jueves, 31 de marzo de 2016

Lecturas del día, jueves, 31 de marzo. Poema: "8 de diciembre" de Carlos Murciano. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban.
Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 8,2a.5.6-7.8-9

R/.
Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!


Señor, dueño nuestro,
¿qué es el hombre,
para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Palabra del Señor
 
Poema:
8 de diciembre de Carlos Murciano
 
Sobre la mesa están el agua, el vino,
los cubiertos, el pan, la loza nueva.
Hoy ha salido el sol y, en tanto funde
la mucha nieve –sucia ya– de ayer,
acaricia el blancor de los manteles
y arranca chispas del cristal. Llegamos
ante la mesa familiar y, mudos,
vamos tomando asiento: cinco seres
de Dios, en esta casa que ahora empieza
a conocernos y a ser nuestra –un hombre,
una mujer, tres hijos–, silenciosamente,
vamos cumpliendo un viejo rito,
uniendo nuestros claros eslabones
a la cadena del vivir. Aroma
la hierbabuena, cuando voy sirviendo,
humeante la sopa. Tomo luego
un pedazo de pan y, mientras gozo
repartiéndolo, digo: "Dios, bendice
este techo, esta mesa, este alimento,
este poco de lumbre y este mucho
de amor". Y es una música celeste
el leve son que inician las cucharas. 
 
Breve comentario
 
Hagamos un breve repaso a las apariciones de Jesús resucitado que hemos visto hasta ahora. Parece que en ellas el Señor no quisiera dejar cabo suelto; como se dice coloquialmente, quiere tocar todos los palillos para que a nadie le quepa duda de que ha vencido a la muerte, de que está vivo. En la aparición que narra Mateo ante las dos mujeres, que apenas se atreven, postradas, a tocarle los pies, el Señor les anuncia su presencia. Ante María Magdalena, Jesús se deja abrazar por ella, casi diríamos achuchar. Con los discípulos camino de Emaús les acompaña mientras les explica las Escrituras, y cuando va a comenzar a comer con ellos, desaparece. Y hoy se pone las botas comiendo un buen pedazo de pez asado en medio de los apóstoles. Habla, abraza, enseña mientras camina, come... ¿Qué quiere decir todo esto? Que el Señor vive, y que vive en todo lo bueno, verdadero y bello que da plenitud al hombre. Su presencia física en todas estas escenas remite a la cotidianidad de la presencia espiritual, no menos vívida y vivida, que ocurrirá después a todas las generaciones hasta su segunda y definitiva venida. Dios vive en todo amor humano de verdadera entrega y compromiso, en cada oración rezada con fe, en cada vivencia de verdad que puede ser algo muy simple, la conversación con un amigo, una sonrisa franca de quien nos quiere, el alumno atento a su maestro, el pan de cada día que nos alimenta... Todo ello remite a una verdad viva, activa, presente, que nos acompaña, que nos hace plenos, que nos da sentido. Este mundo interior, en absoluto inaccesible, puede ser la experiencia de cualquiera que abra su corazón a esta presencia viva y operante del Señor en nosotros.

Por todo ello, la elección de este conmovedoramente sencillo poema de Carlos Murciano (no confundir con su hermano mayor, Antonio, también poeta). Porque es cierto que hasta de la sopa y de las cucharas de los que la toman agradecidos hace Dios música celeste. Porque incluso en este mundo tan caótico y perdido podemos tener aún esta experiencia cotidiana y mística (lo cotidiano y lo místico no son términos antitéticos) del Señor con nosotros, del Señor en nosotros.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Lecturas del día, miércoles, 30 de marzo. Poemas "Emaús", "Un día me miraste..." y "Cuando llegue la noche" de Ernestina de Champourcin. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna.
Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: «Míranos.»
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/.
Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados.
Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Poema:
Emaús de Ernestina de Champourcin

Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya,
y se nubla el camino;
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan sola
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curiosa
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de Ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa;
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!...
¡Quédate al fin conmigo!

"Un día me miraste..." de Ernestina de Champourcin

Un día me miraste
como miraste a Pedro…
No te vieron mis ojos,
pero sentí que el cielo
bajaba hasta mis manos.
-¡Qué lucha de silencios
libraron en la noche
tu amor y mi deseo!-
Un día me miraste,
y todavía siento la huella de ese llanto
que me abrasó por dentro.
Aún voy por los caminos
soñando aquel encuentro…
Un día me miraste
como miraste a Pedro...

