sábado, 1 de octubre de 2016

Lecturas del día, sábado, 1 de octubre. Poema "Pastor" de Amado Nervo. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Job (42,1-3.5-6.12-16):

Job respondió al Señor: «Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti, yo, el que te empaño tus designios con palabras sin sentido; hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión. Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza.»
El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les repartió heredades como a sus hermanos. Después Job vivió cuarenta años, y conoció a sus hijos y a sus nietos y a sus biznietos. Y Job murió anciano y satisfecho.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118

R/.
Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo

Enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos. R/.

Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus mandamientos. R/.

Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir. R/.

Por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio. R/.

Yo soy tu siervo: dame inteligencia,
y conoceré tus preceptos. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,17-24):

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

Palabra del Señor

Poema:
Pastor de Amado Nervo
  
Pastor, te bendigo por lo que me das.
Si nada me das, también te bendigo.
Te sigo riendo si entre rosas vas.

Si vas entre cardos y zarzas, te sigo.
¡Contigo en lo menos, contigo en lo más,

y siempre contigo!

Breve comentario

Todo verdadero poder, es decir, aquel que no procede de nosotros, que no nace de nuestros méritos, sino de lo dado o recibido desde nuestra existencia, viene de Dios. Por ello Jesús pronuncia estas palabras fundamentales: "(...) no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo." La naturaleza del poder no reside en su capacidad para generar efectos, para transformar la realidad o para dominar las leyes que la conforman: el poder que Dios nos concede es el de distinguir su verdad entre las verdades del mundo, entre la apariencia y el error, para distinguirlo de nuestras debilidades y pecados, para reafirmar su preeminencia como fuente del amor, del bien y la belleza. Y esta es una sabiduría (la única en verdad que merece tal designación) en absoluto elitista, sólo para iniciados, para los más inteligentes, los más formados, los elegidos por el mundo según los criterios humanos. Es una sabiduría abierta a los corazones más sencillos, a los que son capaces de reconocer la grandeza de Dios en lo más pequeño, y la pequeñez del hombre en lo más grande. Da igual si son iletrados o doctos, de carácter afable o difícil, judíos o paganos. Dios elige. Y el elegido por esa inmensa gracia, se deja guiar, se hace pequeño, se reconoce ignorante, impotente, recipiente que recibe pasivamente la gracia de saberse querido por Dios. Y entonces, sí, lo puede todo... en Dios.

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