miércoles, 31 de agosto de 2016

Lecturas del día, miércoles, 31 de agosto. Poema "Dios sangrante" de Lanza del Vasto. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,1-9):

Hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían los instintos carnales y que procedéis según lo humano. Cuando uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no estáis procediendo según lo humano? En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32,12-13.14-15.20-21

R/.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor

Poema:
Dios sangrante de Lanza del Vasto 

Cual fruto en la tinaja triturado
Mantenednos alegres, Dios sangrante,
Embriáganos con vino de alegría
Ataviados de blanco en tu banquete.

O como al árbol vestido de gloria,
Ceñidos de verdor y centelleantes
De brisa y gritos de ave, danos de beber
En tu cáliz, Dios sangrante.

En los torrentes del corazón como un pez,
En los torrentes de la sangre, irradia, Dios de alegría,
Y para que más claro brote nuestro son
Golpéanos con tu mano que fulmina.

Ni pan ni paz, sólo tus tres clavos,
Oh sangrante Cristo que danzas en la cruz
Como el fuego que incendiará todo,
Excepto tu palabra en la que creo.

Breve comentario

El pasaje del evangelio de hoy, como el de ayer, trata de lo mismo: curaciones. La enfermedad es un desorden del organismo y/o de la mente. Y como todo desorden, fuente de sufrimiento y un modo en que la muerte se expresa y aparece en la vida. Si hacemos una lectura rápida, parece que la enfermedad es algo propio de enfermos o de endemoniados. Para quien está o se siente sano, este pasaje podría verlo con cierta distancia, más allá del reconocimiento explícito de la omnipotencia del Señor frente a todo tipo de males. Pero resulta que la salud se refiere a otra dimensión más abarcativa. El hombre no es un organismo simplemente; ni siquiera es un organismo animado, con alma: es un ser en relación; en relación con Dios, en primer lugar, y en relación con el mundo. Y es aquí donde el desorden, la maldad o incluso el demonio puede hacer acto de presencia, aun entre los cuerpos y los espíritus más recios.

Y también el Señor puede con estos males más, por decirlo así, sinuosos, pero por ello mismo más fatídicos que los fácilmente reconocibles. Es más, este es uno de los terrenos predilectos del maligno: gente sana, robusta, cumplidora son vehículos de una maldad que puede ser infinita. Bueno, infinita, nunca, como bien nos recuerda estos pasajes: Dios siempre vence al desorden que provoca el mal. 

Por ello, es tan adecuado al evangelio de hoy, la primera lectura, la exhortación de Pablo al pueblo de Corinto. Se habla allí ya de las primeras divisiones que se daban entre los fieles. Huelga decir que las divisiones no sólo continúan desde entonces, sino que ya antes las hubo (la primera, la de Adán y Eva en el paraíso, al seguir al falso pastor en forma de serpiente), y, por supuesto, después. Hoy, por desgracia, nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo, multitudes que poseen una doctrina y una imagen del Mesías de lo más diverso. Satanás vive feliz con estas disensiones profundas: cuanta mayor sea la división, mayor su efecto pernicioso, el desorden que provoca en las almas. Tampoco resultan mejores algunas unidades provocadas por malos pastores dentro del gran rebaño católico. También el mal se adueña de la apariencia de bien. Con todo esto tenemos que lidiar, y pedir al Padre su asistencia espiritual, la paciencia, el ánimo, sin jamás renunciar a su seguimiento a pesar de todas las divisiones o perniciosas unidades.

Y cuando suframos todas estas cruces que parecen alejarnos de Dios, al contrario, aferrámonos a ellas justamente para contrarrestar el efecto centrífugo del vértigo que provoca la acción y la contemplación del mal que se sufre. Hago mías las palabras de este poeta que, aunque influido por espiritualidades hinduistas, supo abrir su corazón a la verdad del Dios sufriente en la cruz, fuente de todo nuestro gozo, más allá de las iniquidades del maligno. Hago mías sus intensas palabras:

"Cual fruto en la tinaja triturado
Mantenednos alegres, Dios sangrante,
Embriáganos con vino de alegría
Ataviados de blanco en tu banquete.
(...) 
Ni pan ni paz, sólo tus tres clavos,
Oh sangrante Cristo que danzas en la cruz
Como el fuego que incendiará todo,
Excepto tu palabra en la que creo."  

lunes, 29 de agosto de 2016

Lecturas del día, lunes, 29 de agosto. Poema "De un muerto puesto a prueba soy testigo..." de Enrique Azcoaga

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (1,17-19):

En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: «Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17

R/.
Mi boca contará tu auxilio

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío,
líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,17-29):

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?»
La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Palabra del Señor
 
Poema:
"De un muerto puesto a prueba soy testigo..." de Enrique Azcoaga
 
De un muerto puesto a prueba soy testigo.
La vida a muerte tengo condenada.
Por muerto, Dios es sólo mi alborada.
Por vivo, en Dios me encuentro y me consigo.
 
Memoria de la muerte, no persigo
vivir en el olvido de mi nada,
ni estimo otra razón que la labrada
en la condena viva que bendigo.
 
Vivo para librarme la esperanza
por siempre de su sombra, de su espanto,
a vida o muerte en duelo confiado.
 
Labro bajo su asedio la alabanza
perpetua de mi sangre o de mi canto,
deseoso de morir resucitado.  

domingo, 28 de agosto de 2016

Lecturas del día, domingo, 28 de agosto. Poema "Un tren sobre la tierra" de Antonio Gamoneda. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta. El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 67,4-5ac.6-7ab.10-11

R/.
Preparaste, oh Dios, casa para los pobres

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor;
su nombre es el Señor. R/.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):

Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Palabra del Señor

Poema:
Un tren sobre la tierra de Antonio Gamoneda

Voy en el tren hacia mi casa.

Los cabellos ásperos de mi madre
están rodeando su rostro sobre la almohada
y su viejo cuerpo ha caído en el sueño.


Cuando yo encienda la bombilla, ella
dará un grito de espanto y amor
y en la habitación habrá una gran luz amarilla
en la que viviremos abrazados.


Ahora voy en el tren
y en el departamento hay cuatro seres humanos.
 

Bajo el número cuarenta y cuatro,
una mujer hinchada de tristeza.


Bajo el número cuarenta y cinco,
un viejo arde en su mirada roja.


Bajo el número cuarenta y siete,
un hombre duerme con un gran capazo.


La ventana es una lámina negra.
 

