Lecturas del día, sábado, 12 de noviembre. Poema "Poema LXXXIX" de Dulce María Loynaz. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la tercera carta del apóstol san Juan (5-8):

Querido amigo Gayo, te portas con plena lealtad en todo lo que haces por los hermanos, y eso que para ti son extraños. Ellos han hablado de tu caridad ante la comunidad de aquí. Por favor, provéelos para el viaje como Dios se merece; ellos se pusieron en camino para trabajar por él sin aceptar nada de los gentiles. Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos, cooperando así en la propagación de la verdad.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 111,1-2.3-4.5-6

R/. Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor

 

Poema:

Poema LXXXIX de Dulce María Loynaz

 

Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza, porque ni un [solo día de la semana me olvido de que fui barro en tu mano.

Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú...  

 

Breve comentario

 

La justicia terrena suele ser precaria como tal. Precaria por incompleta, parcial, limitada, o por abiertamente injusta. Las causas pueden ser innumerables, pero en general no satisface al hombre que precisa de ella. La Justicia de Dios no está afectada de las imperfecciones de la humana. Dios explora y conoce los corazones de un modo transparente, y en función de su Ley da a cada uno lo que le corresponde. Darle a cada uno lo que le corresponde con la Ley del Amor de Dios es ser misericordioso con las almas que merecen su perdón, y ser implacable con los que no son dignos de él. Conviene recordar este punto, pues se cultiva cierta confusión en torno a lo ilimitado del perdón divino. El perdón de Dios es, en efecto, ilimitado, pero sólo para aquel que siendo consciente de su falta se arrepiente del mal cometido con sincero corazón. De lo contrario, no habrá perdón en aquel que no reconoce mal alguno o no concede autoridad alguna al juez divino.

 

Tanto es así que se pregunta el Señor en voz alta si cuando regrese al final de los tiempos encontrará semejante fe en la tierra. De momento, aún existe, si bien cada vez más precaria, acosada y escasa. Sin noción de pecado y sin noción de juicio final, y, por ende, de salvación o condenación de las almas, no puede haber perdón. En consecuencia, Dios ejecutará con sencilla justicia siempre aquello que la propia criatura haya decidido ya con su vida, en el ejercicio de su voluntad libre. Nos salvamos o nos condenamos en función de nuestros actos y motivaciones. Dios simplemente, actuando en consecuencia, imparte la justicia de la que nos hayamos hecho acreedores. Nada más... y nada menos.

Que nunca olvidemos que hemos sido barro en sus manos, que Él no se olvidará, entonces, de salvarnos.