domingo, 30 de abril de 2017

Lecturas del día, domingo, 30 de abril. Poema "Rimas (293)" de Michelangelo Buonarroti. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,14.22-33):

El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 15,1-2.5.7-8.9-10.11

R/.
Señor, me enseñarás el sendero de la vida

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,17-21):

Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Poema:
Rimas (293) de Michelangelo Buonarroti

Cargado de años y de pecados lleno
y con tan triste uso enraizado y fuerte,
cerca me veo de una y otra muerte,
y aún nutro el corazón de ese veneno.

Fuerzas me faltan en este cieno
para cambiar de vida, amor, hábito o suerte,
sin tu divina y luminosa escolta,
de todo falaz camino guía y freno.

Caro Señor mío, no basta que anhele
el cielo para que resulte el alma,
como al principio, de la nada hecha.

Antes que del cuerpo la arranques y despojes,
acórtame tan alta y yerta vía,
y mi vuelta será más clara y cierta.

Rime (293)
 
Carico d’anni e di peccati pieno
e col trist’uso radicato e forte,
vicin mi veggio a l’una e l’altra morte,
e parte ’l cor nutrisco di veleno.

Né propie forze ho, c’al bisogno sièno
per cangiar vita, amor, costume o sorte,
senza le tuo divine e chiare scorte,
d’ogni fallace corso guida e freno.

Signor mie car, non basta che m’invogli
c’aspiri al ciel sol perché l’alma sia,
non come prima, di nulla, creata.

Anzi che del mortal la privi e spogli,
prego m’ammezzi l’alta e erta via,
e fie più chiara e certa la tornata.

Breve comentario

Sí, qué necios y torpes somos para reconocer al Señor en nuestras vidas, qué necios y torpes para seguirle, qué necios y torpes para entenderle. Los primeros discípulos tienen la disculpa de ser, eso, los primeros que se enfrentaban a semejante misterio; aunque por ello mismo tuvieron el inmenso privilegio de conocer al Señor en persona, encarnado como uno de tantos, al que pudieron tratar como una realidad tangible, innegable, accesible, completamente humana. Dos mil años después, sabiendo todo lo que sabemos, desde la perspectiva histórica de tantos siglos, seguimos siendo necios y torpes como aquellos primeros discípulos. La paciencia del Señor es verdaderamente inconmensurable...

Así, para que le reconozcan, Jesús ha de volver a explicar las Escrituras desde sus orígenes, ha de volverles a repetir todo lo que les dijo antes de su crucifixión, ha de volverles a partir el pan: ha de volver a darles de comer, como los niños pequeños que son incapaces de hacerlo por sí mismos. ¿Qué se encuentra el Señor a su regreso a la vida? En este pasaje, a unos discípulos entristecidos camino de una aldea, Emaús (¿tal vez huyendo, tal vez intentando pasar desapercibidos?), que piensan que ha muerto un profeta que iba a liberar a Israel. Terrible ignorancia, sin duda; idéntica, insisto, a la nuestra. Seguimos pensando que el Mesías nos ha de liberar de realidades que se nos imponen desde fuera, del exterior. Entonces, del yugo romano, o del poder de los escribas y fariseos; hoy, del globalismo, del imperialismo yanqui de Obama, Clinton o Trump, del capitalismo o del comunismo en lo que vaya quedando de él en las mentes de no pocos y en un resto de naciones, o de la masónica Unión Europea, que ya ni está unida ni sabe ser europea. Pensamos que el Señor nos ha de liberar de todas estas cosas, de estar en el paro, de aprobar ese examen, de liberarnos de tales o cuales problemas, de estrecheces, de... Que Dios nos puede liberar de todas estas cosas es evidente; pero no suele actuar desde el exterior de nosotros mismos, porque de lo que debemos liberarnos ante todo es de nosotros mismos.

Ayer puse el clásico ejemplo de considerar la vida de cada uno de nosotros como una tierra a la que lo externo a ella va sembrando de diversas semillas. Es una imagen potente porque nadie nace de la nada: todos tenemos una biografía, una experiencia de vida que nos ha formado, para bien y para mal. Pero más allá de este ejemplo, y más allá de lo recibido, se halla la libertad humana para actuar en conciencia, en función de nuestros juicios, de nuestros deseos y nuestra voluntad. Como ayer recordaba, el pasado personal influye en esos juicios, deseos y voluntades, pero nunca determina; nunca lo vivido se impone como una fuerza irresistible sobre nuestra libertad, aunque, repito, pueda mediatizarla en no pequeño grado o favorecerla. Así, somos nosotros a su vez sembradores para otras tierras que esperan lo que podamos darle. ¿Y qué les damos?

Miguel Ángel Buonarroti, que lo fue todo en vida, genial escultor, genial pintor, genial arquitecto y también genial poeta, fue una personalidad difícil en grado extremo. Echando una breve ojeada a lo que se ha escrito de él, entresaco estas palabras sobre su carácter de una página web que se basa en una de las biografías más exhaustivas sobre su persona (Miguel Ángel. Una vida épica de Martin Gayford): "asocial, arisco, violento, sobrio (siempre vestía de negro), impetuoso, furioso, huraño, irascible, tosco, burdo, solitario, avaro, usurero, codicioso, con un gran ego, arrogante, capaz de enfadar a los siete Papas con los que, con mayor o menor fortuna, trabajó. «¿Cuándo terminará la Capilla Sixtina?», le preguntó Julio II. «Cuando pueda», le respondió. Genio y figura". Con un fuerte sentido del pecado y de la virtud, era conocedor como nadie de sus limitaciones. Neurótico, vivió acosado por la ansiedad, por su ambición, por su desconfianza hacia el ser humano en general. Pero su talento como su sensibilidad estética eran sencillamente inauditos, extraordinarios, geniales, sin precedentes desde el arte griego de hacía, entonces, dos mil años. Y con esta conciencia de su íntimo desvalimiento ante el Señor escribe su Rima 293, de las 302 que compuso. Este soneto fue escrito ya en su ancianidad, cercano a los ochenta años (murió cuando estaba a punto de cumplir los 89). Puede resultar tal vez desolador el reconocimiento de su fracaso como persona al final de su vida. En él se confiesa con una desnudez mucho mayor que en sus figuras de la Capilla Sixtina:

Cargado de años y de pecados lleno
y con tan triste uso enraizado y fuerte,
cerca me veo de una y otra muerte,
y aún nutro el corazón de ese veneno.