Vuelvo a mirar hacia mis compañeros:
 

la mujer respira muy dulcemente;
el aire sale de su corazón.


El viejo cierra la mirada y duerme.
 

El hombre saca de comer, despacio.

Ahora estamos en paz en el departamento.
Yo me siento ir hacia mi casa
y cada uno siente que se aleja o que vuelve.


El tren avanza bajo la noche
y vamos juntos atravesando la tierra.

Breve comentario
  
Los consejos que da Jesús para colocarse ante una mesa de invitados son de sentido común. Sentándose en los últimos lugares, nunca se falla; pues o bien te colocan en mejor sitio o quedas en el que ya estás. También es bueno preguntar al anfitrión dónde sentarse, antes de decidir por nosotros mismos. Invitar a quien jamás podrá devolverte el favor ya no es algo tan evidente o tan común en los comportamientos sociales habituales. A mí me ha ocurrido que me invitaban a su casa (y fueron varias veces) con la condición no escrita de que yo a su vez no les invitara a ellos. La invitación era en este caso un ejercicio de orgullo, de ostentación, y mi invitación era entendida no como como un agradecimiento por mi parte, sino como una forma de ponerme a su nivel, cosa que la vanidad y la envidia de aquellos no podían consentir. Y es que también las invitaciones las puede cargar el diablo. 

Pero en la parábola del evangelio quien invita es Dios; allí no hay orgullo, sino lo contrario: gracia pura. Y a la gracia, ¿cómo respondemos? No merecemos nada de Dios, y si de algo nos hacemos acreedores es de que nos mande a hacer gárgaras. Pero hay una cosa importante en esto del orgullo y la humildad que quisiera resaltar: el orgulloso está marcado por el signo de la soledad; el humilde, por el de la presencia del otro. El orgulloso se vive a sí mismo en soledad, frente al mundo, como debiendo conquistar un lugar que no le es reconocido en principio. Por ello, el vanidoso siempre busca el reconocimiento, el aplauso, el que noten su presencia, colocarse en los primeros lugares. El humilde, en cambio, pasa su vida con la conciencia clara de que vive entre los demás, que los demás son importantes porque simplemente son, y que su vida es estar entre ellos. El humilde no desea destacar, sino que se preocupa del otro en el sentido de que lo considera valioso en sí mismo. El humilde, aun viviendo en condiciones de extrema soledad, tiene siempre al otro en cuenta; el orgulloso, aun siendo el centro de todas las miradas y el amigo de todos, siempre se vive en soledad, pues el otro es una mera palanca para su reconocimiento personal.

El poema elegido es especialmente adecuado a esta reflexión. La escena se desarrolla en un vagón de tren, en el departamento no sé si de tercera, pero desde luego no en coche-cama: El viaje es nocturno. Monotonía, cansancio...; casi podríamos imaginarnos el traqueteo del tren en su avance insomne. El poeta pasa a describir a los pasajeros que le acompañan, gente extremadamente sencilla. Cada uno en su asiento debidamente numerado (no había tampoco capacidad de elegir dónde sentarse; a no ser que entre los pasajeros se pusieran de acuerdo para cambiarse de lugar). El poeta se dirige hacia su casa donde le espera dormida su madre (se supone que llegará a su destino de madrugada). Nada sabe de los demás, si van o vienen, simplemente les describe en su aspecto, con realismo, pero también con cariño. Y es que los viajes en tren, sobre todo en los de antes, los más modestos, en los viejos expresos que tardaban horas y horas en llegar a destino, se solía desarrollar esa sorda camaradería, un poco triste, pero también genuina, una tangible humildad, que refuerza la idea que describía más arriba, y con la que se finaliza el poema de un modo humildemente magnífico: "y vamos juntos atravesando la tierra." 

sábado, 27 de agosto de 2016

Lecturas del día, sábado, 27 de agosto. Poema "Hablando claro" de Carlos Murciano. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,26-31):

Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así –como dice la Escritura– «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32

R/.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán; ¿con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes."»

Palabra del Señor

Poema:
Hablando claro de Carlos Murciano

Las cosas claras, Dios, las cosas claras.
¿Acaso te pedí que me nacieras,
que de dos voluntades verdaderas,
de barro y llanto, Dios, me levantaras?

¿Acaso te pedí que me dejaras
en mitad de la calle -en las aceras
se apiñaba la vida- y que te fueras
y que con tu desdén me atropellaras?

Palabra que no sé por lo que peco.
Palabra que procuro, mas en vano,
llenar tu hueco, rellenar mi hueco.

Pero soy nada más Carlos Murciano.
Ni hombre ni nada, Dios; sólo un muñeco
que se mueve en la palma de tu mano.

Breve comentario

Rompamos una lanza por el empleado del único talento. ¿Quién no se ha quejado alguna vez a Dios o al destino por las circunstancias penosas de la vida que le ha tocado vivir? ¿O quién no ha envidiado alguna vez las capacidades de otros que uno no posee? Aunque censurable, es muy humana la actitud de ese empleado ¿desfavorecido? Dios nos pide sólo lo que le podamos dar; para que ello sea posible Él nos ha provisto de los instrumentos necesarios. Nunca nos pedirá aquello que nos supere. Por ello los talentos dados y los réditos conseguidos coinciden en cantidad: al que se le dió cinco, rentó cinco; al que se le dió dos, rentó dos. Pero al que se le dió uno, y que el Señor esperaba un rédito de uno (no de dos, de cinco o de diez), no le devolvió más que el talento dado. ¿Por qué esta mezquindad del empleado? Porque en su falta de valoración por el Señor, tampoco podía valorar lo que pudiera proceder de Él: aunque le hubiera dado ciento, en nada lo habría estimado, y le devolvería al Señor lo recibido como algo que no merecía la pena el menor esfuerzo: no se puede dar cuando no se sabe recibir.