Cuando llegue la noche de Ernestina de Champourcin

Cuando venga la noche
quiero habértelo dicho;
quiero haberlo gritado
a través de la tierra.
Hay cosas que no pueden
callarse para siempre
y júbilos secretos
que deshacen un día
los más íntimos nudos.

 
Cuando venga la noche
quiero haberlo cantado
para que todos sepan
y todos me pregunten.
Silencio prodigioso
que ahora me florece
como un huerto escondido
en lo claro del alma.

 
Cuando venga la noche
me encontrará dispuesta,
pues lo habré dado todo.
¡Qué dulzura entregarse
en total holocausto,
a sabiendas del grito
que nos roba la herida!

 
Cuando llegue la noche
donde todo renace,
diré: "Vengo, Señor",
diré... no diré nada...
pues hará mucho tiempo
que se agotó mi canto
y hará siglos, tal vez,
que sellaste mi boca.

 
Pero antes de esa noche
déjame que les diga...
Déjame dar a otros
la gloria que me abriste.
Es tan hondo el Amor
y hay tantos que lo aguardan.

 
Cuando llegue la noche,
quiero haberlo cantado.

Breve comentario 
  
En los textos de hoy se da una dinámica maravillosa entre la primera lectura y la del evangelio. En el  milagro que realiza Pedro, relatado en los Hechos, se describe que es mediante una mirada como el apóstol cura al lisiado: "Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: «Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios." ¿De dónde surge esa fuerza, esa mirada llena de potencia, vivificante, penetrante, hermosa? Sólo de una fuente, pues una mirada humana no puede nunca alcanzar tal fortaleza: del encuentro con el Señor resucitado. Jesús resucitado hace resucitar a quienes se abren a su presencia.

Sin embargo, qué encontramos en los apóstoles camino de Emaús. Sienten miedo, tristeza, nostalgia, decepción, van dudando de su fe... Y cuando aparece el Señor a su lado, "sus ojos no eran capaces de reconocerlo." Estaban cegados por su ignorancia, habían perdido la sensibilidad para captar la verdad de la vida del Señor, su sentido profundo. Y Jesús volvió a resucitarles de la muerte en la que se hallaban sumidos explicándoles con divina paciencia Su Palabra desde Moisés. Se podría decir que la labor de resucitar a sus apóstoles mediante sus apariciones fue el último milagro de Jesús en su vida terrena. De la ceguera humana pasaron a curar enfermos por la mirada. ¡Qué formidable renovación la que opera Jesús en nuestras vidas cuando lo sabemos reconocer! Realmente es un nuevo nacimiento, un renacer que es una resurrección en esta vida del alma humana.

Y así también sucedió, como a tantos otros, con Ernestina de Champourcin, la poetisa de hoy, que vivió en vida esta resurrección, no sin antes pasar por su Emaús particular. En el poema primero, se ve como una apóstol más camino del destierro interior, como los pobres discípulos en camino hacia la nada, sintiéndose culpable de su vida pasada y de su soledad y abandono. En el segundo poema, recuerda y revive cómo la ha mirado, mejor, cómo la ha contemplado con serenidad el Señor (¡nada menos que como a Pedro!); en esta fase de su despertar es capaz de distinguir al Mesías con su mirada única. El tercer poema es ya un poema de resucitado, de quien, si no pudo curar como Pedro, sí fue capaz de crear belleza y regalárnosla cantando, plena ya de Dios. (Y dar belleza es una forma de curarnos a los demás, de elevarnos.)

Que vivamos esta experiencia de Quien nos acompaña siempre, de nuestro amor callado que nos habla a su modo, y que hace brillar nuestros ojos como los de los enamorados. Sí, como canta el salmista, "Que se alegren los que buscan al Señor."

martes, 29 de marzo de 2016

Lecturas del día, martes, 29 de marzo. Poema "Un hombre que aún es joven..." de Enrique Badosa. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):

El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó: «Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»
Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Escapad de esta generación perversa.»
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32,4-5.18-19.20.22

R/.
La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor

Poema:
"Un hombre que aún es joven..." de Enrique Badosa

Un hombre que aún es joven, va muerto por la calle.
Bien sabe Quién le sigue, pero camina rápido,
y va cerrando puertas que llevan al silencio.
No mira a Quien le mira, y siente que son vanos
su nombre y su manera de merecer el pan.