Fuerzas me faltan en este cieno
para cambiar de vida, amor, hábito o suerte,
sin tu divina y luminosa escolta,
de todo falaz camino guía y freno.


[Carico d’anni e di peccati pieno
e col trist’uso radicato e forte,
vicin mi veggio a l’una e l’altra morte,
e parte ’l cor nutrisco di veleno.

Né propie forze ho, c’al bisogno sièno
per cangiar vita, amor, costume o sorte,
senza le tuo divine e chiare scorte,
d’ogni fallace corso guida e freno.]

Tras este reconocimiento de su miseria a la que él, el mayor genio artístico de toda la humanidad y de todos los tiempos, se ve impotente de superar, pide al Señor que le escolte para poder liberarle de sí mismo, de sus muchos pecados, para que cuando el Señor lo llame a su presencia, más sencillo le sea el camino de vuelta al Padre, limpio como él quería, y como no podía:

Caro Señor mío, no basta que anhele
el cielo para que resulte el alma,
como al principio, de la nada hecha.

Antes que del cuerpo la arranques y despojes,
acórtame tan alta y yerta vía,
y mi vuelta será más clara y cierta.


[Signor mie car, non basta che m’invogli
c’aspiri al ciel sol perché l’alma sia,
non come prima, di nulla, creata.

Anzi che del mortal la privi e spogli,
prego m’ammezzi l’alta e erta via,
e fie più chiara e certa la tornata.]

Es de nosotros de lo que tenemos que liberarnos. Lo demás, vendrá por añadidura. Si seguimos pensando que el Señor viene a liberarnos de la Europa masónica, del imperialismo yanqui, de Soros o de Rockefeller, de Rothschild o de los marxistas de último cuño, del hambre en África o de la opulencia occidental, seguiremos sin entender absolutamente nada. Es de nuestros yugos personales, sin duda los más pesados e insoportables, por los que Dios vino y viene a liberarnos, por los que Dios nos sale al encuentro de nuestros caminos, a escoltarnos para que nuestra vuelta sea más clara y cierta.

sábado, 29 de abril de 2017

Lecturas del día, sábado, 29 de abril. Poema "La tristeza" de Carlos Bousoño. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5–2,2):

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102

R/.
Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades,
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R/.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor

Poema:
La tristeza de Carlos Bousoño

Tal vez el mundo sea bello,
cuando el sol claro lo ilumina,
pero yo sé que hay hombres tristes
como la lluvia gris y fría.

Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas
pasó de Dios quizá la sombra un día.
Pasó, y hoy queda sólo ausencia
en donde la tristeza brilla.

Hombres tristes en todos los caminos
con la tristeza pensativa.

Tal vez la aurora sea pura,
el aire delicado, claro el día.
Mas muchos hombres hay como la lluvia
oscura e infinita.

Escúchame, Señor. Mi voz hoy sólo
tiene palabras de melancolía.
Sobre la tarde inmensa cae la lluvia
monótona, fría. 


Breve comentario

Con una imagen antigua, nada original por tanto, podríamos describir la vida del hombre como un campo en el cual aquellos que van pasando a lo largo del tiempo van dejando sus semillas. Unas son buenas, otras no tanto; algunas hay excelentes, y algunas letales; unos, se obstinan en dejar recuerdo de su presencia; otros, lo evitarán por todos los medios, ya sea por desprecio a la tierra que se ofrece, ya sea porque no se sienten capaces de dar nada que merezca la pena. Por lo general, cuanto más leve sea el paso de los demás, menos huella deja en nuestra vida. Aunque es cierto que podría decirse que somos lo que se siembra en nosotros, no lo es en términos absolutos. Cuántas personas han crecido en entornos terribles y el fruto que han dado es de extremada belleza y bondad. Se dirá que son los menos (¿cuántos menos?, preguntaría), pero sólo una excepción valdría para echar por tierra esa ley inexorable que dice que el pasado determina lo que somos. Influye, sí; determina, no.

Es cierto que para salir de unas condiciones particularmente difíciles debemos tener apoyos. Apoyos reales, que se dejen sentir en nuestro corazón, que siembren en nuestra vida las semillas que nos faltan, se destruyeron o nos hurtaron. Es, en efecto, ésta una sabiduría sumamente sencilla que cualquiera podemos entender. El amor se define por los clásicos medievales como el deseo de bien del otro, deseo que implica una realidad activa para su consecución, no meramente la expresión de un pensamiento. Amar es ese ejercicio, siguiendo el símil de la tierra, de sembrar semillas buenas para que crezca la vida en aquel que nace a ella.

¿Cómo sembrar esa semilla? Amando, se dirá, deseando el bien del amado. ¿Y cómo se hace eso? Dios nos da la mejor pauta, que es además la más sencilla de seguir por su simplicidad. Cuando sentimos el amor del otro, en efecto, todo se torna fácil y ligero, hasta el peor de los problemas, el más pesado yugo. Y Dios es amor; no un amor participado, como el de cualquier persona, un amor parcial, que en el mejor de los casos evoca al de Aquél: es todo el amor. Y Dios quiere que su amor sea sembrado en la tierra de nuestro pasado. Dios renueva lo viejo, pero no lo destruye sin más: lo eleva, lo transforma. Desde la conciencia moderna se defiende la tesis de que nuestra vida no tiene sentido, de que lo que nos ocurre o nos ha dejado de ocurrir es fruto de un puro azar, de unas circunstancias casuales incontrolables que pudieron existir o no. El sufrimiento humano, como el gozo verdadero que nos llena de sana plenitud, está lleno de sentido. Y las circunstancias de nuestra vida, ni aun las más aparentemente banales, nunca son meros accidentes en nuestro camino o en nuestra tierra por sembrar. 

