin Dios se crea dios mismo. En efecto, no cabe mayor ignorancia. Los signos que espera ya conseguir de sí, de una razón falsamente divinizada, le llevarán a la desesperación, al desamparo más absoluto y a su propia destrucción. Nunca, conociendo tantas cosas, hemos sido más ignorantes.
 
Pidamos al Señor que revierta este maligno proceso, el peor de los posibles, pues ya estamos condenados de seguir por este camino.   

domingo, 17 de julio de 2016

Lecturas del día, domingo, 17 de julio. Poema "Marta y María" de Gerardo Diego. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (18,1-10a):

En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él.
Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.»
Contestaron: «Bien, haz lo que dices.»
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.»
Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?»
Contestó: «Aquí, en la tienda.»
Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5

R/.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,24-28):

Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

Palabra del Señor

Poema:
Marta y María de Gerardo Diego 

Marta tenía razón
y la tenía María.
María, la mejor parte
y la menos buena -prisa,
humillación, tempestades
de alma que duda y trajina-;
la menos buena, sí, Marta,
pero su parte tenia.


La razón no es corazón,
aunque en habla de Castilla
se arrimen las dos palabras
 
a sonar casi la misma,
como el Pisuerga y el Duero
sumidos ya en Tordesillas.
El corazón no se parte
como la mente o la vida,
como la rueda de oficios
en el pozo o la cocina.


El corazón se da entero.
Entero lo da María.
Entero lo dará Marta,
pero en su afán distraída
tardará un poco en la entrega,
ella, la puntual limpísima.


Activa en la tierra Marta,
María contemplativa
en unos ojos que el cielo
nos remueven cuando miran,
María quebrando el pomo
de alabastro en las rodillas
y redundando de aromas
gloriosos toda Betania
que a amor nuevo trascendía:
dos corazones enteros
y una razón compartida.


Y Lázaro entre dos muertes,
el varón, que ya sabía,
sonreía a sus hermanas,
de pie en el rincón..., enigma.

Breve comentario

Hace poco se lo decía a alguien: en la vida hay dos grandes formas de situarse ante la realidad, y, en consecuencia, dos grandes tipos de personas: los activos y los contemplativos. A nada que observemos nos daremos cuenta de que esta dicotomía se da en todas las facetas de la vida de manera más o menos acusada. En la vida religiosa es una obviedad, pero también en ciertos oficios y profesiones, en las actividades de ocio, en las motivaciones personales, etc. Está quien actúa y está quien contempla. Ciertamente son categorías que se solapan, pues son los menos los que se definen de forma exclusiva en una sola de las partes; pero es una evidencia que todos conocemos personas que necesitan de mucha actividad, y otras que son más serenas, que tienden a la quietud.

Ambas formas de relacionarse con la realidad son perfectamente aptas y adecuadas para la vida. Tal vez en una isla desierta nos convenga mejor presentar una actitud activa; pero para disfrutar de momentos de calma, nada mejor que contemplar y descubrir la belleza de lo que nos rodea sin mayores esfuerzos ni exigencias. En efecto, "Marta tenía razón/y la tenía María." Es cierto que el contemplativo necesita menos para gozar de la realidad que el activo. El primero puede disfrutar con total plenitud de la contemplación de la belleza de un paisaje sin necesitar andarlo, escalarlo, dibujarlo, cartografiarlo o comer en él. Para el segundo contemplar sólo es el inicio de una experiencia que necesita ser alimentada por la actividad. Sí, hay más paz y tal vez más profundidad en las marías que en las martas.

Lo mismo ocurre en nuestra relación con Dios. Las dos actitudes están plenamente justificadas y son válidas para nuestro diálogo con el Señor. Se puede acudir al mismo con mil breviarios, llenos de fórmulas oracionales, cánticos, plegarias, letanías, peticiones, que sin duda ayudan al encuentro. Pero también se puede estar en silencio, mirando una imagen de Cristo, o cerrando los ojos y rezarle con nuestras palabras. Que cada uno haga lo que le pida el corazón, que obedezca a su perfil de personalidad. Confieso que yo soy más de María que de Marta, pero más que por una profunda sabiduría, se debe a mis circunstancias y biografía que apenas me permitieron ser Marta. Yo admiro a los escaladores, a los atletas, a los surferos, a los militares o a los baterías de los conjuntos de música pop. Pero me quedé en poeta, y de los malos. Todo esto es legítimo para Dios si nos entregamos, como Abrahán en la primera lectura, a Él con confianza, cada uno (qué más da) a su forma.