lunes, 29 de febrero de 2016

Lecturas del día, lunes, 29 de febrero. Poema "Entrega total" de Cristina de Arteaga. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (5,1-15a):

En aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido la victoria a Siria.

Pero, siendo un gran militar, era leproso.

Una banda de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a su señora:

– «Ah, si mi señor pudiera presentase ante el profeta que hay en Samaria. Él lo curaría de su lepra».

Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:

– «Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».

Y el rey de Siria contestó:

– «Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel.»

Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y un carta al rey de Israel que decía:

– «Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra».

Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó las vestiduras, diciendo:

-«¿Soy yo un dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis cómo está buscando querella contra mí».

Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran:

– «¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»

Llego Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:

– «Ve a lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».

Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:

– «Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abana y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio»

Dándose la vuelta , se marcho furioso. Sus servidores se le acercaron para decirle:

– «Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio!”»

Bajó, pues, y se baño en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio.

Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:

– «Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 41,2.3;42,3.4

R/.
Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el rostro de Dios?


Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,24-30):

Habiendo llegado Jesús a Nazaret , le dijo al pueblo en la sinagoga:

– «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor
 
Poema:
Entrega total de Cristina de Arteaga
 
¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo me preste
a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que aunque me cueste
me dejaré labrar sin decir nada.

¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo te sienta
ser en mí dirección y disciplina.
Hazlo Tú todo en mí. Que estoy sedienta
de ser canal de tu virtud divina.
 
 
Breve comentario
 
Estamos acostumbrados a que las cosas importantes en esta vida sean difíciles. O al menos así lo creemos. Ser competente en el trabajo, ganar dinero para mantener una casa y una familia, estar al día en las innovaciones y en el conocimiento que nos exigen nuestras frenéticas sociedades para no quedarnos al margen de las mismas, y un largo etcétera, exigen denodados esfuerzos de nuestra parte. Pareciera que todo es lucha, competencia, rivalidad por ganarse un "hueco", pues no hay "huecos" para todos (a veces, muy reveladoramente, a estos huecos los llaman "nichos"). Y ciertamente todas estas cosas tienen su innegable importancia. Pero con la dificultad de esta vida nos suceden dos cosas en el corazón: nos endurecemos (y, en consecuencia, nos empobrecemos) y nos vamos llenando de orgullo (o de frustración, si no tenemos éxito en esta lucha). Por ello se revela Naamán a las indicaciones del profeta: es demasiado sencillo lo que le exige. Naamán, general supremo de las milicias sirias, acostumbrado a las campañas de guerra en terrenos desérticos y en medio de toda suerte de dificultades, le parece de una banalidad escandalosa que le digan que se bañe en un río para ser curado de su lepra. ¿Para esto he hecho yo este camino?; ¿acaso no hay ríos más caudalosos en mi tierra?, se dice. Sólo le convencen los criados, mucho más familiarizados que su señor a la humildad, recordándole que si le hubiera pedido el profeta algo difícil no hubiera dudado en afrontarlo; si lo que le pide es fácil, ¿no lo va a hacer?
 
Sin quitar importancia a esta lucha cierta y real, nuestra "lucha" más importante es otra: nuestra relación con Dios. Ésta, a pesar de que las realidades espirituales son en apariencia más esquivas que las terrenales, no muestra el mismo grado de exigencia. Cabría mejor decir que sus exigencias son de otro tenor. Pues lo que Dios busca de nosotros es que nos dejemos hacer por Él. Algo aparentemente tan sencillo es lo que más le cuesta al hombre contemporáneo, que se conduce por la vida como un Naamán cualquiera, como un general sin ejército: tan ridículos hemos llegado a ser en nuestro orgullo. A veces, para enseñarnos a dejarnos hacer, Dios permite con el fin de salvarnos todo tipo de dificultades en aquel mundo terrenal tan exigente como egoísta. Considerando la vida desde esta perspectiva trascendente, debemos dar gracias si nuestros fracasos en la vida material nos han servido para abrirnos las puertas del corazón a la acción de Dios. Si así ha sido, benditos sean esos fracasos, porque a través de ellos el Señor nos ha enseñado lo más importante: saber ver dónde se halla el camino de nuestra salvación.

domingo, 28 de febrero de 2016

Lecturas del día, domingo, 28 de febrero. Poemas "¡Alabémosle!" de Vicente Gaos y "Vamos a ver" de Gloria Fuertes. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (3,1-8a.13-15):

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.»
Respondió él: «Aquí estoy.»
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.»
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?»
Dios dijo a Moisés: «"Soy el que soy"; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy' me envía a vosotros".»
Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: "Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación".»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.11

R/.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12):

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»

Palabra del Señor
 
Poemas:
¡Alabémosle! de Vicente Gaos 
 
Perdóname, Señor, ese egoísmo
por el que a veces digo con tristeza:
"Breve es la vida. Apenas algo empieza
y al otro día acaba en el abismo".
 
Sí, todo acaba. Y Tú, por eso mismo,
Creador incansable de Belleza,
le das otra vez vida y fortaleza
y renovada gracia de bautismo.
 
Creo en la comunión del mundo hermoso,
creo en la vida nunca derrotada,
y creo que Tú, oh Padre poderoso
 
al limitarla en muerte, más amada
haces la vida al hombre. Tú, piadoso,
Tú, Creador perfecto de la Nada.
 
Vamos a ver de Gloria Fuertes

Vamos a ver si es cierto que le amamos, 
vamos a mirarnos por dentro un poco.
¡Hay cosas colgadas que a Él le lastiman;
freguemos el suelo y abramos las puertas!
¡Que salgan las lagartijas y entren las luces!
Borremos los nombres de la lista negra,
coloquemos a nuestros enemigos encima de la cómoda,
invitémosles a sopa.
Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos,
que Dios se encuentre a gusto si baja.
 