Retiene para siempre un libro deshojado;
y en un espejo roto, su modo de mirar.
Persisten en su cara los tiempos más lejanos.

Pasa junto a su puerta, y no la reconoce;
y se sabe perdido, sin voz y desamado,
cuando era tan sencillo llamar, abrir y entrar.

Las calles son estrechas. Alguien se está acercando
y, al volver una esquina, ¿qué puede suceder?...
Un hombre, vivo y muerto, camina esperanzado.  

Breve comentario

María Magdalena buscaba al Señor, y lo encontró. Buscaba donde creía que debía estar: en el sepulcro, muerto. Pero al que le busca con sincero corazón, Dios siempre sale a su encuentro. Y lo que nos suele suceder, como a María, es que no lo reconocemos. Y esto nos ocurre a lo largo de nuestra vida muchas veces, pues aunque hayamos disfrutado de encuentros personales con el Señor, cada vez es siempre algo nuevo, que nos sorprende, que nos renueva. Porque la resurrección de nuestras almas en Cristo resucitado no es un estado fijo o estable en esta vida, sino un proceso, un renacimiento constante o continuado, que siempre ha de ser alimentado por nuevas presencias del Señor, ya sea a través de la oración, de la lectura y meditación de la Palabra, de los sacramentos de la penitencia y la eucaristía, de personas que nos llevan a Él... 

Nuestra resurrección espiritual mientras seamos seres corporales en esta vida ha de ser necesariamente parcial y susceptible de debilitaciones, de oscilaciones, en virtud de los acontecimientos de nuestra vida. Desgracias, enfermedades, accidentes, ruinas, fallecimientos, la acción de la maldad propia o ajena ponen a prueba nuestra fortaleza en el Señor, su presencia en nuestra vida. Y por ello la vida de un cristiano en crecimiento siempre es un proceso sin fin de conversiones, de resurrecciones, de fe y de esperanza siempre en renovación. Todo lo cual no está en contradicción con lo que escribí ayer acerca de que en la cruz se está para salir, para vencerla. Nuestra vida podrá ser un rosario de cruces y padecimientos. A pesar de ello, puede ser vivida de un modo muy distinto, incluso con gozo. Y esta es sin duda la forma más profunda de superarla: cuando el sufrimiento, en vez de llenarnos de hiel y amargura, nos revivifica, nos hace resucitar llenos de fe, de esperanza y de amor. Este es el espíritu que subyace al mandato del Señor en Mt 16,24 ("El que quiera venir en pos de mí  que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga"), que no está en contradicción con la naturaleza leve y soportable de su carga, pues en tanto que le sigamos y reconozcamos todo se nos hará llevadero y sencillo, con independencia de la naturaleza de nuestras cruces. Y esto es también resurrección.

Por esto le dice el Señor a María aquella famosa frase: "Noli me tangere", no me toques, no me retengas, suéltame. No podemos aspirar en esta vida a retener a Dios de este modo. Esto es una realidad que sucederá cuando disfrutemos de la gloria de Dios. María, desplegando su afectividad femenina, representa mejor que nadie la necesidad de ese amor terrenal y humanísimo, que necesita tocar y ser tocado por el amado. Pero Dios le indica que le tocará de otro modo, acariciando su alma cada vez que le invoque, que le recuerde, que le pida, que le busque. Este es el tipo de resurrección que podemos aspirar de momento. ...Y no es poco...

Badosa tiene razón. El cristiano es un hombre, vivo y muerto, que camina  esperanzado...

lunes, 28 de marzo de 2016

Lecturas del día, lunes, 28 de marzo. Poema "Mi silencio" de Jorge Blajot. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14.22-33):

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 15,1-2.5.7-8.9-10.11

R/.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.
Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra del Señor

Poema:
Mi silencio de Jorge Blajot

Y vinieron las nieves.
Y yo seguí callado.
Dios iba echando estrellas
-primor y tracería-
en un ambiente de algodón y encaje.
Yo seguí callado.

La mansedumbre verde de los prados 
me miró en despedida.
Se marchaba a dormir días y meses
bajo aterida alfombra.
Todo se hizo de plata en torno mío.
Y yo seguí callado.
  
Ciego ante el implacable cortinaje de alburas,
sordo tras la quietud de los cristales,
sentí la tentación de dar mil voces,
de asomar la cuartilla a mi ventana
y, cargada de estrellas,
escribir de la nieve sobre nieve.
Pero no pude.
Y me quedé callado.

