domingo, 16 de octubre de 2016

Lecturas del día, domingo, 16 de octubre. Poema "Yo que hablé tanto..." de José Luis Martín Descalzo. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (17,8-13):

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.»
Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 120,1-2.3-4.5-6.7-8

R/.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R/.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R/.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14–4,2):

Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor
 
Poema:
"Yo que hablé tanto..." de José Luis Martín Descalzo
 
Yo que hablé tanto, tanto, tanto y tanto,
que siempre fui un charlatán del viento,
un mayorista de palabras, siento
que no me queda voz para tu canto.


Y hoy que, temblando, mi canción levanto,
se quiebra en mi garganta el sentimiento
y ya más que canción es un lamento,
y ya más que lamento es sólo un llanto.


Adelgázame, Amor, mi voz ahora,
déjala ser silencio, llama pura;
río de monte, soledad sonora,


álamo respirando en la espesura.
Déjame ser un pájaro que llora
por no saber cantar tanta hermosura.


Breve comentario

Se podría decir que el alimento más cotidiano del que se nutre un buen cristiano es la oración. Más incluso que los propios sacramentos, pues no siempre se puede comulgar todos los días, ni nadie se confiesa con semejante frecuencia. La oración es el sostén de nuestra fe. Quien no reza va a ver en no demasiado tiempo cómo se deteriora su vida interior de forma notable. Necesitamos ser perseverantes. En verdad, más que perseverar, que apela demasiado a un cierto voluntarismo, lo que precisamos es ser fieles, saber esperar, saber confiar, dejar que el Señor haga su labor en nosotros, que suele ser sorda, lenta, paulatina, serena, sin estridencias, imperativos o urgencias.

Yo soy un mal orador (en todos los sentidos del término). Primero, porque conozco pocas oraciones; segundo, porque enseguida se me va la cabeza a mil cosas, me descentro, me aburro, me disperso. Retomo; y otra vez vuelve la burra al trigo. Me consuela saber que muchas personas mucho mejores que uno, incluso grandes santos, les ocurría lo mismo. Cuando leí en su autobiografía de los enormes problemas de concentración de santa Teresa de Lisieux cuando rezaba, sonreí relajado: no era yo solo, hasta a ella le ocurría. Estos problemas son de lo más normales y comunes. La oración es ante todo relación, diálogo con Dios. Y con ese ánimo debemos acercarnos a ella. Si bien se observa, una gran cantidad de los poemas que he colgado en este espacio son verdaderas oraciones. Porque lo importante de la oración no es meramente repetir de manera mecánica o aun ritual unas fórmulas, sino, insisto, entrar en relación. Y en ocasiones, las palabras no es el modo más adecuado para iniciar ese diálogo: se necesita silencio, tiempo, un espacio, tranquilidad... Y ser conscientes de lo que nos motiva a rezar: para pedir, para agradecer, para compartir, para alabar..., o simplemente para estar con Él, sentirle, mirarle, sentirse acompañado, abandonarse en su quietud acogedora. Por ahí, entro mejor en esa dinámica relacional necesaria.

Creemos en un Dios que no es una idea, ni una teoría o una mera visión del mundo. Creemos en un Dios que es Persona, y que como tal quiere relacionarse a su vez con nosotros, entrar en diálogo, escucharnos. El amor exige ese trato, ese ambiente, para que podamos entablar contacto, para conocernos (como decimos en las relaciones humanas). Cultivando ese trato con suave cotidianidad, nuestra fidelidad o perseverancia irá ganando en solidez, en esperanza, en confianza. Poco a poco, sin presiones, pero sin dejarlo nunca. Que no nos ocurra que le abandonamos, como dijo el poeta: "Dios, ese amante no correspondido."

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