Dios quiere que demos fruto; para eso nos ha dado el ser. No pasamos por esta vida como si fuéramos meros animales para cumplir el ciclo biológico (nacer, crecer, reproducirse y morir), sino para que trasparezca en nuestra vida la misión de reflejar el amor de Dios que nos habita. Para ello debemos tener conciencia del amor que Dios nos tiene, del infinito valor de su entrega y de la perfección que de Él procede. Así, podemos conseguir de mil modos y en mil grados esa tarea de hacer crecer, de reflejar su amor a los hombres, precisamente en virtud de los dones que nos ha concedido. Desde la mujer que ama a su marido y a sus hijos dedicándose al cuidado de la familia hasta el que es llamado a ser el sucesor de Pedro, todas las gradaciones imaginables son posibles para reflejar la verdad de Dios que nos habita. Y las envidias, dejémoslas a un lado, pues todos estamos en el mismo barco y remando en la misma dirección. Qué bien, pues, que el que sea más fuerte haga avanzar más la nave. Dios no nos quiere iguales ni repetidos, porque el Amor siempre es exuberante en su bondad e infinito en su riqueza, y admite y desea que las respuestas al mismo reflejen su condición ubérrima.

viernes, 26 de agosto de 2016

Lecturas del día, viernes, 26 de agosto. Poema "Plegaria" de Adelardo López de Ayala. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,17-25):

No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a Cristo, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32

R/.
La misericordia del Señor llena la tierra

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos,
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Plegaria de Adelardo López de Ayala
 
¡Dame, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud;
la que sabe en el golfo hallar quietud
y en medio de las sombras claridad;


la que trueca en tesón la veleidad
y el ocio en perenal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud,
y los torpes engaños en verdad!


Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí,
te ofrezcan fruto en galardón…


Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí.

 
Breve comentario
 
De nuevo se incide en el mismo tema que en el pasaje evangélico de ayer: la necesidad de mantenernos alerta o despiertos. ¿Qué significa este mandato concretamente? Se suele interpretar en estos pasajes, y con acierto, el hecho de que la muerte puede sorprendernos en cualquier momento, por lo que debemos estar preparados para estar en gracia de Dios y evitar comparecer ante Él portando en nuestra alma pecados no confesados y, por tanto, no perdonados. Esto, como digo, es una interpretación acertada. Pero es una interpetación demasiado acotada, pues muertes hay muchas a lo largo de toda la vida, y la alerta o, mejor dicho, la fidelidad, debe en consecuencia ser una actitud cotidiana, usual, diríamos, constante.

Porque no sólo morimos físicamente al final de nuestras vidas, sino cuando nuestras múltiples debilidades nos alejan de Dios. Así, la fiel espera o la actitud vigilante no sólo debe reflejarse en acudir al confesionario: no podemos pasarnos la vida en él, ¡y menos porque temamos morirnos en cualquier momento! Y pecar porque podemos confesarnos es una de las peores muertes, y una forma de no esperar al Señor, de ser necio sin luces. Sin caer en voluntarismos, hay que pedirle al Señor, como nos recuerda el poeta, la fortaleza de ánimo, de voluntad, y la identidad de fines con los de Él, para vivir la espera como quien realmente quiere agradar a quien ama. Las doncellas quieren estar despiertas y alumbrar la entrada del Señor en sus almas porque lo aman. Pero quien sólo espera sin ver que toda la vida es esperanza, se aburre, se duerme, no prevé las dificultades (el paso del tiempo, el fin del aceite de las lámparas...): se distrae. Hay que vivir esperando a Dios en cada cosa, en cada momento del día, para poder vivir de la espera, para vivir con ilusión, con luz, con dicha. Así, la espera será una forma de alegría, de expectativa jubilosa, como cuando los amantes separados recrean en su imaginación el encuentro futuro.

jueves, 25 de agosto de 2016

Lecturas del día, jueves, 25 de agosto. Poema "¿Cuándo vendrá la muerte?" de Diego de Torres Villarroel

Primera lectura

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-9):

Yo Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Palabra de Dios

Salmo

Sal 144,2-3.4-5.6-7

R/.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.

Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (24,42-51):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

Palabra del Señor
 
Poema:
¿Cuándo vendrá la muerte? de Diego de Torres Villarroel
 
¿Cuándo vendrá la muerte? No sabemos.
¿El cómo y el lugar? Ni en conjetura.
¿El detener su curso? ¡Qué locura!

Sólo es cierto y de fe que fallecemos.

Pues, ¿cómo la amenaza no tememos
del Criador de toda criatura?
Deseche la maldad nuestra cordura 

y el viaje del alma preparemos.

La muerte, aunque parece que se esconde,
cada momento nos está acechando;

dejémosla que siga y que nos ronde.

Ella va y viene, y nos está esperando,
y ya que nos oculta cómo y dónde,
estemos prontos para siempre y cuándo.  

martes, 23 de agosto de 2016

Lecturas del día, martes, 23 de agosto. "Ante la ley" (prosa) de Franz Kafka

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17):

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,10.11-12a.12b-13

R/.
Llega el Señor a regir la tierra

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.

Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,23-26):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»

Palabra del Señor
 
Ante la ley de Franz Kafka 
 
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Lecturas del día, lunes, 22 de agosto, santa María Virgen, Reina. Poema "La visitadora" de Antonio Murciano

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (9,1-3.5-6):

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz.» Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 112,1-2.3-4.5-6.7-8

R/.
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R/.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? R/.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor
 
Poema:
La visitadora de Antonio Murciano 

Era Belén y era Noche buena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
con la frente de arrugas y la espalda curvada.


Venía sucia de barro, de polvo de caminos.
La iluminó la luna, y no tenía sombra.
Tembló María al verla; la mula no, ni el buey,
rumiando paja y heno igual que si tal cosa.


Tenía los cabellos largos color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viento antiguo;
en sus ojos se abría la primera mirada,
y cada paso era tan lento como un siglo.
 

Temió María al verla acercarse a la cuna.
En sus manos de tierra, ¡oh Dios!, ¿qué llevaría…?
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
y le ofreció la cosa que llevaba escondida.


La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba. También la mula. El buey
mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.


Era en Belén y era Noche buena la noche.
Apenas si la puerta crujió cuando se iba.
María al conocerla gritó y la llamó: «¡Madre!»
Eva miró a la Virgen y la llamó: «¡Bendita!»


¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aún era pura, dura la nieve y fría.
Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía teniendo,
entre sus dedos niños la manzana mordida.

domingo, 21 de agosto de 2016

Lecturas del día, domingo, 21 de agosto. Poema "El reclinatorio" de Pilar Paz Pasamar. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (66,18-21):

Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén –dice el Señor–, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» –dice el Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 116,1.2

R/.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,5-7.11-13):

Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

Palabra de Dios

Evangelio


Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

Poema:
El reclinatorio de Pilar Paz Pasamar 

¿Quién colocó mentira sobre el suelo
para las descansadas bienvenidas?
¿Para qué fe sin luz ansias mullidas
arropan al dolor con terciopelo?


