domingo, 23 de octubre de 2016

Lecturas del día, domingo, 23 de octubre. Poema "La poesía llega... ahí está" de León Felipe


Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (35,12-14.16-18):

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2-3.17-18.19.23

R/.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él . R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18):

Estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor

Poema:
La poesía llega... ahí está de León Felipe

La Poesía llega como un gendarme a la casa del crimen.
Ahí está. Viene porque la he llamado yo.

 
Ya viene con su ademán desnudo,
con su mirada sin cortinas,
con su mirada sin eclipse…
con su mirada que no se esconde nunca bajo el toldo de los párpados
ni a la sombra de las pestañas…
Viene con su mirada abierta siempre.

 
La Poesía llega con su apostura fría,
cínica,
inmisericorde…
como un soldado terrible,
como un sayón, como un sargento encargado del cacheo y del [desahucio,
como un oficial eclesiástico de la Inquisición,
como el escribano con su mazo de infolios donde se va
a escribir el inventario de todo lo que se esconde bajo el sótano,
como el confesor con su saco blindado donde se van a meter
los crímenes,
las herejías,
los ídolos falsos,
las lámparas votivas alimentadas con alquitrán.

 
La Poesía llega.
Viene porque la he llamado yo.
Viene a confesarme y registrarme.

 
Un hombre cualquiera puede ser el poeta:
el publicano que no sabe rezar…
también el publicano…
cualquier publicano…, el último publicano.
Porque también el corazón de los inconsiderados
entenderá la sabiduría…
y la lengua de los balbucientes
hablará clara y expedita.
Y el poeta es el hombre que llama a la poesía sin miedo.

 
Al gran sayón…, al viejo sayón inmisericorde,
y le dice cuando llega a su puerta: Entra.
Quiero saber dónde vivo.
¡Hay tantas sombras,
tantas telarañas
y tantos fantasmas aquí dentro!
Entra.
Tú eres la Poesía… la Verdad y la Luz
¿No es así?
La que abre las ventanas
y rompe los goznes de las puertas…
¿No es así?
La que ahuyenta el trote de las ratas
y apaga el ruido espectral de la polilla en la madera.
¿No es así?
La que barre cortezas caídas y los vidrios quebrados
que se amontonan en los rincones tenebrosos…
¿No es así?
La que encuentra los grandes versos perdidos y los
grandes sueños que en la revuelta de las pesadillas
se escondieron entre las circunvoluciones del colchón…
¿No es así?
La que encuentra también el cardiograma olvidado entre
los folios del viejo libro polvoriento, el cardiograma
donde se registran los golpes del fantasma apócrifo y
los del ángel del destino…
¿No es así?
La que sabe dónde está la soga que una noche amarré
de la viga más recia…
¿No es así?
La que viene a apretar y a exprimir la vejiga de las
lágrimas hasta la última gota de sangre y de leche…
¿No es así?
La que viene a tapiar con ladrillos de fuego el cuarto
donde la lujuria y el sexo envenenado guardan los
negros sueños espantosos…
¿No es así?
Tienes una llave, ¿verdad?
y una piqueta… y un hacha…
y una mecha encendida
y una escoba
y unos ojos sin párpados…
¿No es así?
Tú eres… ¡tú eres!
A ti te he llamado.
No eres la hermosa doncella vestida de blanco
y con una ramita de laurel
para el bonete del juglar.
Eres dura, seca… y fea… fea
como la verdad para el criminal… para mí.
Yo soy un criminal…
un criminal… como cualquier hombre de la tierra,
un criminal… como cualquier ciudadano del mundo.
Soy el gran criminal vestido de hollín y de betún
que loco y fugitivo
recorre este planeta apagado y tenebroso.
Lo confesaré todo:
He asesinado a la Belleza
y he apuñalado a la Alegría…
He ahogado a la estrella
y he arrojado la lámpara al pantano.
¡Mirad mis manos chorreando sombras!
¡Mirad estas manos de carbón llenando de humo el aire
y apagando las últimas pupilas,
las luciérnagas,
los faros
y los astros!

 
¡Sálvame!… Quiero la Luz
¡Sálvame!… Quiero ver la luz… ¡Sálvame! 

Te he llamado para que me salves.
Y te he llamado a ti…
no a la hermosa doncella vestida de blanco
con una ramita de laurel
para el bonete del juglar.
Te he llamado a ti… a ti… viejo sayón inmisericorde.
Y te he llamado para que luego de oírme
registres esta cueva,
abras las ventanas,
derribes las puertas,
barras las tinieblas,
quemes mis entrañas
y dejes entrar de nuevo en esta casa subterránea,
en este cuerpo funeral…
la Alegría y la Belleza resurrectas,
como un río de luz sin presas y sin frenos.
 

2 comentarios:

  1. https://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%A1bola_del_fariseo_y_el_publicano

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    1. Muchas gracias, Miguel Ángel por la referencia y por la visita.

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