Breve comentario
 
Sí, el Señor es compasivo y misericordioso, como nos recuerda el salmo, pero precisa de nuestra conversión. La conversión es un proceso que se prolonga toda nuestra vida. Jamás acaba. Quien se dé por convertido de una vez por todas es presa del engaño. Porque no sólo necesitamos convertirnos a la fe, sino también de nuestras maneras de vivir, de nuestras inclinaciones a las que nos entregamos más o menos gozosa o libremente, de nuestras fobias y filias, de nuestras perezas, de nuestros egoísmos, etc., etc., etc. Creer es el primer paso (en verdad, como nos señala Sto. Tomás, el primero sería disponerse a abrir el corazón para recibir el don de la fe: querer creer). Pero tras éste, se abre un largo camino de perfección, de renuncias, de aprendizajes y de descubrimientos, que sólo desde la fe, la esperanza y el amor puede ser recorrido. 

La higuera es cada uno de nosotros, que somos plantados por el Señor para dar fruto. Que cada uno vea qué fruto está dando. Cada uno dará el que Dios disponga que puede dar. La higuera, sólo higos; jamás peras, pero si es higuera, debe dar higos. No importa tanto la cantidad como la calidad del "producto": siempre es óptimo aquello que nace de su causa. A un hombre sencillo no se le va a pedir ser catedrático; ni al catedrático se le va a exigir poner ladrillos. Nunca el Señor nos pide lo que no podemos dar, pero aquello para lo que estamos destinados cada uno, no dudéis de que nos lo va a exigir. Y aunque es compasivo y misericordioso, más nos vale que comencemos a darlos. Jesús es el hortelano que le pide a Dios Padre paciencia con la higuera estéril, ya que Él se encargará de que los dé. Lo dicho: más nos vale que con semejante viñador demos lo que le debemos dar.

Apoyémonos en nuestro Santísimo mediador, nuestro Señor Jesucristo. Y comencemos por meditar su Palabra, fuente infinita en la que todos nos podemos alimentar con aprovechamiento. Y dentro, que cada uno vea. Sí, "vamos a mirarnos por dentro un poco."
 
He colgado dos poemas esta vez para reflejar las distintas y múltiples dimensiones que nos exige la verdadera conversión. Gaos, desde la gravedad en el tono, en la forma y en el fondo, se plantea que debemos superar la tentación de pensar que la vida no tiene sentido por la presencia de la muerte. No es ésta pequeña conversión. La encantadora y entrañable Gloria Fuertes, desde su ingenuidad rebosante de la más profunda sabiduría, nos remite nada menos a convertirnos de nuestras comodidades e inercias, proponiendo la más alta de las conversiones: amar a nuestros enemigos. ...Casi nada lo que nos señala la "ingenua" poetisa.

sábado, 27 de febrero de 2016

Lecturas del día, sábado, 27 de febrero. Poema "Plegaria" de Xavier Villaurrutia. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

Señor, pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios. ¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102,1-2.3-4.9-10.11-12

R/.
El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»

Palabra del Señor
 
Poema:
Plegaria de Xavier Villaurrutia
 
Mi mano está cansada de pedir,
ha recorrido ya todas las puertas,
se ha abierto en los umbrales al huir
las golondrinas, y cuando las muertas
aguas de los canales parecen revivir...

Mis pies no quieren ya peregrinar,
de todos los guijarros han sufrido la herida,
están tan destrozados que se niegan a andar...
Al fin, aun cuando inmóvil, siempre será la vida
un continuo, un cansado, un cruel peregrinar.

- ¡Oh Dios! Dale a mi mano valor para extenderse.
Cuida de las heridas de mis pies desgarrados,
y sabré mendigar por entre los sembrados
cuando las hojas altas empiecen a mecerse...
 
Breve comentario
 
La párabola del hijo pródigo es tal vez la más hermosa de las ofrecidas por Jesús. Para mí no cabe duda. En ella está representada de forma paradigmática una serie de actitudes humanas en las cuales podemos identificarnos: el hijo que se pierde en sus ensoñaciones ególatras de adolescente; el hermano perfecto y cumplidor, pero con el corazón más seco que una piedra; el padre que respeta, sabe esperar y confía en la vuelta de su hijo rebelde... ¿Quién no ha experimentado en su vida algo, o mucho, de estos papeles? Algunos habrán sido inconscientes y vanidosos; otros, disciplinados, pero resentidos;  y por fin, quienes saben perdonar con paciencia los errores de los que de la vida saben muy poquito. Que cada uno vea en sí mismo dónde le aprieta el zapato.

Lo importante es que el Señor nos indica cómo es la naturaleza del Padre, del Padre de todos los padres. Y su naturaleza es misericordia, perdón, acogida. Los hijos, es decir, cada uno de nosotros, somos o tendemos a ser como los descritos; y según la etapa de la vida, participamos de ambos, (algunos, en cambio, muestran perfiles muy sólidos y definidos en uno u otro sentido). Lo dicho, que cada uno reflexione dónde se suele ubicar en su vida a la luz de esta sabia narración. Y, sobre todo, nunca olvidemos que Dios es ese Padre que nos espera siempre para hacer posible que volvamos a empezar de nuevo. Quizá sea muy difícil evitar caernos, pero de lo que podemos estar seguros es que siempre podremos levantarnos con un Padre así.

jueves, 25 de febrero de 2016

Lecturas del día, jueves, 25 de febrero. Poema: "Aquí tienes la vida" de Juan José Domenchina. Breve comentario

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. Nada más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6

R/.
Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor


Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán."
Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."»

Palabra del Señor
 
Poema:
Aquí tienes la vida de Juan José Domenchina
 
Aquí tienes la vida que me diste.
Te restituyo lo que es tuyo. Quiero
ser de verdad en tu verdad. Espero
ver, ya sin ojos, para qué me hiciste.

Si entré en el mundo, porque me metiste
en su vacío de rotundo cero,
quiero zafarme de él, y persevero
en la fe sin medir que me pediste.