Quien cabalgue amargura vaya a pelo
con las roncas espuelas doloridas,
fluyéndole la sangre por las bridas
sobre las ancas de la bestia en celo.


De rodillas aquellos los que ignoren
que pueden encontrarte en una rosa
o en la terrible soledad espesa...


Que es muy fácil, Señor, que aquí te lloren
con una bienvenida presurosa
y la sangre rotundamente ilesa. 


Breve comentario

Obtener la gracia de la salvación del Señor puede ser algo muy arduo, incluso casi imposible; o al contrario, una de las tareas más sencillas. Depende, en verdad, de nosotros, de cómo vivimos, de cómo somos en relación a la Verdad, de lo que vayamos haciendo en nuestra existencia. Haciendo y creyendo, por supuesto, pues ni sólo fe, ni sólo obras.

Sin embargo, en el pasaje evangélico de hoy como en la carta a los Hebreos parece que nos advierte no tanto sobre la dificultad de ser salvos, como de la posición que vamos adoptando en nuestra vida, sobre cómo amamos, cómo seguimos a Cristo. Y aquí, sí, las cosas parecen que se ponen feas. Resulta que la puerta de la salvación es muy estrecha, y la de la perdición, sin embargo, enorme. ¿Es así verdaderamente? Como es obvio, es una figura metafórica para que entendamos que es muy fácil perdernos cuando perdemos la referencia de las cosas elementales que nos exige Cristo. Lo elemental, en general, es aquello que es fácilmente entendible y que puede ser puesto en práctica con suma facilidad. Sin embargo, el hombre puede perder de vista la sencillez que Dios nos pide. Así, con suma facilidad también nos complicamos la vida, y complicándonosla, nos perdemos irremisiblemente.

¿Por qué, si el amor de Dios es una realidad sencilla para la que estamos hechos, nos perdemos tanto? Bueno, hay muchos estímulos que distraen. La humildad tiene mala prensa hoy día; parece que es algo poco satisfactorio. En general, en todo tiempo, ha sido y es sumamente gratificante fomentar todas las formas del egoísmo, en el sentido estricto del término, del culto al ego. Ayer se hablaba de la hipocresía de los fariseos con su aparatosa vestimenta y sus actitudes. Hoy la hipocresía cambia de aspecto y de formas, pero es la misma de siempre. La poeta en su composición nos recuerda una época ya desaparecida en que la beatería (no confundir con la beatitud), reflejada en el reclinatorio, escondía toda la miseria humana. Bueno, en aquella época al menos se guardaban las formas. Hoy la miseria humana se esconde en unas chanclas o en una indumentaria playera. Hoy mismo la iglesia a la que suelo acudir sólo le faltaban las sombrillas, la arena y el mar. ...Con el tiempo, todo se andará... La ignorancia o la soberbia humana alcanza tales grados que aquellos que orgullosamente se mostraban ante el sacrificio de la misa con semejantes andrajos eran los mismos que luego hacen de anderos con capirotes o dirigiendo el paso del Cristo en procesión vestidos con impecables trajes, inmaculadas camisas almidonadas y sedosas corbatas (como diría nuestro D. Antonio Machado: "¡aquel trueno!/vestido de nazareno"). Lo sencillo se perdió, en efecto: es más importante la procesión que el sacrificio de la misa donde Dios vuelve a entregarse en su forma sacramentada. Pero, ¿qué importa? Y lo que es peor ¿a quién le importa? El hipócrita, el miserable a secas, se siente seguro de... ¿su fe? Bueno, sí, de su fe... en sí mismo.

No hay ninguna duda sobre qué significa iniquidad, maldad, injusticia en la referencia de este pasaje del evangelio. Al menos, para una conciencia recta. O siquiera "elemental", es decir, aquella que aún no ha perdido del todo el referente de lo que es bueno y malo.

Y en cuanto a la corrección de la que se habla en la carta a los Hebreos es una evidencia que casi da rubor tener que explicar. Lo haré contando una pequeña historia. Temo que es de mi servicio militar. Pido disculpas por ello; intentaré por todos los medios ser breve y no resultar pesado. No importa el lugar y los años que han pasado (bastantes), y mucho menos dar nombres. Por lo demás, los nombres de los malos, los olvidé todos; el de los buenos, los recuerdo hasta con los dos apellidos, como sus rostros y su tono de voz, como si los viera ahora mismo ante mis ojos.