...Y Tú tienes, Señor, toda la culpa
de mi silencio ante el caer de nieves
o ante el caer crepuscular del sol
o ante todo -ya Todo- lo que no eres.
Tú durmiendo en el fondo de mi yo.

Desde que adiviné tu callada presencia
en un tibio repliegue de mí mismo,
ya no pude escribir sobre unas flores
huérfanas de color.
Me llenan de vacío los poemas,
me rechina el acorde,
aun el concepto escapa hecho volutas...
Y no puedo escribir.
...Y me hundo -sordo, ciego ¡y amante!- en mi silencio
sobre el que duermes Tú.

Breve comentario

Cristo ha resucitado. Esta es la noticia crucial que esperábamos todos los cristianos, sin la cual nada de su vida, de su palabra ni de sus propuestas tendrían el menor sentido. Pero Cristo vive. El período litúrgico que se abrió el día de ayer, Domingo de Resurrección, la Pascua, está dedicado, en sus cincuenta días de duración, a volver a hacer presente esta enorme alegría, este hecho cierto, esta Verdad final que fundamenta nuestra fe y nuestra esperanza.

Es una realidad evidente que parece que la cruz se impone a la resurrección en la vida de los cristianos. Ciertamente, no hay resurrección sin cruz, tanto en la vida de Cristo como en la nuestra, pero no es menos cierto que una cruz que no lleve a la resurrección es un sufrimiento estéril, vacío y, en definitiva, meramente destructivo. La cruz por sí sola no fundamenta nuestra fe. La cruz es un instrumento por medio del cual manifestar la victoria sobre el mal y sobre la muerte, sobre todo tipo de muertes, no sólo la física. E insisto, tanto para la vida de Cristo como para la de cualquiera de nosotros.

En tiempos de inanidad espiritual tan acendrados como el nuestro, de absoluta falta de referentes, o de antimodelos de vida como el que se nos proponen, es normal que el hombre, aun el cristiano, caiga en la tristeza, en la soledad y en no pocos casos hasta en la desesperación. Se ha impuesto de un modo sordo, tácito, al hombre contemporáneo la experiencia de Dios como realidad conflictiva (un Dios silencioso, que nos ha abandonado, que nos deja retorcernos en el dolor sin ayudarnos, indiferente, hasta despreciativo en su orgullo...). Pareciera que, en efecto, Dios hubiera muerto en la cruz como un mortal más, mucho antes de que lo sancionara Nietzsche. Y es que si no se vive el hecho de su resurrección en la vida de cada uno, lo cierto es que pareciera que Dios estuviera muerto. Pues si no hay experiencia vivificadora de esta realidad en nosotros, puede decirse con propiedad que es como si no existiera. 

Cada vez es más difícil sentir esta experiencia de la resurrección de y en nuestras vidas. El ambiente hostil o cuando menos indiferente en el que solemos vivir inevitablemente (y del cual es muy difícil escaparse) es una losa que se impone a esta evidencia real y espiritual. Sin embargo, más allá de todas estas dificultades objetivas y personales, Dios vive, y puede vivir en cada uno de nosotros con renovada luz, pues Dios se abre camino siempre, vencedor, repito, a toda clase de muerte. ¿Cómo dejarnos vivir por esta presencia divina siempre renovada en nosotros? Bueno, esto es algo muy personal, pero quizá la primera manifestación de esta vida nueva estaría en torno a la experiencia de una presencia: la percepción profunda de que no estamos solos, de que Él nos acompaña siempre. Esto cada uno lo vivirá de un modo u otro. Unos se mostrarán exultantes (quizá los menos); otros, como el poeta, sumidos en la contemplación cotidiana de este misterio de amor que lo sume en un maravilloso silencio de plenitud y serenidad; otros, con creciente confianza en sí mismos ante las dificultades de la vida y con agradecimiento, etc.

Liberémonos de pesimismos y nihilismos o masoquismos espirituales. Dios ha resucitado: en la cruz se está para salir de ella. Como Cristo, como nosotros.

domingo, 27 de marzo de 2016

Lecturas del día, domingo, 27 de marzo, Domingo de Resurrección. "El Mesías" (III parte) de G. F. Haendel

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vió la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vió las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vió las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vió y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

El Mesías (III parte) de G. F. Haendel
ARIA     Job 19:25,26 - I Corintios 15:20
Yo sé que mi Redentor vive,
y que Él se levantará en el último día sobre la tierra:
y aunque los gusanos hayan destruído este cuerpo,
aun así en mi carne veré a Dios.
Porque hoy Cristo ha resucitado de los muertos,
el primer fruto de aquellos que duermen.