...Y viví a medias. Tuve el alma triste
cuando se me salió de tu venero.
Siempre soñé llegar a lo que existe

tras la evidencia. Quiero —ya no inquiero—
lo que esperé, Señor, y tú me diste:
empezar a vivir cuando me muero. 
 
Breve comentario
 
 "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."  En efecto. El alma del hombre es capaz de esta estéril obstinación en el mal, aun sabiendo que hace mal. Ejemplos los tenemos por doquier, ¿verdad? Vulnerar el orden de la creación siempre es una tentación para la humanidad. Hoy llegamos a extremos aberrantes en este sentido, inimaginables en otra época. Pero siempre ha existido ese anchuroso camino de perdición, como se decía antiguamente. Antes que a Dios el hombre puede anteponer su deseo, y éste puede ser también cualquiera: dinero, vanidad, estatus social, sexo... Como sabemos, todas estas realidades tienen sus contrapartidas placenteras a corto plazo. Y muchos son los que viven instalados en ese corto plazo buena parte de su vida, encadenando sugestiones hueras y poco más. Nuestro tiempo conoce de esto como quizá nunca antes en la historia de la humanidad. 
 
Como escribí hace pocos días aquí, Dios es justo porque es misericordioso. Y aunque ahora tendamos a olvidar el otro lado que fundamenta el amor (es una forma de hablar, pues en verdad es el mismo), Dios es misericordioso porque es justo. Si no media arrepentimiento antes de que nos llame a su presencia, quien la hace, la paga. Y si lo hecho es tan grave que supone la negación misma de Dios, consciente y plena (y remito a la cita del inicio de este comentario), ese alma no acabará jamás de pagar por toda la eternidad. Y esto, amigos, también es misericordia.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Lecturas del día, miércoles, 24 de febrero. Poema "Ecce-Homo" de Julio Mariscal Montes. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):

Dijeron: «Venid, maquinemos contra Jeremías, porque no falta la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta; venid, lo heriremos con su propia lengua y no haremos caso de sus oráculos.»
Señor, hazme caso, oye cómo me acusan. ¿Es que se paga el bien con mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,5-6.14.15-16

R/.
Sálvame, Señor, por tu misericordia

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás, R/.

Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,17-28):

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»

Palabra del Señor

Poema:
Ecce-Homo de Julio Mariscal Montes

Así es como te quiero. Así, Dios mío:
con el dogal de "Hombre" a la garganta.
Hombre que parte el pan y suda y canta
y va y viene a los álamos y al río.

Hombre de carne y hueso para el frío
guiñol que nos combate y nos quebranta.
Arcilla de una vez para la planta
y el látigo del viento y del rocío.

Así, Señor, así es como te espero:
vencido por el fuerte, acorralado, 
cara al hambre y al mundo que te hiere. 

Carne para los perros del tempero,
piedra en que tropezar, luz y pecado:
hombre que solo nace y solo muere.

Breve comentario

Basta con leer las tres lecturas de hoy para que sobre todo comentario. Hablan por sí solas. El odio a un hombre (Jeremías) porque es bueno; el enésimo acoso al justo que describe el salmo; y como triste colofón, la mezquindad humana de los discípulos, descarnadamente reflejada en la petición de la madre de los Zebedeos y en la discusión posterior, todo ello nada más revelarles Jesús su sacrificio para la salvación de la humanidad. ¡Qué gigantesco contraste, qué abismo entre la naturaleza del hombre y la de Dios! ¡Y qué paciencia infinita la suya!... No entienden nada. Ni cuando ocurra lo que debe ocurrir, entenderán mucho más.

Ayer colgué el poema de Amado Nervo y la necesidad de no darnos a quien no está preparado para entendernos. Sin embargo, entre dar margaritas a los cerdos y marcharnos sin más, cabe una posibilidad intermedia: enseñar al que no sabe, educar el espíritu rebelde, orientar al confundido. Si el ignorante, el rebelde, el confuso se revela, a pesar de nuestros esfuerzos, como un perfecto "cerdo" (no capta el tesoro que le queremos mostrar, siquiera un pétalo, en palabras del poeta mexicano de ayer), siempre podemos marcharnos o sacudirnos el polvo de nuestros pies, como aconseja el Señor a los discípulos cuando se enfrenten a una hostilidad cerrada. La humanidad en general por muy degradada que esté (y lo está) sigue sin estar compuesta en su mayoría por cerdos. La humanidad, incluso hoy, sigue predominando sobre la vileza insondable de los cerdos.

¿Qué es lo que imagina un alma podrida frente al justo? Bueno, cada caso es un mundo, pero ahí están los pecados capitales que describen muy bien la esencia de nuestra debilidad. La vanidad, la soberbia, la envidia, el odio... Siempre se resume en una profunda ignorancia de bien, y, en consecuencia, en una voluntad que se entrega a desear aquello que contraviene su naturaleza. Las razones por las cuales esto ocurre son diversas, y exigen asimismo diferenciadas explicaciones. Es cosa sentada por las ciencias psicológicas, y cosa cierta, que más allá de que podamos apetecer cosas dañinas porque la distinción del bien sobre algo no está clara en función de su naturaleza y circunstancias, lo cierto, insisto, es que una afectividad desordenada está en la base de un juicio erróneo de la voluntad y de la razón. Se podría decir que no se percibe al otro o a la situación más que en función de mis heridas, limitaciones, pecados o errores.

