viernes, 25 de noviembre de 2016

Lecturas del día, viernes, 25 de noviembre. Poema "Oración" de Alfonso Albalá

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (20,1-4.11-15):

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 83

R/.
He aquí la morada de Dios entre los hombres.

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,29-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Palabra del Señor
 
Poema:
Oración de Alfonso Albalá
 
Dame, Señor, sus ojos,
para saber de Ti en el Evangelio...
 
Es pura, y no pensó, quizá, nunca en la muerte:
su carne, transparente, igual que el agua quieta,
como agua mansa pasa por mi recuerdo ahora...
 
Ahora no me importaría morir:
como si Tú me limosnaras,
su mano me ha de darte.
Para volverme a tus zaguanes
-¿por qué, si no me necesitas?-
me sonríes siempre, desde ella,
y le diste esos ojos hondamente bellos
para más amistarnos,
y perder este oscuro miedo a la otra orilla.
 
¿Se pensó alguna vez tu muerte?
Por hacerte oración habrá venido:
ella es una canción.
 
Ahora, no me importaría morir.
Y pienso que es ella, al decirla;
que ella me hace el vivir de tu presencia.
Dame, Señor, sus ojos,
para saber de Ti en el Evangelio.
 
No me dejes profanarla:
si así ha de ser, prefiero no entrar en sus cancelas.
No me importan sus pechos.
Quiero oír tu voz desde su carne,
que es ella una canción.
-Lo eterno es una canción sólo-.
 
Tu cauce es ancho, muerte, vieja amiga.
Desde tu orilla esperaré mis siempres:
mis hijos, nuestros hijos...
¡Siempre canción, mujer, hermana muerte!

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