CORO     I Corintios 15:21
Como por un hombre vino la muerte,
así por un hombre vino la resurrección de los muertos.
Porque como en Adán todos mueren,
Sin embargo en Cristo todos serán vivificados.

RECITATIVO    I Corintios 15:51,52
He aquí, os digo un misterio:
nosotros no dormiremos,
sino que seremos transformados en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final.

ARIA     I Corintios 15:52,53
La trompeta sonará,
y los muertos serán levantados incorruptibles,
y nosotros seremos transformados.
Porque esto corruptible debe vestirse de incorrupción,
y esto mortal debe vestirse de inmortalidad.

RECITATIVO    I Corintios 15:54
Entonces, se cumplirá lo que estaba escrito:
La Muerte ha sido consumida por la victoria.

DÚO     I Corintios 15:55,56
¿Dónde está tu aguijón, oh Muerte?
¿Dónde está tu victoria, oh Sepulcro?
El aguijón de la muerte es el pecado,
y la fuerza del pecado es la ley.

CORO     I Corintios 15:57
Pero gracias a Dios que nos dio la victoria,
a través de nuestro Señor Jesucristo.

ARIA     Romanos 8:31,33,34
Si Dios está por nosotros,
¿quién puede estar en nuestra contra?
¿quién acusará a los elegidos de Dios?
Es Dios el que justifica,
¿quién es el que condena?
Es Cristo el que murió,
y aún más, se levantó nuevamente,
y está a la diestra de Dios,
e intercede por nosotros.

CORO     Apocalipsis 5:12,13
Digno es el Cordero que fue inmolado,
y que con su sangre nos ha redimido para Dios,
de recibir poder, y riquezas, y sabiduría,
y fuerza, y honra, y gloria, y bendición.
Bendición y honra, gloria y poder
sean a Aquel que se sienta en el trono,
y al Cordero, por siglos y siglos.

Amén
https://www.youtube.com/watch?v=D5T3y4ljlTU

[La tercera parte comienza a partir de 2 h. 22 min y 23 seg.]

viernes, 25 de marzo de 2016

Lecturas del día, viernes, 25 de marzo, Viernes Santo. Poema "A Jesús crucificado" de Rafael Sánchez Mazas. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25

R/.
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios
  
Evangelio de hoy 
 
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):
 
En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».

Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?». Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.

Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él». Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado». Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos’». Pilato respondió: «Lo escrito, escrito está». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vió lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Palabra del Señor
 
Poema:
A Jesús crucificado de Rafael Sánchez Mazas
 
Delante de la Cruz, los ojos míos,
quédense, Señor, así mirando
y sin ellos quererlo, estén llorando,
porque pecaron mucho y están fríos.


Y estos labios que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando,
y, sin ellos quererlo, estén rezando
porque pecaron mucho y son impíos.


Y así, con la mirada en vos prendida,
y así, con la palabra prisionera
como a carne a vuestra cruz asida,


quédeseme, Señor, el alma entera,
y así, lavada en vuestra Cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis me muera
.

Breve comentario

El Señor entrega su vida hoy por puro amor a nosotros, sus hijos. Quedémonos con Él a los pies de la Cruz. En silencio, mirándole, en unión de vida y de amor sobre la muerte que ya sabemos vencida por este inmenso sacrificio. Vivamos este dolor, el que exige la vida para ser salvada, y compartamos la carga de nuestros pecados, que Él ha hecho suya hasta el extremo. Lavemos nuestras vidas en su Cruz...

jueves, 24 de marzo de 2016

Lecturas del día, jueves, 24 de marzo, Jueves Santo. Poema "Hora Santa" de Ernestina de Champourcin. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/.
El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

Poema:
Hora Santa de Ernestina de Champourcin

No he venido a consolarte, ni enjugar tus heridas con mis lágrimas
ni a ofrecerte mi pecho como refugio de tu cansancio...
¿Quién soy yo para darte lo que no poseo, para ofrecerte 
un amor que no ha logrado encederme todavía?
Es tu hora, lo sé. Tu hora y la de todos aquellos que han
sufrido como Tú sufriste, y que sólo por eso
pretenden acercarse a Ti. 