Sólo sabiendo y sintiendo que a Dios le importamos siempre, que le importa lo que nos ocurra o lo que hagamos con nuestra vida, lo que hagamos con ella o nos hagan (las semillas que siembren otros en nuestro corazón), podremos aceptar nuestro pasado y nuestro presente con toda su dureza. Y aceptarlo para superarlo, para trascenderlo, para hacer del sufrimiento pasado o presente fuente de amor, para superar toda determinación, para seguir siendo libres en Dios para los demás, como Dios nos creó. Sólo así se podrá entender su sencilla sabiduría: de la cruz (primero la Suya, y luego la nuestra) nace toda la fuerza posible de nuestro amor.

La tristeza de la que habla el poeta, de la que nadie está libre, más cuando nuestra tierra ha podido carecer de la luz, el agua y las semillas necesarias, es el reflejo de un cierto fracaso: la del que se abandona a su propio dolor para vivir de él (el dolor otorga tanta identidad como la satisfacción). Somos tierra para dar fruto, y no hay tierra que sea incapaz de darlo, por duras que sean sus condiciones o escaso su cuidado. Durante años he arrastrado una personalidad depresiva (y que nunca del todo he logrado superar). Muchas de mis heridas han quedado superadas, bien cerradas; otras han dejado su cicatriz, y en ciertos momentos hacen notar su presencia, me duelen o me molestan; también las hay que no están cerradas, y aunque su daño está limitado, vuelven a sangrar cuando inciden en ellas; y también está el hueco más o menos grande de lo que debió constituirse en su día y ya no puede nacer. No estoy libre de la tristeza, ni de la ira, ni de tantas realidades que uno no quisiera vivir, pero a pesar de todas las tardes "inmensas" que me quedan por vivir como la de hoy, gris, con su "lluvia monótona, fría", sé, porque también lo he vivido, por gracia de Dios, que todo mi dolor tuvo y tiene un sentido, y que con Él mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Roguemos a Dios que sepamos conocer y reconocer en nuestra vida su presencia, aun en las peores circunstancias. Porque la tristeza, el dolor jamás tienen la última palabra: la cruz desemboca siempre en la resurrección. De lo contrario, no es cruz: es condenación, es muerte, es desesperación, es... tristeza.    

jueves, 27 de abril de 2017

Lecturas del día, jueves, 27 de abril. Poema "Corazón" de Antonio Murciano. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27-33):

En aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2.9.17-18.19-20

R/.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,31-36):

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
 
Palabra del Señor

Poema:
Corazón de Antonio Murciano
 
Abierto tengo el corazón a todo
lo que sea palabra verdadera;
hombre que llegue a mí de otra manera
lo encontrará cerrado a piedra y lodo.


Mi corazón es llano y sin recodo,
y tan por dentro humano y tan por fuera,
que aunque de ausencia y desamor muriera
no quisiera que fuera de otro modo.


Quien palabras le llueva de ternura,
quien en su tierra siembre honrado grano
comerá el pan de la amistad segura.


Que abierto está en la palma de mi mano
como una roja fruta ya madura,
pura para la boca del hermano.


Breve comentario

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, nos dicen los apóstoles a nosotros también, dos mil años después de este memorable diálogo que recoge la Primera lectura de hoy. Por otra parte, Juan nos habla de que Dios es veraz, pues al que envió da testimonio de su Verdad. Muchas veces, en nuestra debilidad, damos crédito a aquello que no lo merece, y simultáneamente, no distinguimos el bien que se nos presenta. Distinguir el verdadero bien de las apariencias de tal puede constituirse en uno de los más arduos aprendizajes o, al contrario, el más sencillo.

La verdad del amor, la verdad de Dios es una experiencia que debe poder ser testimoniada por el hombre. Jesús es el modelo perfecto de esta actitud vital. Si Jesús dio testimonio del Padre con su vida, nosotros debemos poder testimoniar al Hijo con la nuestra. Dar testimonio es reflejar y expresar o comunicar y compartir una experiencia previa. La experiencia de Dios está para ser comunicada y compartida, para ser testimoniada. El testimonio de la verdad hace verdadero al agente que lo expresa; cuando estamos imbuídos de una vivencia, no podemos sino expresarla: hay una profunda unidad de verdad.

El problema reside en la naturaleza de nuestros testimonios. Si nuestras experiencias han sido negativas o dañinas, ése será también nuestro testimonio o el tenor de nuestras verdades. Por ello decía más arriba que poder distinguir el verdadero bien de nuestras vidas puede ser un aprendizaje sumamente sencillo o sumamente complicado, pues estará en gran medida en función de nuestras experiencias vitales y del ejemplo o los testimonios de otras personas. Y hay testimonios de odio, de rechazo, de abandono, de soledad.

Mantener la actitud del corazón que describe el poeta es la meta ideal. Ideal por perfecta, no por inalcanzable. No importa el tiempo que se emplee en llegar a semejante grado de sabiduría vital: lo importante es llegar. Lo bueno que tiene el sufrimiento es que nos hace más conscientes del tesoro que alcanzamos, cuando por nuestras particulares circunstancias hemos debido recorrer un largo y difícil trayecto. No importa; todo ese esfuerzo tendrá su recompensa: la recompensa de la verdad, del bien y de la belleza. Y ya en esta vida.

miércoles, 26 de abril de 2017

Lecturas del día, miércoles, 26 de abril. Poema "Ajeno" de Claudio Rodríguez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-10):

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118,99-100.101-102.103-104

R/.
Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero.


Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes. R/.

Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R/.

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus decretos,
y odio el camino de la mentira. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Ajeno de Claudio Rodríguez
 
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa. 
 
 
Breve comentario
 
No hay mayor fracaso que no servir para lo que se vale: una sal sosa, una luz que no alumbra... Dios nos ha regalado la existencia para algo; tenemos una tarea que hacer, una misión que cumplir: nuestra vida tiene un sentido que nos trasciende, pero que a la vez necesita de nosotros para ser cumplido. Dios cuenta con nosotros para llevar a cabo su plan salvador. Si somos sal, hemos de salar; si somos luz, hemos de alumbrar.

En la vida hay fracasos y fracasos. En función de cuales sean nuestras referencias, metas e ideales, las personas a las que damos crédito, así serán de importantes aquellos. No siempre es malo fracasar, como cuando nuestros objetivos son errados en cuanto que cumplirlos nos hubieran alejado de los queridos por Dios. Hay fracasos mundanos que son una verdadera gracia del Señor, y éxitos mundanos que son una condenación de nuestra alma.
 
Una luz que no alumbra, una sal que no sazona, son fruto de una actitud cerrada a la propia trascendencia de nuestra existencia. Este fenómeno tan común puede deberse a múltiples razones: desconocimiento del sentido trascendente de nuestra vida (no sabemos por qué existimos); mundanización de todos nuestros objetivos (nos movemos por el dinero, para abrirnos camino profesionalmente, por disfrutar de los placeres terrenales, por narcisismo o egoísmo...); por las heridas sufridas a lo largo de la vida que nos han ido marcando y deformando de diversos modos, etc. Sea como fuere, la tarea de todo hombre es descubrirse a sí mismo para dar lo mejor de sí al mundo. 
 
Lo del autoconocimiento es algo que el hombre contemporáneo acepta con facilidad, pues es uno de los dogmas, por así decir, de nuestra postmodernidad. Pero el sentido que le quiero dar es muy distinto al pensamiento usual en nuestros días. Que hay un cierto conocimiento que proporciona diversas técnicas de meditación o sistemas de pensamiento, es algo en general, sin entrar en más detalles, cierto . Pero el autoconocimiento del que hablo no es un simple conocerme yo en mi interioridad para ir depurándome de defectos y carencias, sino un abrirse al origen de nuestro ser, un entrar en relación con el Señor. Desgraciadamente, ese mismo hombre coetáneo nuestro no considera que Dios juegue papel alguno en la tarea de conocerse uno mismo (al menos el Dios de los cristianos). Sin embargo, sólo poniendo nuestra vida bajo la perspectiva del Señor podremos descubrir cuál es la luz que Él nos ha concedido, el sabor que debemos dar a nuestra vida y a los demás, pues son dones que ya poseemos por su gracia. Y esto exige silencio, oración, reflexión, fe, Iglesia... y, sobre todo capacidad de amar, que es el eje fundamental de todos los dones posibles con los que Dios nos regala: ¿cuál es el bien que puedo aportar a este mundo para hacerlo mejor? El Señor da capacidad a todos, insisto, a todos, para aportar algo bueno, alguna luz, algún sabor a la vida de la humanidad. Es cierto que en medidas y tipos muy diversos para cada persona; pero para todos nos exige lo mismo: descubrir lo que podemos dar que ya poseemos. De lo contrario, como dice el poeta, en el colmo de la esterilidad, no habitaremos ni nuestra propia casa.

domingo, 23 de abril de 2017

Lecturas del día, domingo, 23 de abril, de la Divina Misericordia. Poema "Salmo VI" de Tudor Arghezi. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47):

Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,2-4.13-15.22-24

R/.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia


Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final. Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

Poema:
Salmo VI de Tudor Arghezi

Te busco entre el bullicio y el silencio
y como a una presa te persigo,
para ver si eres el halcón que busco
y arrodillarme ante ti o asesinarte.


Entre la creencia y la negación
ando osado en tu busca inútil.
Eres el sueño más preciado
que del cielo no me atrevo a derribar.


Como el reflejo en un riachuelo,
de repente te apareces o te escondes;
te vislumbro entre estrellas o entre peces
como el toro salvaje cuando bebe.


Ahora, a solas, con tu gran historia
he decidido a ti enfrentarme
y no quiero alcanzar la gloria
sino tocarte y clamar que existes.


PSALM VI

Te drămuiesc în zgomot şi-n tăcere
Şi te pândesc în timp, ca pe vânat,
Să văd: eşti şoimul meu cel căutat?
Să te ucid? Sau să-ngenunchi a cere.

Pentru credinţă sau pentru tagadă,
Te caut darz şi fără de folos.
Eşti visul meu, din toate, cel frumos
Şi nu-ndrăznesc să te dobor din cer grămadă.

Ca-n oglindirea unui drum de apă,
Pari când a fi, pari când ca nu mai eşti;
Te-ntrezării în stele, printre peşti,
Ca taurul sălbatec când se adapă.