Hice la mili completa en lo que se llamaba un CIR (Centro de Instrucción de Reclutas). Era un lugar en el que la mayoría de los militares profesionales y los de reemplazo eran instructores, aquellos que se dedicaban a enseñar a desfilar a los reclutas, a manejar las armas, a desmontarlas, a saber disparar, a enseñarles rudimentos de combate, etc. Por fortuna, no me asignaron a esas funciones, sino que me destinaron a lo que se llamaba la US, la Unidad de Servicios, que para entendernos éramos los de mantenimiento. Mantenimiento militar, por supuesto, es decir, que como los instructores hacíamos guardias, retenes, imaginarias, cabos cuarteles (el que lo fuera, y yo lo fui -y bastantes veces para mi desgracia-), fusileros en las juras de bandera, prácticas de tiro, extinción de incendios... De lo único que estábamos dispensados era de hacer marchas y de los ejercicios de supervivencia que los instructores realizaban cuando no había reclutas en el campamento, en los períodos que mediaban entre la jura de un reemplazo y la llegada del siguiente. Bien, pues en este lugar había un puesto muy goloso por los réditos económicos que se obtenían de él: ser Capitán de cocina. Este cargo, de duración mensual, era rotatorio, entre los tenientes y capitanes del campamento, y su función básicamente no era otra que hacerse cargo de la cocina: comprar con cargo a los presupuestos asignados todo lo referente a esta sección (alimentos, utensilios de cocina y de limpieza, mantenimiento de las instalaciones, etc.). Lo atractivo del cargo era precisamente los presupuestos que se manejaban y a lo que se destinaban. Lo diré con muy poquitas palabras para que se me entienda todo: el Capitán de cocina solía gastarse una cantidad ínfima de los presupuestos en comprar comida y en demás gastos necesarios, pero en las facturas se reflejaba lo contrario. Huelga decir que el Capitán de cocina en ese mes se compraba coche nuevo, hacía un gran viaje en las vacaciones, remozaba su residencia a fondo o enjoyaba a su mujer. Esto era un secreto a voces, lo sabían todos, del coronel (máxima autoridad) para abajo, todos sin excepción; la tropa también, por supuesto. La consecuencia fue que, a pesar de contar con un presupuesto magnífico por soldado en comida, lo cierto es que lo que llegaba a los ranchos era pura mierda (yo, como muchos, adelgacé trece kilos en dos meses, y no sólo por el ejercicio físico; cuando aprendí a comer la porquería sin demasiado asco -las lechugas de las ensaladas se movían solas en las fuentes, infestadas de bichos-, y con los suplementos que debía comprar en el pueblo, me recuperé algo). No hice la mili en la posguerra; fue a mediados de los ochenta en Cataluña. España no vivía en la escasez. La moraleja por la que cuento todo este rollo reside en que sólo durante tres meses comimos con lo presupuestado oficialmente. En esos tres maravillosos meses, casi nadie salía al pueblo a cenar en las horas de paseo: la comida del rancho era excelente (carne de ternera de la mejor calidad, verduras con un sabor magnífico -sin bichos, por supuesto-, pescado variado y muy bien preparado, postres de ensueño para nosotros -dulces, tartas, brazos gitanos, helados...-). ¿Y quién hizo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces en aquel lugar? Pues tres magníficos y jóvenes capitanes de academia. Pero tenían mala fama: eran muy estrictos en el cumplimiento de las ordenanzas. Cuando alguno metía la pata y era Jefe de día (el jefe de la vigilancia del campamento durante un día) uno de estos capitanes, sabía exactamente lo que le caía encima: el reglamento sin paliativos ni excusas. A nadie ante ellos se le ocurría pensar en justificarse: teníamos claro que debíamos asumir la responsabilidad por el acto cometido. Sin embargo, cuando el soldado poseía la suficiente madurez para entender este rigor, los capitanes (sobre todo, dos de ellos, pues el otro era de un carácter digamos más seco) mostraban su confianza hacia la tropa, siempre dentro de la distancia que obliga estas relaciones entre la oficialidad y sus subordinados. Implacables con los bobos, y un buen jefe con la gente seria a su cargo. Mi carácter militar es perfectamente descriptible, pero después de catorce meses de convivencia puedo decir que, a las órdenes de estos tres oficiales, me iría al fin del mundo a combatir hasta dar la vida. Muchos años después supe por casualidad que uno de ellos era coronel con posibilidades para ascender al generalato. Y ahora relean la carta a los Hebreos. ¿Les queda clara la relación con esta historia de militares?

Recen por mi parroquia, que le hace falta, porque están como pollo sin cabeza. Y, me temo, que como ellas tantas otras y lo que no son parroquias sólo.

sábado, 20 de agosto de 2016

Lecturas del día, sábado, 20 de agosto. Poema "Jehová enterrado, Satán muerto..." de E.E. Cummings. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (43,1-7a):

En aquellos días, el ángel me condujo a la puerta oriental: vi la gloria del Dios de Israel que venia de oriente, con estruendo de aguas caudalosas: la tierra reflejó su gloria. La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Y caí rostro en tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo.
Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo –el hombre seguía a mi lado–, y me decía: «Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 84,9ab.10.11-12.13-14

R/.
La gloria del Señor habitará en nuestra tierra

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Díos anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. »
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor

Poema:
"Jehová enterrado, Satán muerto..." de E.E. Cummings

Jehová enterrado, Satán muerto,
los medrosos adoran lo mucho y lo rápido;
no sintiendo lo malo como malo,
la mansedumbre pasa por bondad;
obedece dice Toc, sométete dice Tic;
la Eternidad es un Plan Quinquenal:
si la Alegría y el Dolor están en la casa de empeños,
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

bribones sin sueños avanzan saciados de sombras,
Fulano es Mengano y Mengano es Zutano;
mientras los chismes asesinan, gritan y suman,
el culto a lo igual es lo más chic;
con instrumentos nuevos,
se mide precisamente lo nuevo:
si para besar el micrófono el Judío se hace marrano,
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

los mentirosos invocan a gritos la Verdad,
los esclavos dan taconazos pidiendo Libertad;
donde los Necios son santos, locos los poetas,
chillan los ilustres ilusos del Progreso;
cuando se proscriben las Almas, enferman los corazones,
con corazones enfermos las mentes no pueden nada:
si el Odio es un juego y el Amor un coito,
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

Cristo Rey, este mundo hace agua por todas partes;
y no hay salvavidas:
sólo puede caminar sobre las olas
Aquel que se atreve a llamarse hombre.

"Jehovah buried, Satan dead..."

Jehovah buried, Satan dead,
do fearers worship Much and Quick;
badness not being felt as bad,
itself thinks goodness what is meek;
obey says toc, submit says tic,
Eternity's a Five Year Plan:
if Joy with Pain shall hand in hock
who dares to call himself a man?

go dreamless knaves on Shadows fed,
your Harry's Tom, your Tom is Dick;
while Gadgets murder squack and add,
the cult of Same is all the chic;
by instruments, both span and spic,
are justly measured Spic and Span:
to kiss the mike if Jew turn kike
who dares to call himself a man?

loudly for Truth have liars pled, click;
where Boobs are holy, poets mad,
illustrious punks of Progress shriek;
when Souls are outlawed, Hearts are sick,
Hearts being sick, Minds nothing can:
if Hate's a game and Love's a fuck
who dares to call himself a man?

King Christ, this world is all aleak;
and life preservers there are none:
and waves which only He may walk
Who dares to call Himself a man.

Breve comentario

En esta ocasión cedo este pequeño espacio a un sencillo y excelente comentario de otra persona. Quién mejor que un pastor para comentar las palabras del evangelio de hoy. Se trata de un pastor claretiano, Fernando Torres cmf. Les dejo con sus palabras que pueden leer en este enlace:

viernes, 19 de agosto de 2016

Lecturas del día, viernes, 19 de agosto. Poema "De Profundis" de Dámaso Alonso. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,1-14):

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mi y, con su Espíritu, el Señor me sacó y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran innumerables sobre la superficie del valle y estaban completamente secos.
Me preguntó: «Hijo de Adán, ¿podrán revivir estos huesos?»
Yo respondí: «Señor, tú lo sabes.»
Él me dijo: «Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: "¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis. Y sabréis que yo soy el Señor."»
Y profeticé como me había ordenado y, a la voz de mi oráculo, hubo un estrépito, y los huesos se juntaron hueso con hueso. Me fijé en ellos: tenían encima tendones, la carne había crecido, y la piel los recubría; pero no tenían espíritu.
Entonces me dijo: «Conjura al espíritu, conjura, hijo de Adán, y di al espíritu: "Así lo dice el Señor: De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan."»
Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.
Y me dijo: «Hijo de Adán, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: "Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados." Por eso, profetiza y diles: "Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago."» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 106,2-3.4-5.6-7.8-9

R/.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente. R/.

Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida. R/.

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada. R/.

Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes. R/.

Evangelio de mañana

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor

Poema:
De Profundis de Dámaso Alonso

Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos! - See more at: http://trianarts.com/damaso-alonso-de-profundis/#sthash.WxY5lG0O.dpuf
Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi [pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que [fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al [príncipe,
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!


Breve comentario

El amor del que habla Dios sólo puede nacer de la humildad. La humildad supone una realidad esencial para que tal entrega del corazón pueda darse: significa la superación de todo obstáculo entre el corazón del hombre y Dios, el factor que libera el camino de nuestra salvación, que depende de la gracia de Dios, pero que precisa de nuestra capacidad de entrega. Y desde la humildad ya podemos amar, dicho en lenguaje castizo, lo que nos echen: al cónyuge a veces un tanto insoportable, al enemigo que nos odia con rencor siciliano, al débil en su fortaleza, al fuerte en su impotencia, al que pide, al que busca, al ateo, a la chica que me sonríe cuando no debería, y a la que no me sonríe cuando debería, al que va en pantalón bermudas a comulgar después de acudir a la confesión para seguir pecando, al que utiliza un sacramento para sus intereses personales (contra alguien, a favor de alguien)... 

Por poemas como el de arriba, el bueno de D. Dámaso fue acusado de escribir una literatura tremendista, como tantos otros escritores coetáneos, de los cuales Cela con su ...Pascual Duarte tal vez sea el más renombrado. Eran los años cuarenta en España, la de la inmediata posguerra, época recia donde las hubiera, que exigía unas dosis de elaboración de ingentes cantidades de dolor. La realidad menos amable le saltaba a la cara a cualquiera entonces. Más allá de discusiones literarias, es cierto que este poeta gustaba del énfasis y la reiteración como mecanismos preferentes para reflejar el eje de lo que quería transmitir. Y lo conseguía de una forma magistral ("Mujer con alcuza", otro poema del mismo libro -Hijos de la ira (1944)-, tal vez sea uno de los mejores que se ha escrito nunca en nuestro idioma y, en general, en la literatura universal). Tremendista o no el poema expresa con toda intensidad esa humildad que se precisa para ofrecerse a Dios sin reservas. Sólo sabiendo lo que somos podemos amar. Y ante Dios no somos nada. E insisto, una vez anonadados, estaremos llenos del Espíritu Santo para cumplir la voluntad del Señor que no es otra que amar como Él nos amó.

La humildad tiene un cierto origen común al de la fe. Por así decir nace de un movimiento de la voluntad a entregarse a algo que es estimado como bueno. Esa estimación no radica tanto en una certeza obtenida por un conocimiento racional, sino por una realidad que es vivida como buena, como un objeto que nos hace bien, y en consecuencia nos atrae. Ante lo bueno la naturaleza humana tiende a hacerse sencilla, pequeña, niña, confiada: a entregarse, en definitiva. Cuando uno se siente atraído por algo bueno, tiende el ser humano, por decirlo de algún modo, a ablandarse, a enternecerse, a ensimismarse en la contemplación de lo amado. Eso nos puede pasar con una persona, con una obra de arte, con un poema, con un paisaje... Asimismo sucede en la dirección inversa, cuando estamos ante lo horrible, lo malo, lo dañino, tendemos a endurecernos, a sacar las garras, a defendernos de la dureza ajena endureciéndonos nosotros, no contemplando lo repulsivo, sino dándole la espalda, y si no nos queda más remedio que mirarlo de frente, lo hacemos con mirada penetrante y a los ojos. Hay otros orígenes de la humildad (una vida de sufrimientos, una debilidad congénita... -Mt 19,12-), pero siempre obedece al mecanismo descrito más arriba.

Sí, hasta la putrefacción es una creación de Dios perfectamente necesaria. Y se puede desear ser o reconocerse menos que nada por amor a Dios, para ser pisado por Dios. No hay masoquismo alguno en esto: es el extremo de la entrega incondicional que proviene de conocer el infinito regalo que Dios nos hace a nosotros amándonos, y evoca pálidamente el anonadamiento por amor de Cristo en la cruz, de Cristo niño en Belén, de Cristo en el vientre de María. Ser abono, excremento, lo último por amor a Dios es mucho, y es algo querido por Dios, porque supone lo que Él tanto desea y busca en el corazón de los hombres a los que ama: "un corazón contrito y humillado" (Sal 51). Sólo desde ahí el amor es posible.
Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos! - See more at: http://trianarts.com/damaso-alonso-de-profundis/#sthash.WxY5lG0O.dpuf

jueves, 18 de agosto de 2016

Lecturas del día, jueves, 18 de agosto. Poema "Lugares del encuentro" de Ernestina de Champourcin. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (36,23-28):

Así dice el Señor: «Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor–, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,12-13.14-15.18-19

R/.
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias


Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,1-14):

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Palabra del Señor

Poema:
Lugares del encuentro de Ernestina de Champourcin
 
                         (Primer lugar: combate)

Hay un camino estrecho. 
¿Encogerse, escapar? 
Posible nacimiento
hacia un ser diferente 
o este luchar eterno 
que nos deja agotados,
sin rumbo ni deseos.
Lugar de la batalla.
Ir hacia el punto extremo
o jugárselo todo
hasta quedar maltrecho,
pero nunca vencido.
Lugar del gozo eterno.
Para llegar a él,
quemarse hasta los huesos.

                         (Segundo lugar: inquietud)

Desazón y cansancio.
La sombra del camino 
invita a ir dormitando,
a quebrar una rama, 
a quedarse varado
a orillas de una fuente,
a caminar despacio
sin el brío primero.
No te estés descuidado,
Señor, si me detengo.
Arráncame del vago
ensueño que me acecha
y devuélveme al largo 
sendero que me lleva 
al lugar codiciado.