Yo he llorado también, Dios mío, y mi soledad es ancha 
y profunda, tan ancha que mis ojos no saben
dónde está la otra orilla,
la ribera donde huye el desamparo, donde hay sombras
amigas y un agua fresca, pura,
que con un sorbo apagaría esta sed que me abrasa.

Pero no vengo tampoco a pedirte que me sacies y apacigües.
Es justo que muera de sed, es justo que una inquietud más honda que [la noche 
torture mi alma y la atenace interminablemente.
Es justo...
No me sorprende la angustia que oprime todos los momentos de mi [vida,
ni la niebla implacable que entorpece cada uno de mis pasos,
ni ese grumo de acíbar que paraliza mi lengua y le impide gritar el [horror que me invade.
Es justo. Lo sabemos Tú y yo sin decirlo...

No vengo a suplicarte que levantes el peso que lastima mis hombros,
que hagas florecer bajo mis pies las rocas,
que me allanes la senda aceptando de nuevo la carga que me abruma.
Vengo a estar a tus pies, a mirarte despacio, a ser bajo tus ojos...

Y me postro a la entrada del camino que lleva hacia Ti...
Y espero silenciosamente, obstinadamente, sujetando mis sentidos y [mis potencias
para que todo lo mío desaparezca, para que donde estás Tú nada se [atreva a existir, a alentar, a afirmarse.

Y por eso, Dios mío, quiero negarme con todas mis fuerzas a hablarte, [a sentirte;
porque sería sentirme y hablarme, cuando todo lo mío debe tender a [humillarse, a romperse,
a quebrantar sin miedo en mi alma y en mí espíritu lo propio, lo [personal, lo que me aleja de Ti.

Y si tengo paciencia obrarás el milagro. Si consigo no resistir, no [oponerme, no luchar, obtendré la victoria.
Vencerás Tú, Señor y Dios mío; permanecerás Tú; y mi viejo ser, [devorado por tu presencia,
pasará de esta nada que soy a esa eternidad que eres Tú.
Soy un agua sin cauce. Deténme en tu pozo. Cíñeme en tus lisas [paredes invisibles, conténme en Ti. Aprisióname.
¿Para qué quiero esta libertad que me aleja de Ti, que eres la libertad [verdadera?
Todos los yugos que he roto me han sujetado más estrechamente a mí [misma haciéndome mi propia esclava,
subordinándome a mis más íntimos desórdenes, a mis más ocultas [contradicciones.
Si ruego, si suplico, si imploro, vuelvo a sentirme, a evadirme de Ti, [de tu ámbito, de tu presencia. 

Por eso heme aquí en tierra, inmóvil, sin voluntad, en un esfuerzo de [donación completa y absoluta.
Acéptame, Señor, abrásame para que renazca verdaderamente y [eternamente en Ti...

Breve comentario

Arranca el pasaje del salmo de hoy, Jueves Santo, con una pregunta que nace de un corazón agradecido:"¿Cómo pagaré al Señor/todo el bien que me ha hecho?" La respuesta es muy sencilla. El pago a un don infinito es imposible. Que el Todopoderoso, por obra de un amor para nosotros inconcebible, se ponga a lavar los pies a sus criaturas, que apenas saben reconocer la grandeza de Aquél, en la víspera del día en que entregará su vida en medio de toda suerte de tormentos y humillaciones, no permite reciprocidad alguna por nuestra parte. Sólo cabe como torpe remedo nuestra actitud de anonadamiento que describe la poetisa, de adoración y abandono, de entrega absoluta, sabiendo siempre que hay menos mérito en que lo pequeño se haga nada a que nada se haga el Infinito. No cabe otra actitud por nuestra parte. Imitémosle en la medida de nuestras pobres posibilidades: anonadémonos como Él lo hizo por amor a nosotros para salvarnos.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Lecturas del día, miércoles, 23 de marzo, Miércoles Santo. Poema: "Si Tú me hiciste de esta suerte" de Jacinto López Gorgé. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

Salmo

Sal 68,8-10.21-22.31.33-34

R/.
Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor

Poema:
Si Tú me hiciste de esta suerte de Jacinto López Gorgé 

Señor, si Tú me hiciste de esta suerte,
si Tú me modelaste a tu manera
sin preguntarme, sin contar siquiera
conmigo, a quien hiciste libre y fuerte.