Singuri, acum în marea ta poveste,
Rămân cu tine să mă mai măsor,
Fără să vreau să ies biruitor.
Vreau să te pipăi şi să urlu: “Este!”

https://www.youtube.com/watch?v=C4iP0W6CpW8   

Breve comentario

El apóstol Tomás ha pasado por ser el mejor representante de la incredulidad. No da crédito a ninguna experiencia que no sea la suya. Rechaza los testimonios de todos sus compañeros que le comunican que han visto a Jesús resucitado. Tomás, como el hombre contemporáneo, nos dice que si no lo ve él, no lo cree. Es más, ha de tocar el cuerpo del Señor, palpar sus heridas. Ciertamente la falta de fe exige siempre comprobaciones, mediciones, realidades objetivas incontrovertibles. Parece que las cosas sólo existen si las comprobamos, y mejor si las comprobamos por nosotros mismos. Es muy triste la sensibilidad cultural de la desconfianza, por la cual toda realidad ha de pasar por el tamiz que exige nuestra ignorancia. Las realidades más importantes de esta vida son esencialmente inmateriales, y en tanto que tales no son verificables u objetivables. Repito, esencialmente inmateriales; no inmateriales porque no se pueden percibir por los sentidos, porque pertenecen a la escala de lo atómico o molecular. No; son inmateriales porque no son materia. Y no siendo materia no son experiencias susceptibles de ser replicadas en entornos controlados según exige la metodología empírica científica. Pero para la sensibilidad contemporánea, aquello que no pasa por los cedazos de la ciencia simplemente no existe, o, más amablemente, no sabemos si existe.

Ver sólo con los ojos, o con la demostración empírica, es una muy pobre forma de ver: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto», responde el Señor al incrédulo Tomás. En esta época de inusitado desarrollo tecnológico, somos más ignorantes y ciegos que en época alguna anterior. Hemos perdido en gran medida la sensibilidad para trascender lo evidente y ver más allá, con otros ojos, con otra mirada, las realidades subjetivas e interiores que esconde su dimensión esencialmente inmaterial. Podemos amar lo que no vemos, lo que está fuera de nuestro alcance, a lo que tendemos aunque no esté presente, a lo que ignoramos pero queremos conocer... Sin duda, es el don tal vez más alto poder creer sin haber visto: toda una bienaventuranza.

El poeta rumano que hoy traigo a este espacio, como hombre de su tiempo (primera mitad del siglo XX), quiere comprobar por sí mismo la realidad que sabe que le fundamenta. Busca a Dios, lo desafía, lo reta... El giro que hace interesante su actitud  es que no lo hace para mayor gloria de sí mismo, de su ego particular, sino para sentir, para "clamar que existes." Ese fue al final el papel que reservó el Señor a Tomás, y a todos los hombres que, como Tomás, quisieron sentir inequívocamente a Dios para proclamar su existencia. Desconfiar para creer es la única justificación defendible de las primeras reticencias. Lo peor es estar instalado en la duda o en la negación; estos estados del alma y del conocimiento están para salir de ellos cuanto antes. Por desgracia el nihilismo occidental que padecemos vive instalado en esa nada de la que nada puede, en efecto, salir. La ciencia como sustituta de la fe, como el ego del incrédulo nihilista, no conduce a ningún conocimiento que nos ayude a ver y a vernos. Todos los misterios a los que merece la pena desafiar no se pueden afrontar sólo con los ojos del cuerpo o del empirismo. En tal caso, sólo desembocaremos en la nada como única certeza trascendente, que es en lo que está embarcado Europa y Occidente desde la Ilustración. Dichosos los que crean sin haber visto, sí... 

jueves, 20 de abril de 2017

Lecturas del día, jueves, 20 de abril. Poema "¿Existes? ¿No existes?" de Dámaso Alonso. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas. Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 8,2a.5.6-7.8-9

R/.
Señor, dueño nuestro
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!


Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor
 
Poema:
¿Existes? ¿No existes? de Dámaso Alonso
 
I
¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro; sí, lo ignoro.
Que estés, yo lo deseo intensamente.
Yo lo pido, lo rezo. ¿A quién? No sé.
¿A quién? ¿a quién? Problema es infinito.

¿A ti? ¿Pues cómo, si no sé si existes?
Te estoy amando, sin poder saberlo.
Simple, te estoy rezando; y sólo flota
en mi mente un enorme «Nada» absurdo.

Si es que tú no eres, ¿qué podrás decirme?
¡Ah!, me toca ignorar, no hay día claro;
la pregunta se hereda, noche a noche:
mi sueño es desear, buscar sin nada.

Me lo rezo a mí mismo: busco, busco.
Vana ilusión buscar tu gran belleza.
Siempre necio creer en mi cerebro:
no me llega más dato que la duda.

¿Quizá tú eres visible? ¿O quizá sólo
serás visible, a inmensidad soberbia?
¿Serás quizá materia al infinito,
de cósmica sustancia difundida?

¿Hallaré tu existir si intento, atónito,
encontrarte a mi ver, o en lejanía?
La mayor amplitud, cual ser inmenso,
buscaré donde el mundo me responda.

II
¿Pedir sólo lo inmenso conocido?
¿Pedir o preguntar al Universo?
No al universo de la tierra nuestra,
bajo, insensible, monstruoso, duro;

sí al Universo enorme, ya sin límites,
con planetas, los astros, las galaxias:
tal un dios material, flotando luces
en billones de años, sin fronteras.

Allí hay humanidades infinitas;
las llamo tal, mas son de extrañas formas:
nada igual a los hombres de esta tierra,
que aquí lloramos nuestra vida inmunda.

¡Extremado universo, inmenso, hermoso!
Con eterna amplitud, materias cósmicas,
avanzan infinitas las galaxias,
nebulosas: son gas, sólidas, líquidas.

III
Inmensidad, cierto es.
Mas yo no quiero
inmensidad-materia; otra es la mía,
inmateria que exista (¡ay, si no existe!),
eterna, de omnisciencia, omnipotente.

No material, ¿pues qué? Te llamo espíritu
(porque en mi vida espíritu es lo sumo).
Yo ignoro si es que existes; y si espíritu.
Yo, sin saber, te adoro, te deseo.

Esto es máximo amor; mi amor te inunda;
el alma se me irradia en adorarte;
mi vida es tuya sólo (¿ya no dudo?).
Amor, no sé si existes. Tuyo, te amo.
 
