domingo, 6 de noviembre de 2016

Lecturas del día, domingo, 6 de noviembre. Poema "En el depósito de cadáveres hay un niño" de Luis Pimentel. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»
El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.»
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.»
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 16,1.5-6.8.15

R/.
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5):

Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

Palabra del Señor

Poema:
En el depósito de cadáveres hay un niño de Luis Pimentel

Ya se marchó el ministro del Señor
-visita de cumplido-
y su hisopo lleno de rutina.
Tú creías que era un sonajero,
y te quedaste muerto jugando con la lluvia.

El depósito de cadáveres es grande para ti.
Y la negra mesa.
Y tu sombra.
Y el silencio de cemento húmedo.

Tú y yo nos entenderemos eternamente.

Llega hasta aquí una canción herida
que se cae y se levanta.
Viene del misterio de los remansos,
en el río, bajo los chopos,
donde las barcas atadas
vigilan las estrellas que quieren ahogarse.

La ciudad no sabe nada de estas cosas,
y en tu cuerpo aún ha quedado
una luz tenue que alumbra el depósito:
la muerte, que ha untado tus mejillas
de una cosa demasiado seria.

Pero en tus ojos aún existen
diminutos jardines encendidos
por los que jamás anduvieron tus pies,
tu pequeñita sombra.

Estás conmigo,
con las manos cerradas, apretadas,
sin querer soltar ese trocito de silencio
que te llevas de este mundo.

Breve comentario

La resurrección es uno de los misterios más insondables de nuestra fe. Creemos en la resurrección porque el Señor resucitó, y porque sin ella nada de la Palabra de Dios tiene el menor sentido. Para quien no crea, la resurrección puede parecerle mil cosas: mero consuelo humano ante el dolor de la muerte, producto cultural procedente de otros pueblos y conectada con otras creencias que suponen una vida post mortem, etc. Nosotros creemos en la resurrección tal como nos la expone Jesucristo. La vida que esperamos merecer tras nuestra muerte nada tiene que ver con otras concepciones no cristianas.

Aunque nada sabemos de aquel mundo, una cierta resurrección sí nos es conocida en esta vida, en cuanto que la muerte no borra del todo aquello que ha sido vivido. Además de la hermosa experiencia del cambio de las estaciones, el hecho invariable de que tras la muerte que el invierno significa siempre espera a su final la primavera con nueva vida, también contamos con los recuerdos y vivencias de aquellos que murieron y nos amaron, pero que viven en nuestros corazones. Ya en esta experiencia se nos anuncia que el amor puede superar la barrera de la ausencia que la muerte provoca. Es verdad que es una experiencia precaria de "supervivencia", pues pocos son aquellos que serán recordados por más de dos o tres generaciones después de su fallecimiento; pero ya indica que aquello que fue vivido no se pierde en la degradación que le es propia a la materia.

Por ello, escojo este hermoso poema de este excelente poeta demasiado desconocido. Pimentel, además de poeta, era médico. Esta mezcla de vocaciones y sensibilidades suele ser de lo más atractiva. Los médicos están en contacto directo, mucho más que otras ocupaciones, con el aspecto más desvalido y vulnerable del ser humano. Si el médico es poeta, la fuente de inspiración puede ser inagotable. Así, en sus poemas suele haber enfermos, ancianos, niños, accidentados, mendigos, cadáveres, enfermeras, quirófanos, pasillos blancos de hospital, dolor, esperanza, soledad, cansancio... y la desnudez más conmovedora e inerme que el poeta/médico respeta en grado máximo y trata con la delicadeza más extremada. Así, en un lugar tan inhóspito y frío como un depósito de cadáveres, hace "revivir" a un pobre niño muerto en su inocencia apenas estrenada. Y esta capacidad del amor humano (que procede del de Dios) de resucitar en nuestro corazón lo que en el mundo ya no existe, a pesar de la desolación de la muerte, de la desolación del depósito, de la desolación del cura funcionario, de la desolación de la soledad, de la desolación del médico ante la contemplación del cadáver de un niño pequeño yacente indefenso y desnudo en la mesa de autopsias, es un signo de la resurrección definitiva, de que a pesar de todas las desolaciones de este mundo, "Tú y yo nos entenderemos eternamente." 

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