La razón del poema elegido es esto mismo que acabo apenas de apuntar. El poeta prefiere a un Dios ultrajado, humillado, vencido, muerto incluso. La vida de Julio Mariscal Montes no fue psicológicamente fácil. Siendo su búsqueda de Dios genuina, la identificación con un Dios hombre en su aspecto más cruelmente descarnado habla de sus proyecciones humanas en Dios de sus propios sufrimientos. Él se veía entre los otros de algún modo como un ecce homo: necesitaba un Dios así para poder creer en Él y no sentirse tan abandonado por Él (en una época de mi vida también yo necesitaba de estos consuelos). Y por eso mismo Dios se dejó matar: para acompañarnos en nuestro dolor y redimirlo. Antonio Machado, en cambio, (cosa algo más comprensible) prefiere a un Dios omnipotente ("¡No puedo cantar, ni quiero/a ese Jesús del madero/sino al que anduvo en el mar!"); y cada hombre que conozca la vida de Cristo se quedará con una parte. La vida es un compendio de miserias propias y provocadas, de plenitudes cuasi milagrosas, de predicaciones e incomprensiones, de palabras y silencios... Pero no podemos quedarnos sólo con una parte y desechar las otras. A Dios, como a su Palabra, hay que aceptarlo entero. Todo juega un papel en la economía de la salvación. En la medida que he ido madurando, he ido aceptando toda la vida de Jesús (y conste que aceptar no significa comprender), como he ido aceptando toda mi vida, y todas las luchas por las que he pasado y paso. Necesitamos a un Dios ecce homo, a un Dios omnipotente, a un Dios eucaristía, a un Dios misericordioso, a un Dios... resucitado.

Puestos a elegir, y vaya a modo de confidencia, el Dios que prefiero es el caminante de Emaús. Tal vez algún día me atreva a cantar esta escena. Me sobrecoge tanto esta cercanía maravillosa, humilde y dulce de quien ha vencido a la muerte, que aún no tengo la frialdad ni la distancia necesaria para elegir las palabras precisas.

martes, 23 de febrero de 2016

Lecturas del día, martes, 23 de febrero. Poema "El signo" de Amado Nervo. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (1,10.16-20):

Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma, escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra: «Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid y litigaremos –dice el Señor–. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana. Si sabéis obedecer, lo sabroso de la tierra comeréis; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho el Señor.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49,8-9.16bc-17.21.23

R/.
Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios


«No te reprocho tus sacrificios ,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.

¿Por qué recitas mis preceptos y
tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.

Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú;
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor
 
Poema:
El signo de Amado Nervo 
 
No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.

No arrojes margaritas a los cerdos.

Desciende al nivel de tu interlocutor para no humillarle o desorientarle.

Sé frívolo con los frívolos…; pero de vez en cuando, como sin querer, como sin pensarlo, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del ensueño. 
 
Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre; es que para ellos aún no llega la hora.

Mas si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle enseguida un discreto signo de inteligencia...

Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea… y dale la palabra del conjuro, el
¡Sésamo, ábrete! de la verdadera libertad.
 

Breve comentario

Las lecturas de hoy nos hablan de una serie de realidades que todo cristiano debe seguir de un modo u otro. En la primera lectura, se nos exhorta a obrar bien, y el profeta nos muestra diversos actos y actitudes que lo reflejan. Concluye el pasaje recordándonos que sin espíritu de obediencia a estos consejos, tal mandato no será posible de realizar. En el salmo se subraya el carácter de verdad, de coherencia que debe presidir nuestras acciones, entre el acto y la motivación, el objetivo o fin y el deseo. De lo contrario, en la incoherencia, en la hipocresía, nuestro hacer será aparente, y para Dios no sólo no tendrá valor alguno, sino que es motivo de escándalo y de pecado. En el evangelio, S. Mateo incide en esta idea de verdad, de unidad interna, denunciando el narcisismo y la soberbia espiritual de los escribas y fariseos, que se consideraban la élite de los elegidos por Dios, vanidad desde la cual se entregaban al desprecio de la comunidad y a las injusticias y arbitrariedades más inadmisibles, siempre bajo la pátina del designio divino que sólo ellos sabían interpretar.
 
El poema de Amado Nervo que he colgado a continuación parece contrastar en parte con lo descrito en las lecturas sagradas. El poeta, profundo católico, nos invita a que seamos astutos, a que no mostremos nuestras cartas de una vez para ser más eficientes en el anuncio de la Palabra, en la presentación del Dios vivo. Leído apresuradamente, pareciera que el poeta se tiene a sí mismo en mucho frente al público ignorante al que se dirige. Sin embargo, todo lo que describe el poeta en su escrito es profundamente coherente con lo señalado más arriba. Tanto es así que recuerdan los viejos consejos que nos da S. Pablo para la pesca de hombres para Dios (Rom 12,9-21; 1 Cor 9,16-23) o las palabras del mismo Jesús a sus discípulos (Mt 10,16) . Por tanto, podrían servir como pautas útiles para todo aquel que prentenda ser un buen pastor o evangelizador.
 
La superioridad del cristiano frente al que no conoce a Cristo nunca es en virtud de sus cualidades personales. Y si aun así fuera en algunos casos, el pecado nos iguala a todos. La superioridad cierta nos la da nuestro conocimiento de Dios. Y con ese fin, para ganarlos para Dios, para salvarlos, debemos hacernos frívolos con los frívolos; con los que ríen, reiremos; con los que lloran, lloraremos, etc. La unidad, la coherencia interna nos la da la verdad que profesamos y que, por la propia dinámica que ella impone en quien la ha recibido, busca darla a conocer, compartirla. No hay desprecio ni superioridad, ni soberbia farisaica en las palabras del poeta. Los fariseos de toda época sólo buscan su lucimiento personal: no existe más verdad en ellos que ellos mismos, y ponen la Palabra de Dios a su servicio, a la gloria de sí mismos. Esta es una tentación como cualquier otra, que debemos combatir, pues al esconderse en la apariencia de una vida cumplidora y hasta virtuosa, pudre el alma con mucha mayor intensidad que al vulgar mujeriego o al usurero.
No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.
No arrojes margaritas a los cerdos.
Desciende al nivel de tu interlocutor; para no humillarle o desorientarle.
Sé frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del Ensueño.
Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.
Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle en seguida un discreto signo de inteligencia...
Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea..., y dale la palabra del conjuro, el ¡sésamo, ábrete!, de la verdadera Libertad.
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No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.
No arrojes margaritas a los cerdos.
Desciende al nivel de tu interlocutor; para no humillarle o desorientarle.
Sé frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del Ensueño.
Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.
Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle en seguida un discreto signo de inteligencia...
Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea..., y dale la palabra del conjuro, el ¡sésamo, ábrete!, de la verdadera Libertad.
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No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.
No arrojes margaritas a los cerdos.
Desciende al nivel de tu interlocutor; para no humillarle o desorientarle.
Sé frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del Ensueño.
Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.
Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle en seguida un discreto signo de inteligencia...
Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea..., y dale la palabra del conjuro, el ¡sésamo, ábrete!, de la verdadera Libertad.
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lunes, 22 de febrero de 2016