Breve comentario
 
Mucho se ha hablado del modo paradójico en que Jesús reaparece tras su muerte en la cruz. Las muestras de su resurrección pueden decirse que son de un carácter íntimo, pues sólo se presenta ante algunos de sus discípulos, siempre en entornos de soledad o, insisto, de intimidad. Si el Señor hubiera querido dejar patente que su resurrección era una realidad innegable, se hubiera aparecido ante multitudes, y ante multitudes hostiles, ante las autoridades más altas, o incluso ante Tiberio, entonces emperador de Roma. Sin embargo, no elige este camino de omnipotencia evidente, casi de prepotencia. Vuelve a elegir la humildad y la sencillez: se aparece ante los que en vida le dijeron que sí, más allá de las debilidades de todos ellos en el momento de su muerte. Si hubiera elegido aparecerse a toda la humanidad en medio de grandes fenómenos naturales, las conversiones en masa habrían sido automáticas. Esta forma de resurrección tímida, por decirlo así, puso las cosas muy difíciles a los que querían anunciar su Palabra en medio de un mundo hostil. La predicación hubo de ser un trabajo en extremo lento y peligroso, muy ingrato e infecundo en la mayoría de las ocasiones. De hecho, pasaron largos siglos (hasta tres) para que Roma aceptara el cristianismo como una religión entre otras, y algunos años más para que fuera la oficial del imperio; imperio a su vez que tardaría en caer en Occidente otro siglo más. Si la resurrección de Jesús hubiera sido tan evidente como su muerte, estos plazos probablemente se habrían reducido de forma muy notable. 
 
Y este modo de reacción del Señor en un hecho tan crucial ¿a qué pudo deberse? Volvemos al tema de la libertad que es central en la voluntad divina para con el hombre. Dios quiere ser amado por su criatura preferida; pero el amor sólo puede nacer de una voluntad que sea esencialmente libre. En sentido estricto, sólo cabe hablar de voluntad en un ser si y sólo si es libre. Dios no quiere imponerse al hombre como una obviedad o como una mera realidad sensorial (abro los ojos y veo), sino como un acto de voluntad, como una decisión de la criatura de querer creer, de querer querer, valga esta crucial redundancia. Es cierto que Dios mueve la libertad humana hacia el bien que es su raíz ontológica más profunda (y Él es el máximo Bien, no lo olvidemos), pero ello no anula su libertad. Mover no significa determinar, moción no es nunca determinación. La Gracia de Dios respeta la libertad de la criatura para decirle sí o no. Por ello, se aparece sólo a aquellos que ya lo reconocieron en vida. Y lo hace para que no dudasen, para que no perdieran el tesoro de su fe y de su esperanza, para que comprobaran, ellos sí, que su fe y su esperanza tenían fundamentos muy reales. Sólo a ellos se les muestra de forma inequívoca, dejándose tocar, hablando con ellos, comiendo de su comida, estando entre ellos como "El que Es", inmortal y victorioso.
 
Así, la Resurrección del Señor, siendo más real que nuestra propia existencia, nunca ha dejado de ser un objeto de fe: sólo cuando se le dice "Sí" al Señor se muestra al corazón en toda su evidencia la realidad absoluta e incontrovertible de su victoria sobre la muerte; sólo tras ese "Sí" de fe, nacido de la Gracia de Dios, que permitimos en un acto libre de nuestra voluntad acoger en nuestro corazón, se esclarece el misterio de su resurrección con la misma rotunda claridad de una aparición física. La resurrección exige la fe para poder ser acogida en nuestro corazón, porque sin ella, aun siendo la realidad más cierta de todas las que existen, nuestro juicio tiende a negarla: si la predicación es ya escándalo para los gentiles, la resurrección es escándalo para una razón desgajada de sus cimientos en la fe y en la esperanza que la fundan.
 
Por ello, disculpemos las dudas de nuestro poeta, profundo católico. Nadie está libre de la duda. La fe exige ser alimentada constantemente en el trato cotidiano con el Señor. Cierto poeta hispanoamericano escribía que sentía que había muerto muchas veces en su vida, y que por ello, en otras tantas ocasiones, había resucitado. Esto es estrictamente cierto, y cualquiera de nosotros lo puede entender sin dificultad, a poco que revise su biografía. Muerte física sólo hay una (afortunadamente); pero muerte moral o espiritual, muchas y muy distintas. Con todo, y como hombre de fe que era D. Dámaso, sabe concluir la certeza de la existencia de Dios en un criterio infalible: el amor. La necesidad que tenemos de Él es la señal definitiva de su existencia: a la Nada no se la ama nunca. Y la necesidad no es un mero consuelo o un autoengaño: es la huella o la marca del Creador en lo más íntimo de nuestros corazones, en esa intimidad en la que Dios se aparece al hombre, resucitando en él una y otra vez, en cada ocasión en que su criatura se decide libremente a amarlo.   

miércoles, 19 de abril de 2017

Lecturas del día, miércoles, 19 de abril. Poema "Tal vez la mano, en sueños..." de Antonio Machado. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: «Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/.
Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Poema:
"Tal vez la mano, en sueños..." de Antonio Machado

   Tal vez la mano, en sueños,
del sembrador de estrellas,
hizo sonar la música olvidada
 
   como una nota de la lira inmensa,
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabras verdaderas. 

Breve comentario

De las escenas de la Resurrección del Señor que los evangelistas han descrito, mi preferida es la del camino de Emaús. No sabría definir las razones de esta predilección. Quizá sea esa cotidianidad que transmite el suceso; el Señor se aparece como pasando desapercibido, como un anónimo caminante que se encuentra con otros en la misma ruta, y comparten una charla distendida. Quizá sea porque me identifico con la tristeza y el escepticismo de los discípulos, con su ceguera para leer los signos del Señor y por la incomprensión de su mensaje de salvación. Sea como fuere, lo cierto es que no me cuesta nada imaginarme muy vívidamente la escena, y verme en ella con las mismas perplejidades que los díscípulos. Pero también pidiéndole que se quedara conmigo, que me siguiera explicando con esa sencilla clarividencia el sentido de las Escrituras y sentir cómo ardía mi corazón sin saberlo, para, al fin, reconocerle al partir el pan.