Breve comentario

Hoy Dios nos invita a un gran banquete de bodas. En la boda se hermanan, por voluntad divina, la humanidad con su Señor: Dios quiere salvar a todas sus criaturas. Y nos busca con sus emisarios allá donde vivimos. ¿Y cómo respondemos? Bueno, los primeros hombres elegidos, los judíos, no muy bien. Aún hoy se resisten a creer en la venida del Mesías hace dos mil años. Ante tal resistencia, aquellos hombres que rechazaron su llamada y el reconocimiento de Dios al que esperaban, sufrieron todo tipo de penalidades (y aún las sufren). Y ante tal resistencia, Dios decide abrir el campo de su plan salvífico a toda la humanidad, con independencia de su origen, nacionalidad, cultura... Así, nos llama a todos. ¿Y cómo respondemos? Que cada uno vea. 

En la parábola, acuden al banquete al final todo tipo de gentes, después de haber castigado a los primeros convidados que rechazaron la invitación de Dios. Y, en principio, todos son aceptados de buen grado por haber acudido. Sin embargo, hay un comensal que es un caso peculiar. Buscado por los caminos e invitado al banquete, acude; pero acude de cualquier manera: sin el debido respeto, vestido como lo haría en un día cualquiera. Esto habla de que esta persona no entendía la condición de excepcionalidad de aquel evento, y la gracia concedida al ser invitado al mismo. Es más, el rey (Dios) le pregunta directamente la causa de su desatención, y se permite no contestarle. Está claro que aquel sujeto no era mejor que los primeros que rechazaron la invitación: venía a gozar de la fiesta sin poner nada de su parte, siquiera una mera deferencia en el vestir ante el privilegio que el rey le concede sin él merecerlo.  En consecuencia, se hace acreedor del mismo castigo que aquellos.

¿Por qué hizo esto aquel comensal? ¿Qué tipo de rechazo significa su actitud? ¿Un puro egoísmo de lo más primario ("Me dan de comer gratis y de lo mejor, y además en un ambiente de lujo")? ¿A quién puede representar? He leído y escuchado que esta persona acude al banquete triste, y esta tristeza, profundamente inadecuada a la situación, resulta pecaminosa; es equivalente a decir que el amor de Dios que está sintiendo le decepciona. No sé hasta qué punto esta forma de verlo es la más adecuada, pues es imposible mantener tristeza alguna cuando se está gozando de la presencia del Señor (cuando el Señor se presenta lo único que se experimenta, además del estupor inicial, es el goce más excelso); a no ser que sobrentendamos que este comensal acude sin saber que está ante el rey. Y la parábola no deja lugar a dudas de que sabía quién le invitaba. Sentir tristeza en tal situación no cuadra con la naturaleza humana en una relación de plenitud con Dios. Abundando en lo que afirmé más arriba, la interpretación más sencilla es la más evidente: la falta de respeto. Este hombre vendría a representar a aquel que, ya sea por vanidad, ignorancia, narcisismo o cualquier otro motivo, antepone su individualidad al ofrecimiento amoroso con que un otro le agasaja, siendo ese otro nada menos que el rey. Hay personas así, ciertamente, que sienten que todo les es debido, hasta el amor gratuito de Dios. En este sentido la ofensa es de dimensiones brutales: uno se pone delante de Dios con la actitud del acreedor que exige la deuda vencida. ¿Por qué alguien se va a vestir mejor para otro, si éste sólo le ofrece lo que le es debido? La actitud del comensal mal vestido frente a Dios es la de aquel que espera ser servido por Él, o servirse de Él, y no servirle a Él, o en este caso, agradecer el don de la invitación no merecida.

Lo dicho, que cada uno vea con qué respeto se acerca a lo más sagrado. Vamos mal vestidos ante la fiesta a la que el Señor nos invita no sólo cuando acudimos con pantalones cortos o chanclas, o con las espaldas desnudas y diminutas minifaldas o enormes escotes (que también), sino cuando acudimos a comulgar con pecados capitales no perdonados o sintiéndose orgulloso de los veniales cometidos o de la infinidad de faltas y ofensas en las que gozosamente incurrimos como respiramos, sin el menor escrúpulo. Vamos mal vestidos cuando acudimos al sacramento de la confesión para justificarnos ante Dios, cuando utilizamos este sacramento para apoyar a un cura, o sin manifestar el menor propósito de enmienda o no siendo sinceros en la revelación de nuestros pecados. Vamos mal vestidos cuando acudimos a misa por costumbre, porque siempre se ha hecho así, aunque realmente ya apenas creemos, aunque sólo practicamos en lo de acudir a misa y en nada más. Vamos mal vestidos cuando creemos al acudir a misa que soy mejor que aquel que no va, o con la idea de que Dios me quiere aunque peque, aunque no asuma la moral católica, o aunque sólo asuma dicha moral y el amor al prójimo me quede muy lejos. Vamos pésimamente vestidos, aun llevando amito, alba, cíngulo, casulla, estola, cuando las homilías están presididas por las bajas pasiones (la envidia, el rencor, la egolatría, etc)... Así de desastrados podemos ir ante el Señor con chanclas o con gemelos dorados en los puños. Que cada uno vea cómo se sienta ante la mesa del Señor.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Lecturas del día, miércoles, 17 de agosto. Poema "¡El cura!" de José Luis Martín Descalzo. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (34,1-11):

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles: "¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: '¡Lo juro por mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor. Así dice el Señor: Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a si mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar. Así dice el Señor Dios: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/.
El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,1-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra del Señor

Poema:
¡El cura! de José Luis Martín Descalzo 

Yo soy, yo soy. Mirad: esta es mi carne,
estos mis huesos, esta mi palabra,
esta mi voz como un caballo ardiendo.
¿Qué tienen de distinto mis entrañas
y las vuestras? ¿Qué sangre me alimenta
que no pase por vuestras propias venas?
Yo soy el desterrado, soy el prófugo,
el leproso, el extraño, el enemigo.
Yo soy el comediante, el que predica
por oficio y gana con latines
el pedazo de pan que le alimenta.
¿Qué perro como yo? En vuestras calles
sólo cuchillos veo en las miradas;
os quiero hablar y siento
que mi lengua es distinta de la vuestra
y que llamáis hipócritas mis lágrimas.
Yo soy el aguafiestas, el que estorba
ya siempre y por oficio,
el hombre que ha enterrado las caricias
bajo las hondas bóvedas del alma.
Soy el enterrador de vuestra sangre,
el espantajo negro de la muerte,
el coco de palabras cavernosas
que suenan a novísimos e infierno.