Si Tú me diste vida y luego muerte
me has de dar, ¿para qué la primavera
haces correr por esta sangre fiera
que libre canta y ama y no te advierte?

Señor, Señor, si Tú me conocías
antes de yo nacer, si ya sabías
que no iba a serte fiel y así me hiciste,

¿para qué me creaste una mañana
de marzo sin contar con la temprana
y dura rebelión de un hombre triste? 

Breve comentario

Volvemos a dar con el misterio del mal. ¿Dios quiso que Judas fuese malo? En los planes de Dios estaba que lo traicionase uno de los discípulos, como previsto estaba la muerte de la que iba a morir el Señor, así como el lugar, el día y la hora de la misma. Entonces, repito la pregunta: ¿Dios quiso que Judas fuese malo? Lo primero que se debe decir sobre esta cuestión, sin dar lugar a equívocos, es una verdad primaria: Dios no quiere que nadie se condene, que caiga en la maldad. No soy teólogo, y me falta formación para responder a esta pregunta con propiedad. En estas situaciones resulta de lo más adecuado recordar aquello de que doctores tiene la Iglesia. Quien quiera respuestas más hondas, no dude en recurrir a ellos. Pero quien esto escribe no aspira (ni puede aspirar) a tanto en este foro. Sólo soy un modesto licenciado, aun de Psicología, y por formación, así como por mi vivencia de la fe, debo recordar otra frase que por manida no es menos cierta: la experiencia es maestra de la vida (y ya sabemos que la Iglesia también lo es, y aun algo más: Madre).

Por mi experiencia vital de fe y también profesional he comprobado una y otra vez que el Señor suele sacar del mal bien. Pero no siempre. Es decir, cuando el hombre ofrece una resistencia tenaz, ahonda en su mal. En la vida hay muchas personas heridas como lo pudo ser Judas; incluso personas mucho más dañadas que ésta. Sin embargo, la mayoría de ellas no suele alcanzar un grado de maldad tal como para destruir a otra persona (aunque no sean pocos los que buscan este fin, ciertamente). Para todo en esta vida se necesita tenacidad, persistencia, voluntad firme. Para amar, sin duda; pero también para odiar. Judas es de aquellos de los que se empleó a fondo a este respecto. ¿Que Dios sabía de las "cualidades" y circunstancias personales, del estado del alma del Iscariote? Sin duda. Pero la contumacia en el error fue cosa del pecador, no de Dios. De su pecado no sobreabundó la gracia porque Judas no lo permitió. Y Dios respeta nuestra libertad en todo. Otra cosa es que Dios utilizara su odio irrefrenable para cumplir con los planes de salvación que tenía pensados para la humanidad. Así que aun en este caso, y de un modo indirecto, podría afirmarse que la gracia divina volvió a sobreabundar. Bendito sea Dios.  

martes, 22 de marzo de 2016

Lecturas del día, martes, 22 de marzo, Martes Santo. Poema "Lástima" de Blas de Otero. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
- «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor,el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolvise a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza:
- «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15.17

R/.
Mi boca contará tu salvación, Señor

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,21-33.36-38):

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor

Poema:
Lástima de Blas de Otero

Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano,

compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas

no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre y de los hombres que arrebatas.

Breve comentario

El drama de Judas no es pequeño. Y menos aún extraño o ajeno a nosotros. Es el drama de quien niega a Dios hasta sus últimas consecuencias. Quien no solo toma a Dios por quien no es, sino que, no quedándose en el error de no saber reconocerlo, se atreve a confundirlo con las propias miserias. Como señala nuestro sabio refranero (que Freud más tarde y pedantemente llamó proyección), cree el ladrón que todos son de su condición.

No miremos a Judas por encima del hombro, ni con la suficiencia de considerarnos mejores. Ese mecanismo mental, espiritual o moral de considerar a Dios no como el Todo, sino una parte de nuestro todo (que suele ser la peor en no pocas ocasiones), divinizándonos no por nuestra identificación con Él, por la profesión de nuestro amor al Padre, sino rebajándolo al grado de nuestras miserias, en un bastardo, invertido y, en consecuencia, satánico proceso (como así hizo Freud al considerar a Dios como una mera proyección de la figura del padre), nos lleva a ser exactamente como Judas. Da igual que no robemos, que seamos "buenas personas" o que cumplamos con los preceptos debidos, civiles o religiosos. Seremos como Judas. Cuidado con la soberbia... La espiritual, también.