Su hijo le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'."
(Lc 15,21)
Hay viajes que se sueñan como nube,
en los que la distancia es almíbar
de una satisfacción en búsqueda.
Ese no fue mi viaje. Salí
porque no pude encontrarte.
No me sirvió tu obstinada
voluntad varonil que me angustiaba,
ese tesón en hacer lo que no entendía.
Entre el deber y la necesidad,
quedó tu amor inaccesible.
¿Salí? Más bien, no te encontré.
¿Y qué pude hacer en mi viaje sin destino?
Las mujeres veían a un ser
extraño y atractivo; el trabajo fue
más soledad y más absurdo,
dureza y necedad de un mundo ajeno.
Me vi entre cerdos hozando como un cerdo;
y sucio de mi nada, me adorné
de orgullo y de hastío.
Sólo entonces supe que me amabas.
Un alma buena me indicó tu camino,
y pude y supe volver para encontrarte.
He pecado contra el cielo y contra ti. No merezco
tenerte como padre. Y no sé responder aún
a tus abrazos y a tus besos.
31-3-2019
Doiraje.