La humildad del amor es maravillosa. En verdad, no hay acto de mayor plenitud en este mundo que un alma entregándose por amor a otra. Dios, siendo el Infinito, el Omnipotente, el Omnisciente, la Causa Primera, la Causa de todas las causas, el Creador, es el paradigma absoluto de la humildad que se entrega por amor. Y hasta resucitado, lo hace calladamente, como si fuera un hombre más. Cuando lo reconocen los de Emaús, desaparece; cuando María Magdalena se abalanza sobre Él para comérselo a besos, le dice con ternura: "Noli me tangere", "No me toques" o "Suéltame". Parece un Dios tímido, huidizo, modesto. El amor es así, el verdadero amor: el Amor. Y cuando nos acercamos siquiera un poco a sentir su cálido fuego, nos invade esa ola de humildad, en palabras de D. Antonio.

Si este pasaje de Emaús nos resulta tan cercano a algunos, tal vez en especial para aquellos que hemos vivido procesos de conversión tras una etapa dilatada de alejamiento en la falta de fe y de esperanza, es porque describe a la perfección con una sencillez paradigmática precisamente esto, una conversión, una transformación de los corazones por la presencia actuante del amor del Señor. 

En esta Semana Santa, que deseo que os haya sido especialmente provechosa en ese acercamiento a la figura viva del Señor en vuestras realidades, he sentido una experiencia cierta de su presencia. Cuando esperaba una Semana Santa más bien fría en el terreno de lo espiritual, dadas situaciones personales más bien adversas en este sentido, lo cierto es que, también con modestia y calladamente, he vivido mi particular Viernes Santo, y mi Domingo de Resurrección. Y como los discípulos de Emaús, viví el Viernes Santo como un olvido del Señor, como un abandono, incluso como una agresión a mi esperanza (lo que tuvo incluso un reflejo psicosomático). Sin embargo, llegado el Domingo, y contemplando por casualidad un paso procesional (y eso que no soy muy aficionado a las procesiones) a la salida de la catedral de Granada, una ciudad a la que no volvía desde hacía cuarenta años, en el que aparecía el encuentro de María Magdalena con Cristo resucitado, me sentí de nuevo arder. Desde la fachada del templo, tiraban pétalos a las figuras, que caían también sobre los que estábamos junto al paso, enardecidos. Muy pocas veces en mi vida he sentido una experiencia de mayor coherencia y unidad: la música que acompañaba con los escalofriantes redobles de los tambores y la fuerza liberada de los instrumentos de viento, la lluvia de pétalos, el olor de las flores, el juego de luces y sombras que el magnífico sol de Andalucía y los árboles producían, la solemnidad del momento a la vez que la absoluta sencillez de la Resurrección del Señor, la belleza de las figuras del paso, la desnudez sencilla y a la vez viril de Jesús, la expresión de éxtasis de felicidad de María Magdalena... Es de esas escasísimas ocasiones en la vida en que parece que todo encaja de golpe, con suma sencillez y a la vez con suma rotundidad. 

Sí, entiendo perfectamente lo que sintieron los discípulos de Emaús.   

lunes, 10 de abril de 2017

Lecturas del día, Lunes Santo, 10 de abril. Poema "A un hombre" de Susana March. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.2.3.13-14

R/.
El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne, 
ellos, enemigos y adversarios, 
tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis». Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Palabra del Señor

Poema:
A un hombre de Susana March 

Salvar este gran abismo del sexo
y luego, todo será sencillo.
Yo podré decirte que soy feliz
o desdichada,
que amo todavía
irrealizables cosas.
Tú me dirás tus secretos de hombre,
tu orfandad ante la vida,
tu miserable grandeza.
Seremos dos hermanos,
dos amigos, dos almas
que alientan por una misma causa.
Hace tiempo que dejé la coquetería
olvidada en el rincón oscuro
y polvoriento
de mi primera, balbuciente feminidad.
¡Ahora sólo quiero que me des la mano
con la fraternal melancolía
de todos los seres que padecen el mismo destino!
No afiles, porque soy mujer,
tu desdén o tu galantería,
no me des la limosna
de tu caballerosidad insalvable y amarga.


Breve comentario

En esta famosa escena se describe de nuevo con esa sucinta claridad que caracteriza las narraciones de los evangelistas la naturaleza humana. En este caso ante un foco de atracción como era Jesús, que es el común denominador de sus reacciones. Una multitud se acerca para cerciorarse de que Lázaro sigue vivo y para ver, siquiera de lejos, a su resucitador, al nuevo profeta que va haciendo milagros por donde pasa. Por otro lado, está Judas, atraído también por la figura del Señor, a la que envidia y desea su mal. Y por último, la entrega amorosa de María, sin reservas, absoluta, sin reparar en el qué dirán (de lo cual ya se encarga sobradamente Judas), entregando su alma representada en aquel perfume. Y el amor de Marta, que ama al Señor como sabe, con la atención de hacer fácil lo cotidiano, de acoger y cuidar con su esfuerzo a quien servicialmente ampara. Todos se sienten atraídos por Jesús, pero ¿qué diferencia, verdad, entre la curiosidad y la comprobación, la envidia y el amor?...