Lecturas del día, lunes, 22 de febrero. Poema "Profesión de fe" de Antonio Machado. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (5,1-4):

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3.4.5.6

R/.
El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara, mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Profesión de fe de Antonio Machado
 
Dios no es el mar, está en el mar; riela
como luna en el agua, o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.

Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!


Breve comentario

El pasaje del evangelio de hoy es muy interesante. Quien lo lea con rapidez concluirá que trata del planteamiento de la gran pregunta: ¿quién es Jesús para nosotros? Y es verdad; de esto trata. Y la meditación debe dirigirse de forma evidente en que la respondamos con sinceridad, desde nuestra experiencia de vida y de fe, desde nuestra vivencia de Él.

Pero cabe ahondar un poco más. Hay que subrayar el hecho también evidente, pero que se oculta por la fuerza misma de la pregunta, de que Dios quiere que nos preguntemos: la pregunta misma es lícita en nuestro corazón. La fe en Jesús no es una evidencia incontrovertible como lo puedan ser las evidencias sensoriales (abro los ojos, y veo; muevo mis piernas, y camino). Dios quiere que nos preguntemos, pues Dios, mucho más que evidencia, es para nuestro corazón misterio. Necesidad, sin duda, pero necesidad misteriosa a la cual hay que ponerle palabras. Dios, por supuesto, nos ayuda; pero siempre nos deja libres para decidir, para preguntarnos, para ponerle nombre a ese amor que nos trasciende.

Por ello, he elegido este conocido poema de Machado, con esa belleza austera y profunda, casi desnuda, que caracteriza su estilo. En licencia poética, admite que la criatura debe crear al Creador. Pero no sintamos herejía en tal afirmación. Es la necesidad del hombre de aprehender a Dios en sí mismo (que no por sí mismo, pues todo es gracia), tarea en la que la criatura debe decidir, ser protagonista activo de un descubrimiento. Y es tan correcto teológica y antropológicamente esta tesis, que el poeta subraya que tal re-creación debe partir necesariamente de la Creación tal como Dios la dispuso. La recreación humana de Dios debe partir de la Creación, de lo que Dios ha hecho, de su orden y sus disposiciones. La recreación así entendida supone o remite a una necesidad de la propia voluntad del hombre como ser libre, capaz por igual de la razón como de la fe. Por ello es la pregunta legítima, incluso la que se plantea quién es Jesús. Y Dios, en consecuencia, estimula el debate sobre su figura.

Por supuesto, es fundamental lo que respondamos a la misma. Como el poeta, partamos de nuestra vida para recrearle en nuestro corazón, recreación que sólo puede partir a su vez de la palabra y los hechos y obras de Jesús. Todo ello es perfecta y sabiamente coherente con la festividad que hoy celebramos, la de la Cátedra de Pedro. Porque por muy legítima que sea la pregunta, no toda respuesta vale...  

domingo, 21 de febrero de 2016

Lecturas del día, domingo, 21 de febrero. Poema "Salmo de la Transfiguración" de Gerardo Diego. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (15,5-12.17-18):

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»
Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?»
Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abran en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.7-8a.8b-9abc.13-14

R/.
El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro.» R/.

Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,17–4,1):

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor
 
Poema:
Salmo de la Transfiguración de Gerardo Diego 
 
Transfigúrame.
Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla
en tu más alta catedral.

Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado.
Quiero poder mirarte sin cegarme,
convertirme en tu luz, tu fuego altísimo
que arde de Ti y no quema ni consume.

¡Oh mi Jesús alzado sobre el trío
—Pedro, Juan y Santiago—
que cerraban sus ojos incapaces
de sostener tu Luz, tu Luz!
Y no cerrar mis párpados
como ellos los cerraban
con tu llaga de luz sustituyéndote
en inconsútil túnica incesante,
y dentro Tú manando faz de Dios.

No, déjame mirarte, contemplarte
a través de mi carne y mi figura,
de historia de mi vida y de mi sueño,
inédito capítulo en tu biblia,
vidriera que en colores me fraccionas
para unirme después en tu luz blanca
al otro lado de tu barlovento.
Si he de transfigurarme hasta tu esencia,
menester fue primero ser ese ser con límites,
hecho vicisitud, camino de figura,
pues sólo la figura
puede transfigurarse.

Toma mis rombos, lava mis losanges,
mis curvas de pecado
justifícamelas, compensa y recompensa
mis áreas caprichosas de colores de furia,
mi cristal emplomado y tan frágil,
émulo de tus Ángeles traslúcidos,
mi fábula de niño, tu parábola
que esperaba de siempre tu visita de sol.
Pues figura me hiciste y me parezco
a mí mismo en mi vitral naturaleza,
¡oh mi Hermano en María!, transfigúrame.

Pero a mí solo no. Como a los tuyos,
como a Moisés, fuego blanco de zarza;
como a Elías, carro de ardiente aluminio;
cada uno en su tienda, a ti acampados;
purifícame también a todos,
los hijos de tu Padre
que te rezan contigo o te rezaron,
o acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el Padrenuestro.
Purifícame a todos, a todos transfigúralos.

