martes, 15 de noviembre de 2016

Lecturas del día, martes, 15 de noviembre. Poema "Si derribas el muro..." de Ernestina de Champourcin. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (3,1-6.14-22):

Yo, Juan, escuché al Señor que me decía: «Escribe al ángel de la Iglesia en Sardes: “Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos. El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea: “Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5

R/.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono.

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor

Poema:
"Si derribas el muro..." de Ernestina de Champourcin

¡Si derribas el muro
qué gozo en todas partes!
¡Qué lazo de palabras
se sentirá en la tierra!
Y todo será nuevo,
como recién nacido...
Si derribas el muro
de todas las mentiras
¡Qué júbilo de amor
abierto sobre el mundo!
¡Qué horizonte sin nubes
en la curva del cielo!
 
Breve comentario
 
Jesús es un experto en derribar muros. ¿Qué muros? La infinidad de muros de la mentira, del qué dirán, de la hipocresía, de... Infinidad. Hoy el muro era llamar y hospedarse en la casa de un indeseable del calibre de Zaqueo, que no sólo era publicano, sino jefe de publicanos, pues llevaba años esquilmando los recursos de su propio pueblo para beneficio del Imperio romano, de los cuales se llevaba, como dicen ahora, una buena "mordida". Era rico a costa de su comunidad y a costa de arrastrarse ante el poder extranjero que lo sojuzgaba; era además irreligioso, y posiblemente entregado a una vida licenciosa conocida por todos, como suele provocar  con mucha frecuencia el dinero fácil, la opulencia del gañán y la inmoralidad premiada. 

Y a un tipo así el Señor llama. ¿Por qué lo hace? Cabría pensar muchas razones que justifican su llamada. El Señor, que lee en los corazones, conocería la profunda miseria que anidaba en este hombre, miseria afectiva, moral, heridas de todo tipo, carencias, una cierta ignorancia u orfandad esencial de bondad, etc., y por ello se apiadó de Él. Posiblemente. Dios prefiere a los pobres, y Zaqueo con toda su patrimonio material, con toda su evidente riqueza, era uno de los hombres más miserables de aquel lugar.

Pero lo central no es por qué llama a un indeseable (lo llama precisamente por serlo), sino cuándo en verdad ocurre esta llamada. La llamada se origina mucho antes de que el Señor se dirija a él directamente. Se produce cuando Zaqueo supo que el Mesías entraba a la ciudad. En ese momento, quiso conocerlo, verle, saber quién era. Se sintió llamado cuando supo que la presencia del Maestro estaba cerca. Y Zaqueo, siendo uno de los hombres más despreciables de Jericó, se acercó a Él como describe el evangelista: acudió a su llamada. Al Señor, cuando lo vio subido en aquel árbol, seguramente en una postura bastante ridícula, no le quedó otra que llamarle de un modo ostensible, con palabras, para que se enterase toda la comunidad de la conversión de aquel hombre, muy anterior a este diálogo.

Se derribaron varios muros, pues. El primero, el de Zaqueo; pero también el de aquellos que creían que un pecador público no puede tener el menor reconocimiento de un maestro de la Ley. Este último es un muro que, dos mil años después, aún debemos seguir derribando una  y otra vez, con actitud cristiana. Es evidente que ese reconocimiento de Dios no le vino en tanto publicano o pecador, sino en tanto convertido; conversión que se refleja en la reparación económica con que resarciría a todos aquellos que estafó con sus "mordidas", y muy probablemente en el abandono de la actividad de recaudador. Pero también, y sobre todo, se refleja en que buscó a Dios, en que quería conocerle, agasajarle, pedirle perdón por la miseria espiritual y moral de su vida.

Lo que piensen los demás de la gratuidad del amor de Dios, de su misericordia abierta a todos, al Señor le traía sin cuidado, pero con su ejemplo de amor, esos muros, aún presentes, jamás ya volvieron a ser tan altos. O al menos ya no podían tener justificación para quien quisiera ser seguidor de Cristo.
¡Si derribas el muro
qué gozo en todas partes!
¡Qué lazo de palabras
se sentirá en la tierra!
Y todo será nuevo,
como recién nacido...
Si derribas el muro
de todas las mentiras
¡Qué júbilo de amor
abierto sobre el mundo!
¡Qué horizonte sin nubes
en la curva del cielo!

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