Este soy. Este mismo
que está luchando ahora con las lágrimas
porque quisiera ser y no está siendo,
porque quisiera amar y casi odia,
porque siente que el alma se le rompe
al pronunciar esta palabra: hermano.
Porque sabe que os ama, porque llora
palabras de verdad, porque ha nacido
con un corazón niño entre los dedos.

Este soy. Este niño
que ahora está soñando en los jardines,
que ríe a los chiquillos, que sería
feliz corriendo tras las mariposas,
que siento se me escapa de las manos
para buscar inquietas lagartijas.

Es verdad. Es verdad. Soy el extraño,
el hipócrita, el hombre que no ama,
que no ha tenido madre, que no sabe
sonreír porque tiene seca el alma,
el hombre que quería destruir
en tres días el templo.
Rasgaos ante mí las vestiduras
una vez más. Porque os estoy amando.
Porque estoy abrumado de delitos,
porque hoy he llorado y he reído
al pensar que mañana -sí, mañana-,
cuando huelan a Dios aún mis manos,
las vendrán a besar unos chiquillos.

Breve comentario

...Ay, los pastores... Las tres lecturas litúrgicas tratan sobre ellos. Parece que es una constante de la debilidad humana no ser capaces de dar la medida de lo que somos. Ayer el profeta Ezequiel acusaba de forma implacable a un reyezuelo por envanecerse hasta el punto de considerarse un dios, algo por lo demás repetido no pocas veces a lo largo de la historia. Hoy, el mismo profeta acusa con no menor rigor a los pastores de Israel que hacen dejación de su misión de guiar al pueblo hacia Dios, para abandonarse a sus indignidades y miserias humanas. En cierta ocasión, un feligrés ya anciano, organista desde hacía más de cuarenta años en la misma parroquia, me hizo una confesión que no por evidente me sorprendió menos en un joven converso como era yo entonces. Un tanto confuso ante las manifiestas limitaciones (por decirlo así) que presentaba cierto cura, me dijo desde su amplia experiencia y conocimiento de muchos de ellos: "Los curas son hombres como cualquiera." Y es cierto.

Pero la función que ejercen, su vocación, no es como cualquier otra. Nadie tiene como misión expresa y obligación única traer o hacer presente a la vida de los hombres a Dios, con todas las prerrogativas de autoridad que la ordenación les concede. Es cierto que como en cualquier profesión hay curas excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos; ya digo, como abogados, médicos, ingenieros o fontaneros. La especialísima función del sacerdote, del pastor de almas, hace que el beneficio de su tarea sea incomparablemente superior al de cualquier otro "profesional" (hablemos así para entendernos); pero, del mismo modo, el perjuicio que puede acarrear un mal pastor o un pastor que deja de serlo para pastorearse a sí mismo a costa de los feligreses, o que ya ha dejado de creer en que él pueda ser guía para nadie, también son de dimensiones inconmensurables, pues así como puede acercar a Dios a los hombres, lo puede alejar. Nada más triste que un sacerdote obstáculo; nada más gozoso que un sacerdote intermediario. Recuerdo una vez que estuve hospedado en cierto hotel cuyo servicio de cocina era realmente bueno, pero el servicio de mesa resultaba espantoso. Como le dije al maître: "Lástima que entre la cocina y los clientes se interpongan ustedes." Parafraseando la famosa despedida de los amantes en la película Casablanca, siempre nos quedará Jesús, el pastor que nunca falla, como nos recuerda el salmo de hoy.

En su descargo vaya que hoy ser pastor de almas es posiblemente la tarea más difícil que quepa imaginar, dado que el hombre de nuestro tiempo cree sinceramente que no necesitamos ser pastoreados, pues cada uno ya se basta con su autónoma y libérrima voluntad y criterio; ni mucho menos se creen necesitados de salvación o de limpiar sus culpas. Y todo ello sin mencionar el sentimiento anticlerical muy extendido. Ni siquiera al alma o a Dios mismo se le concede entidad alguna.

Sin embargo, el hombre está más necesitado que nunca de una justicia de misericordia, no simplemente humana. La justicia humana no pastorea: simplemente aplica una ley que se dan los hombres a sí mismos, si viven en democracia (y hasta esto es muy discutible, pero dejémoslo aquí), o que el tirano de turno ha impuesto con mejor o peor criterio. El propietario de las tierras que se describe en el evangelio se comporta como un pastor, como un padre, no como tal propietario, empresario o patrono (lo de "emprendedor" es una broma de mal gusto, pues en la vida cualquiera emprendemos muchas cosas por las que no cobramos nada -nada material, me refiero-). No paga en función del tiempo trabajado, sino que el salario se recibe por haber acudido a su llamada (o a su "oferta de empleo"). Siempre se me han dado muy mal las entrevistas de trabajo: nunca he conseguido convencer de mis aptitudes, bien porque mi currículum no las refleja, bien porque no se pueden demostrar documentalmente, bien porque ya tengo demasiados años y mi pelo es también demasiado gris, bien porque mi "perfil" (que llaman) no se adecúa al suyo... Me aplican la justicia humana. Nadie nos conoce realmente, y por unos papeles o por la falta de ellos nos valoran. Dios no es así; Dios acepta a quien acude a Él, Dios nos conoce como el Padre que es de todos nosotros. Y nos paga lo mismo a todos con independencia de nuestras peculiaridades, pues nos ama. Se trata de amor y de amar, esa es nuestra tarea, y no de perfiles ni de currículos de imposible satisfacción. Eso es ser un buen pastor.

Recemos por los pastores siempre, necesitadísimos todos ellos de nuestras oraciones, pues su misión es la más importante que ningún hombre pueda ostentar en esta vida. Y que Dios nos conceda paciencia y comprensión con la debilidad humana, primero la nuestra, y muy en especial la de los pastores, pues siendo hombres como cualquiera, se convierten en demasiadas ocasiones como "el más cualquiera" de los hombres. Del poema, escrito por un conocido sacerdote en su momento, me quedo con sus versos finales:

"Porque os estoy amando.
Porque estoy abrumado de delitos,
porque hoy he llorado y he reído
al pensar que mañana -sí, mañana-,
cuando huelan a Dios aún mis manos,
las vendrán a besar unos chiquillos."

Que incluso los peores pastores tengan más satisfacciones espirituales que el beso en la mano de unos chiquillos. Cuidándolos, tal vez se vuelvan mejores, pues para pastorear se necesita tener fe y esperanza, y ser caritativos con sus errores. Es posible así que ellos no se pierdan y estén a la altura de su nobilísimo cometido. Y no nos pierdan a nosotros.