Figúralos primero si aún no alcanzan
ese grado en contornos
y tonos apagados de tapices.
Figúralos, Cristo Jesús; aún no son ellos
y por ser ellos claman, pían,
huérfanos pajarillos.
Y luego, ya trazados, ya cumplidos
en su tránsito, pávidos de hombres,
hiérelos, acribíllalos,
hazlos flecos de Ti, rayos no ajenos,
ellos siempre aunque en Ti glorificados.

Miro en torno de mí;
no, debajo de mí, en las galerías,
los gusanos de luz, casco y piqueta
que afloran luego al aire puro;
mas, ya de noche, negros de carbones.
Hazlos diamantes Tú, como a esos astros.

Si acaso no te saben, o te dudan,
o te blasfeman, limpíales piadoso,
como a Ti la Verónica, su frente,
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, y te conozcan;
espéjate en su río subterráneo,
dibújate en su alma
sin quitarles la santa libertad
de ser uno por uno tan suyos, tan distintos.

Mira, Jesús, la adúltera, no aquella
de tus palabras con el dedo en tierra;
ésta de hoy aún es más desdichada
y no piedras le arrojan, sino aplausos y flores,
y la niega el esposo y vive de ella.
Hazla también mirarse en aguas vivas
y cumplirse en sí misma,
de su virtualidad ascender a virtud,
realidad de figura bañada en paz de gracia,
dispuesta a un recrear transverberado.

Y al violento homicida,
y al mal ladrón, y al rebelde soberbio,
y a la horrenda—¡piedad!—madre desnaturada,
y al teólogo necio que pretende
apresarte en su malla farisea,
y al avaro de oídos tupidos y tapiados,
y al sacrificador de rebaños humanos.

Y, sobre todo, no abandones
al más abyecto, al repugnante
—perdón ahora para mí, no puedo
remediarlo, pero por él te pido—,
al desagradecido.
Nada me imprime más horror, Dios mío.
Sálvale Tú, despiértale
la confianza, alegría incomparable
de llorar recordando el beneficio
del amigo en que Tú, sí, te escondías.
Allégatele bien, que sienta
su corazón cobarde contra el tuyo,
coincidentes los dos en sólo un ritmo,
un ritmo y del envés ya a flor de flor,
su figura, su rostro limpidísimo.

Que todos puedan en la misma nube,
vestidura de Ti, tan sutilísima
fimbria de luz, despojarse y revestirse
de su figura vieja y en Ti transfigurada.
Y a mí con ellos todos, te lo pido,
la frente prosternada hasta hundirla en el polvo;
a mí también, el último, Señor,
preserva mi figura, transfigúrame.
 
Breve comentario
 
El misterio de la Transfiguración prefigura el gozo infinito de la beatitud celestial, cuando los hijos de Dios salvados por su misericordia logren contemplarle cara a cara. Prefigura, pues tal perfección no es posible ser vivida por hombre alguno ni en una suerte de éxtasis o unión mística. Con todo, allí es la paz de la gloria, la ausencia de todo conflicto o vicisitud, una suerte de paraíso recobrado, aún más perfecto que el de Adán y Eva. Nadie quiere salir de un "lugar" semejante. Pero aunque tales realidades y experiencias nos estén reservadas para la vida eterna (si es que somos salvos, cosa que nadie tiene garantizado aquí abajo), existe una humilde puerta de acceso, eficaz para disponer nuestro corazón a transfiguraciones más íntimas o, si se quiere, más modestas. 
 
Recordemos cómo se inicia este misterio: "(...)Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos." Es a través de la oración que el hombre se dispone a ser transformado, transfigurado en su interior por Dios. Querer hablarle a Dios es ya un modo de encuentro con Él. Lo que nos suele ocurrir es que exigimos que esa relación adquiera formas humanas: que nos hable con palabras, que nos oiga con sus oídos, que se acerque físicamente, que nos abrace con sus brazos... Y Dios habla y escucha, está próximo y nos abraza y acaricia, pero no del modo que esperamos. Hay que rezar mucho, rezar bien y rezar poniendo el corazón para que aprendamos a no imponer nuestro mundo al de Dios. Sólo así, poco a poco, en una sucesión indefinida de tímidas y casi inapreciables transfiguraciones cotidianas por la oración, lograremos una intimidad con el Señor, todo lo precaria que se quiera, pero suficiente para afrontar las cruces de cada día. Es un aprendizaje que dura lo que la vida. Todos somos unos perpetuos iniciados en este arte de conversar con el Señor en humilde entrega y abandono. Nuestros egos particulares (deseos, expectativas, miedos, heridas, ilusiones, mentiras, errores...) siempre se interponen de un modo u otro. Sin embargo, todos somos capaces de iniciar este camino con fe. Pues Él verdaderamente está ahí, a tu lado, queriendo que tú le cuentes tus cosas.
 
Dejémonos, pues, transfigurar por Él, así, poco a poco. No resistiríamos una transfiguración "masiva", como se dice ahora. Pero dejémonos que nos vaya iluminando en la medida que le vamos hablando. ¿No es mucho esfuerzo, no?

sábado, 20 de febrero de 2016

Lecturas del día, sábado, 20 de febrero. Poema "El buen ladrón" de Doiraje. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (26,16-19):

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Hoy te manda el Señor, tu Dios, que cumplas estos mandatos y decretos. Guárdalos y cúmplelos con todo el corazón y con toda el alma. Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te propone: Que él será tu Dios, que tú irás por sus caminos, guardarás sus mandatos, preceptos y decretos, y escucharás su voz. Hoy se compromete el Señor a aceptar lo que tú le propones Que serás su propio pueblo, como te prometió, que guardarás todos sus preceptos, que él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y que serás el pueblo santo del Señor, como ha dicho.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118,1-2.4-5.7-8

R/.
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.