¿Cuál es la reacción de Jesús ante esta panoplia de reacciones humanas a su presencia? Las acepta, deja que ocurra, que el corazón de cada uno se exprese con libertad. Acepta la curiosidad más o menos desconfiada de unos, la envidia y el servicio hipócrita de otros, el amor de madre que cuida de su hijo y el amor de mujer enamorada que busca a su amado. Todo esto es el ser humano, de todo esto somos capaces, todo esto puede albergar nuestro corazón, y todo esto será trascendido como sólo Él ya sabía por su inminente muerte. Después de su crucifixión, el corazón humano seguirá envidiando, desconfiando, amando..., pero ya todo será distinto, tendrá un sentido y una dimensión desconocidas: hay un Dios que nos ama, que nos acepta y nos perdona. Y sabiéndolo, cada uno lo recibirá en función de esa apertura, de esa atracción por su presencia.

El poema de Susana March, una excelente como injustamente olvidada poeta, evoca de una forma íntima y certera, con enorme sinceridad, la entrega de sí de quien busca la comunión con su amado mucho más allá de la carne (salvado el "gran abismo del sexo"). Algunos pensarán que lo que voy a decir es muy discutible, y lo es, pero tengo la convicción y la experiencia personal de que la mujer (no todas evidentemente) ama con más profundidad que el varón. Preparadas espiritual y hasta biológicamente para acoger y recibir, saben esperar, gozar y renunciar de un modo que en el varón adquiere otras connotaciones. Y este poema lo refleja, como el evangelio: quienes en verdad aman a Jesús son María y Marta (Lázaro pasa a un significativo segundo plano en la narración de Juan, aunque sea el que motiva la visita del Señor). A un hombre va dedicado el poema; y el mejor de todos, Jesús, despierta la mejor feminidad de la mujer, la de María y la de Marta.

domingo, 9 de abril de 2017

Lecturas del día, Domingo de Pasión, 9 de abril. Poema "Via Crucis" de Mario Luzi


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-7):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24

R/.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor

Poema:
Via Crucis de Mario Luzi

Padre mío,  me he aficionado a la tierra
más de lo que hubiera creído.
Es bella y terrible la tierra.
Nací casi escondido,
he crecido y madurado
en un lugar tranquilo
entre gente pobre, amable y execrable.
Me acostumbré a sus calles,
me encariñé con sus lugares, sus olivares,
las viñas, hasta el desierto.
La tierra es sólo una estación para Tu hijo,
pero ahora me duele dejarla,
y hasta estos hombres y sus ocupaciones,
sus casas y sus refugios,
me da pena tener que abandonarlos.
El corazón humano está lleno de contradicciones
pero ni por un instante me he alejado de ti.
Te llevé incluso hasta donde parecía que no estabas
o habías olvidado  estar.
La vida en la tierra es dolorosa,
pero también dichosa: recuerdo
los niños, los árboles y los animales.
Falta poco para ese lugar que llaman Calvario.
Despedirme me angustia más de lo debido.
¿He estado mucho entre los hombres o demasiado poco?
¿Hice muy mío lo terreno o lo he evitado?
La nostalgia de ti ha sido continua y fuerte,
pronto nos reuniremos en la sede eterna.
Padre no juzgues
este hablar mío humano, casi delirante,
tómalo como un deseo de amor,
no repares en su insensatez.
Vine a la tierra para hacer tu voluntad
aunque alguna vez haya vacilado.
Sé indulgente con mi debilidad, te lo ruego.
Cuando nos reunamos en el Cielo
se habrá consumado una gran prueba
que no se pierde en la memoria de la eternidad.
Pero ahora, en este estado humano de flaqueza,
voy hacia ti, compréndeme, en mi debilidad.
Me toman, me alzan en la cruz plantada sobre la colina,
ahí Padre, me clavan las manos y los pies.
Aquí termina verdaderamente el camino.
La deuda de la iniquidad ha pagado a la iniquidad.
 
Pero tú conoces este misterio. Tú solo.

Via Crucis

Padre mio, mi sono affezionato alla terra
quanto non avrei creduto.
È bella e terribile la terra.
Io ci sono nato quasi di nascosto,
ci sono cresciuto e fatto adulto
in un suo angolo quieto
tra gente povera, amabile e esecrabile.
Mi sono affezionato alle sue strade,
mi sono divenuti cari i poggi e gli uliveti,
le vigne, perfino i deserti.
È solo una stazione per il figlio Tuo la terra
ma ora mi addolora lasciarla
e perfino questi uomini e le loro occupazioni,
le loro case e i loro ricoveri
mi dà pena doverli abbandonare.
Il cuore umano è pieno di contraddizioni
ma neppure un istante mi sono allontanato da te.
Ti ho portato perfino dove sembrava che non fossi
o avessi dimenticato di essere stato.
La vita sulla terra è dolorosa,
ma è anche gioiosa: mi sovvengono
i piccoli dell’uomo, gli alberi e gli animali.
Mancano oggi qui su questo poggio che chiamano Calvario.
Congedarmi mi dà angoscia più del giusto.
Sono stato troppo uomo tra gli uomini o troppo poco?
Il terrestre l’ho fatto troppo mio o l’ho rifuggito?
La nostalgia di te è stata continua e forte,
tra non molto saremo ricongiunti nella sede eterna.
Padre, non giudicarlo
questo mio parlarti umano quasi delirante,
accoglilo come un desiderio d’amore,
non guardare alla sua insensatezza.
Sono venuto sulla terra per fare la tua volontà
eppure talvolta l’ho discussa.
Sii indulgente con la mia debolezza, te ne prego.
Quando saremo in cielo ricongiunti
sarà stata una prova grande
ed essa non si perde nella memoria dell’eternità.
Ma da questo stato umano d’abiezione
vengo ora a te, comprendimi, nella mia debolezza.
Mi afferrano, mi alzano alla croce piantata sulla collina,
ahi, Padre, mi inchiodano le mani e i piedi.
Qui termina veramente il cammino.
Il debito dell’iniquità è pagato all’iniquità.

Ma tu sai questo mistero. Tu solo.