sábado, 19 de noviembre de 2016

Lecturas del día, sábado, 19 de noviembre. Poema "Resurrección" de Vladimir Holan. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (11,4-12):

Me fue dicho a mí, Juan: «Aquí están dos testigos míos, estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra». Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: «Subid aquí». Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 143,1.2.9-10

R/.
¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos. R/.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-40):

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos». Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro». Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Poema:
Resurrección de Vladimir Holan

¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí
al estruendo
terrible de trompetas y clarines?
Perdona, Dios, pero me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección, la de todos los [difuntos,
lo anunciará el simple canto de un gallo…
 
Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...
La primera en levantarse
será mamá… La oiremos
encender silenciosamente el fuego,
poner silenciosamente el agua sobre el fogón
y coger con sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.

Breve comentario

Nadie sabe cómo será ese misterioso paso de esta vida terrena a la vida eterna que llamamos resurrección. Que lo que estaba muerto revivirá es lo poco que podemos afirmar. El cómo y el qué de esa nueva vida es un misterio para nosotros impenetrable. Así, es lógico que el hombre se imagine ese paso de forma muy terrenal, como una etapa más de la vida que aquí hemos conocido. Los saduceos plantean al Señor cuestiones que no tienen el menor sentido en el otro mundo (y podríamos decir que en este tampoco, pues el problema por el que consultan es ridículo por capcioso, improbable y rocambolesco). 

El poeta tampoco sabe mucho, y piensa como los saduceos que la resurrección será una manifestación conocida de nuestra experiencia vital. Con no pequeña ironía, se imagina una entrañable escena hogareña, infantil, en que su madre le despertará del largo sueño con la misma ternura de siempre para prepararle el desayuno. Al menos, Holan no quería ser capcioso: Dios, siendo amor, nos despertará con cariño.

No me imagino cómo será ese tránsito último, como tampoco me logro imaginar el Juicio Final, aunque espero algo más que la escena entrañable de Holan o los intrincados problemas conyugales de los saduceos, siquiera sea porque no añoro mi infancia tanto como para querer volver a revivirla, ni en la forma de los sustanciosos desayunos que nos hacía nuestra madre para afrontar la jornada escolar. En lo que tengo puesta mi esperanza es que el Señor tenga en cuenta lo que le amé, aunque sea con la torpeza de todos mis pecados; lo que le rogué, aunque le rogase mal y cosas que no me convenían; mis miedos que me impidieron ser mejor y las heridas que no supe resolver en esta vida. En fin, que aunque muy probablemente sea carne de purgatorio por mucho mucho tiempo (¿cómo se mide el tiempo en el no-tiempo, en la eternidad?), el Señor no se fije sólo en mis pecados, muchos y variados, sino en lo que realmente quise ser a su sombra: su hijo. 

Y en ello estamos sea como fuere ese tránsito. Que Su amor se exprese en algo más que en unas sabrosas tostadas que no añoro.

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