Tú promulgas tus decretos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas. R/.

Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente,
tú, no me abandones. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Palabra del Señor

Poema:
El buen ladrón de Doiraje

Me duelen estos clavos que maldigo,
me duelen esas risas humillantes,
me duelen los silencios resonantes,
me duele este dolor que no persigo.

Me duelen las ausencias de un amigo,
me duele tanta envidia amenazante,
me duele estar expuesto y expectante,
me duele estar sin ti y estar contigo.

Me duele no haber sido de otro modo,
me duele que me duelan mis errores,
y me duele encontrarte ya tan tarde,

clavado en esta cruz el que es el Todo.
Acuérdate de mí, de mis dolores,
que es un deseo de ti lo que me arde.


Breve comentario

No hay pasaje como este de la apelación a amar a los enemigos en el que el Señor nos pida con más rotundidad que seamos santos, perfectos, que le sigamos de cerca, que le imitemos para ser como Él. Es la exigencia moral más alta del cristiano: es hacernos como Cristo clavado en la Cruz. Sin embargo, no deja de ser una variante del mandamiento de amor que debemos a nuestros hermanos. Y todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, aunque muchos, enemigos o no, no lo reconozcan. Como todos podemos conocer por pura experiencia, esta es una demanda que nos supera por completo. A un enemigo se le puede perdonar, se puede rezar por su bien o su conversión, pero... ¿amar? ¡Amarlo!... ¡Y amarlo cuando procura tu mal y consigue herirte!... Imposible a nuestra sensibilidad. Sólo asistidos por el Espíritu Santo podremos lograr semejante hazaña ética y de amor. Seguir a Jesús supone estas cosas. Sólo imaginando que estamos con Él participando de su Pasión, podremos llegar a acercarnos a esa cumbre de santidad cuando, agonizando, reza al Padre por sus verdugos: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).

Yo nunca he podido amar a mis enemigos. Aún no puedo. Como cualquiera, no he sido ajeno a los efectos de la maldad de los otros, como a mi misma maldad. Quizá por ello uno de los personajes de la Pasión de Cristo con el que más me identifico es el de Dimas, el buen ladrón. Compartiendo la cruz de Cristo, y habiendo sido un maleante que, como él mismo reconoce, merece ese castigo, intuye (por gracia de Dios) la justicia excelsa de amor del inocente que yace clavado a su lado. Muchas veces en mi vida me he sentido crucificado, no niego que a veces con merecimiento (no soy el justo del Señor), y otras, no pocas, de forma gratuita. Sólo en la cruz, clavado, se puede amar a quienes nos odian. Pero sin Dios al lado es imposible. 

viernes, 19 de febrero de 2016

Lecturas del día, viernes, 19 de febrero. Poema "Pecado" de Rafael Morales. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):

Así dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado –oráculo del Señor–, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: “No es justo el proceder del Señor.” Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8

R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?


Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»

Palabra del Señor

Poema:
Pecado de Rafael Morales

Oh, Dios mío, Dios mío. Tu ira azota
en mi carne de hombre. Por mis venas
tus látigos restallan, y me suenas  
como un trueno en mi sangre más remota.

He pecado, Señor, y en cada gota
de la sangre que llevo muerdes, truenas,
hundes fieros cuchillos y me llenas
de un huracán que de tus llagas brota,

que ruge por mi pecho, que restalla,
abriéndose en la estrella de mi mano
como una enorme ola de metralla.

Sopla, Señor, sobre mi polvo vano,
avéntame cual polvo de batalla.
Mas no... ¡Perdón!... Al fin, soy tan humano...

Breve comentario

Solemos tener miedo al Juicio Final. No es para menos. Entonces se decidirá nuestra suerte eterna. ¿Pero se decide sólo entonces? En ese momento lo que ocurrirá será la sentencia, pero nada más. Es decir, como ante cualquier proceso judicial, son los hechos, los actos, las motivaciones y las intenciones realizadas, expresadas o albergadas previamente la cosa a juzgar. En definitiva, en aquel definitivo juicio nos condenaremos nosotros solos en función de la vida que hayamos llevado aquí. El Juez, que todo lo ve, al cual no se le puede ocultar nada ni mentir, simplemente sacará la consecuencia natural de nuestros actos y omisiones.

Esto es así. No cabe la queja. Y más cuando conocemos que esto ocurrirá tras nuestra muerte. La misericordia de Dios no está en contradicción con este estado de cosas. Se condenarán aquellos que hayan rechazado expresa y conscientemente el amor de Dios y sus mandatos. Se salvarán aquellos que, aun habiendo pecado, intentaron obedecer al Señor y acogerse a su protección. Dios es justo porque es misericordioso, pero también, no lo olvidemos, es misericordioso porque es justo.

En verdad, la condenación ya la probamos cada vez que pecamos, y pecando sentimos el mal que hemos hecho. La desazón, el vacío, el sinsentido, la sana culpa que sucede después de la maldad cometida, es el signo o la huella que produce en nuestra alma el alejamiento del Señor. Al pecar notamos su ausencia, el frío mortal de la soledad más profunda, un silencio que aplasta, que nos hunde en una noche sin luz ni esperanza. Mientras sintamos este dolor primigenio por nuestras ofensas, siempre se mantiene abierta la puerta de la misericordia divina. Por el contrario, cuando ya no somos capaces de sentir este dolor, cuando ya no somos capaces de percibir el mal que hacemos o que queremos, cuando incluso, en un nivel mayor de nuestra degradación, ni siquiera sabemos distinguir el bien del mal, entonces, mucho antes de nuestra muerte, en esta vida, ya estamos condenados para siempre. Por fortuna, el amor de Dios es tan inmensurable que permite al hombre hasta el último instante de su vida la posibilidad del arrepentimiento, con independencia de la naturaleza de sus pecados y el número de ellos.

