miércoles, 12 de octubre de 2016

Lecturas del día, miércoles, 12 de octubre, nuestra Señora del Pilar. Poema "Apenas nada" de Doiraje. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del primer libro de las Crónicas (15,3-4.15-16;16,1-2):

En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.3.4.5

R/.
El Señor me ha coronado,
sobre la columna me ha exaltado


El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.

Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Apenas nada de Doiraje
 
No sé cómo te llamas,
no sé qué es lo que escondes
bajo esos ojos negros
de belleza extraña.

No sé lo que pretendes,
ni sé lo que me callas,
y aunque no logro entenderte,
quieres que me acerque
para calmarme esta ansia.

No sé cómo hablarte,
no encuentro palabras,
ni sé si hago bien
mirándote
con mi sucia mirada.

Eres mujer y no siento
el miedo de los engaños,
la sombra de los instintos,
el frío de las seducciones,
ni el sordo tremor de los pálpitos.

No sé quién eres, la que habla
con Dios, la llena
de gracia, la que albergó
en su vientre al Hijo
de todos los hijos.
La que lo vió morir
antes que lo inmolaran.

No sé quién eres, María,
qué nombre es éste
para la Madre del Verbo,
qué mujer ésta
que dice sí a Dios
sin saber, sin poder, sin hablar,
bajando esos ojos
de belleza extraña.

Me dices ven y voy,
y no logro encontrarte;
pero estás aquí, a mi lado,
como si no fueras nada,
apenas la Madre de Dios,
apenas Inmaculada,
apenas Reina del Cielo,
apenas nada de nada.

Y quedo mirándote
en este silencio que aguarda...

Toma esta vida que busca,
tómala, Madre, que quiero
acercarme a tu Hijo
como el hijo al Padre.

Déjame estar con Él,
déjame,
llena de gracia,
María.
 
Breve comentario
 
El pasaje evangélico es de lo más simpático: una mujer requiebra cariñosamente al Señor. El Señor seguro que sonreiría ante ese acto de afectividad espontánea, pero aprovecha la atención suscitada por aquella extravertida mujer para ofrecer una lección al paso, por supuesto sin ánimo de aguar el júbilo de aquélla ni la simpatía despertada entre la gente por su reacción. Es importante el goce de una madre por haber parido a alguien tan amado y amable, y haber cuidado de Él, pero es aún más importante seguir al Amor mismo, su Hijo. Ciertamente, la Madre de Jesús es a su vez la Hija del Amor de Dios: no es ella el origen de la perfectibilidad de Dios. Lo llevó en el vientre, y le dió de mamar de sus pechos; pero la Verdad divina trasciende las realidades puramente humanas, aunque en ellas tome forma por medio de María en gracia de Dios.

María, como cualquier madre, tiene una función crucial: hacer de puente, de intermediario, ser la mediadora entre Dios y los hombres. Como cualquier madre, que une al hijo varón con el padre, su marido, así hizo María con Jesús. El culto mariano debe ser ante todo un culto cristiano, es decir, llevarnos al Hijo, pues no es otro el sentido de su existencia y el papel reservado por Dios para ella.

Sin duda, María fue la llena de gracia, la mujer más dichosa de todos los tiempos. Si ya la maternidad es la plenitud de toda mujer como mujer, albergar a Dios en su seno y darlo de mamar de sus pechos debió de ser de una belleza y goce indescriptibles. Pero lo central no es lo que sintiera María como madre, sino lo que María fue como tal madre. Y lo hizo a la perfección, como su perfecto y humilde Sí a la voluntad de Dios. Lo hizo a la perfección y lo sigue haciendo, pues sigue intercediendo ante Jesús por nosotros, siendo ya la Madre de todos nosotros, la que nos abre el acceso a su Hijo, al Padre, para poder ser hombres.
 
Todo es de una profunda sabiduría divina que armoniza a la perfección con la realidad humana por ella generada. María hizo lo que todas las madres sanas de este mundo. La virilidad de los hombres depende de la mujer en más de una ocasión. Cuando somos niños, es la madre la que se encarga de que podamos acceder al padre para poder construir nuestra identidad como varones; y luego ya de adultos, cuando gracias a esa virilidad adquirida somos capaces de amar en cuerpo y alma a una mujer. Así, en la virilidad de todo varón hay una mujer al principio y una mujer al final: sin ellas, nunca podríamos acceder a lo que Dios nos llama. Sí, María, es Madre de Dios y Madre nuestra. Y sigue siéndolo. Y como todas las madres sanas, lo hace como si no hiciera "apenas nada", con una sencillez pasmosa, que sólo la humildad y el amor más profundo hace posible, el amor de una mujer que es madre.
 
Demos gracias a Dios por esta Madre buena que aún nos sigue protegiendo y que ruega sin descanso al Hijo por nosotros. No dudemos en acudir a su protección con la confianza de acudir a una madre.
 
Y feliz día de la Hispanidad a todos los lectores hispanos y, cómo no, a los compatriotas aragoneses  y a los españoles en general en el día de la Virgen del Pilar, que aman a nuestra patria y nuestro legado histórico extraordinario.    

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