Como siempre, y más ahora en Cuaresma, que cada uno haga su personal examen de conciencia sobre cómo está viviendo su vida. Y aunque existan atenuantes y eximentes diversos en muchas de nuestras circunstancias, que deje ese trabajo de valoración al Señor, no vaya a ser que por ahí se nos cuele la autocomplacencia con el pecado y nos conduzca al desaguadero de la condenación eterna. Somos pecadores por naturaleza, pero el Señor nos ha redimido con su vida. Es un camino no sólo posible, sino perfectamente transitable vivir de acuerdo a sus mandatos, que son mandatos de amor. Transitable no quiere decir fácil, pero es un camino humano, no de cabras. Y siempre estamos asistidos por Él, si en verdad queremos andar hacia Él. 

jueves, 18 de febrero de 2016

Lecturas del día, jueves, 18 de febrero. Poema "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?" de Lope de Vega. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):

En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8

R/.
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre,
por tu misericordia y tu lealtad;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»

Palabra del Señor
 
Poema:
"¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?" de Lope de Vega
 
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras! 


¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»! 


¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!


https://www.youtube.com/watch?v=wx3s_V65Xkc

Breve comentario

En las tres lecturas de hoy se trata de la disponibilidad de Dios en la escucha a nuestros ruegos. Dios es misericordioso, y siempre tiende a satisfacer las peticiones de un alma entregada y confiada. En los días anteriores se subrayaba la idea de saber pedir, pues no todo lo que deseamos es bueno, o no es lo que desea el Señor para nuestra vida.

Sin perder esta perspectiva, dado el periodo cuaresmal en el que nos hallamos, quiero darle la vuelta a estas cuestiones, si se me permite esta leve licencia. Dios está disponible siempre a escucharnos. ¿Y nosotros, estamos disponibles para Él? Me temo que no. En la balanza del amor, el lado de Dios pesa mucho más que el nuestro. Porque Dios también nos pide, nos habla, nos espera. ¿Y bien? ¿Nos enteramos? ¿Le atendemos? ¿Le escuchamos? Que cada uno responda. Lope de Vega lo tenía muy claro. Hombre de tanta fe como de pecado, que a pesar de sus caídas reiteradas, quiso ser siempre fiel siervo de Dios. Sólo Dios sabe en qué medida lo logró. En este soneto logró resumir genialmente este nuestro conflicto esencial.

Que Dios siempre es fiel a sus criaturas, fiel a su amor a todo lo creado, es algo conocido, aunque muchos sientan o crean que no tienen tal experiencia (además de saber pedir, hay que saber leer los hechos de nuestra vida, lectura que no concuerda con nuestra mirada terrenal y pedestre). Pero que los hombres no le somos fieles, es algo que debemos reconocer con la humildad y la lucidez de este genio de las letras, tan pecador como creyente.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Lecturas del día, miércoles, 17 de febrero. Poema "Siempre me quedas Tú" de Rafael Montesinos. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10):

Vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive: «Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.»
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,3-4.12-13.18-19

R/.
Un corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias


Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,29-32):

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Siempre me quedas Tú de Rafael Montesinos
 
Siempre me quedas Tú, siempre te olvido
en brazos del amor, siempre regreso
a tu piedad, Señor, siempre tu beso
anda en el sitio donde estoy herido.

Nunca te he dado nada. Sólo te pido.
Y a cambio de mi vida y de su exceso,
te doy las sobras del amor. ¡Ni eso
te doy, Señor! Tristeza de haber sido

hombre mortal, allá en tu Cielo tienes.
La carne que yo sufro, Tú sufrías;
los mismos brazos, de otra forma abiertos.

Ay Señor, que en mi olvido te sostienes,
vendrán tus siglos y se irán mis días,
vendrán los muertos y se irán los muertos.
 
Breve comentario
 
Nuestra débil y precaria fe siempre está hambrienta de seguridades. Somos así. Y así somos incluso en nuestra relación con Dios. No nos fiamos de Él; le pedimos signos, y no sólo nos contentamos con nuestras exigencias, sino que incluso nosotros determinamos qué es lo que nos conviene. La angustia, el egoísmo, la vanidad, el miedo nos hace comportarnos para con Él como perfectos necios. Quién ante una dificultad económica no ha esperado que le toque la lotería, y juega con esa fe, y así le pide al Señor. Ciertamente no sabemos dirigirnos a Él, y menos aún saber lo que es bueno para nuestra vida, pues solemos verle y vernos con los ojos del mundo. Muy probablemente si Él nos concediera todo lo que le pedimos y de la forma como lo hacemos, nos iría mucho peor; sobre todo, porque lo que buscamos no es lo que quiere el Señor de nosotros. No es casualidad que este pasaje del evangelio siga al de ayer en el que el Señor nos enseñaba a orar y a pedir.
 
La fe se fortalece en la humildad, en la entrega incondicional. Nos es muy difícil a todos acomodar nuestra voluntad a la de Dios, pero sólo sabiendo esperar en Dios, confiar en su amor que busca siempre en todos nuestro bien, es como podemos prescindir de signos y de necias exigencias. Un alma entregada, en efecto, el Señor no la desprecia. Es más, en tanto que entregada, la purifica, como recuerda el salmo de hoy. Porque no somos capaces de esta entrega, ya sea que cumplamos externamente con los mandamientos y preceptos de la Iglesia, nos vemos siempre con estas angustias e inseguridades  que nos persiguen y, por ellas, pretendemos obligar a Dios a ponerse al servicio de las mismas. Así no vamos a ningún lado. Y Él, como el buen viento del poema de A. Machado de hace un par de días, huirá de nosotros, y nos dejará solos en ese jardín devastado por nuestros miedos y torpezas. Como nos recuerda Montesinos hoy, ni las sobras de nuestro amor imperfecto sabemos darle. Dios nos perdone y tenga paciencia... ¡Y cuánto amor derrama para que hasta en nuestros olvidos de Él nos sostenga!