lunes, 24 de octubre de 2016

Lecturas del día, lunes, 24 de octubre. Poema "Indescriptible" de Carmen Conde. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,32–5,8):

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. Por otra parte, de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sentido; todo eso está fuera de sitio. Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien esto en la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero, que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos; porque en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6

R/
Seamos imitadores de Dios, como hijos queridos

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor
 
Poema:
Indescriptible de Carmen Conde 

Esperar es peor que nacer,
porque solamente espera el que se muere
de esperar sin hacerse con la vida
otra cosa que esperar. El esperarte.


Y atada a esa tu espera que me gasta
y que gasta tu vida sin traerte,
aquí me estoy muriendo de ansiedades
porque cabe, tremenda, esta esperanza.


Cada día, ¡oh tú que te retrasas!
sin saber que nos vamos alejando,
es menor la distancia irreparable
de pensar, de esperar, que nos aleje.


Y aquí sigo esperando, nada intento
por huir al tormento de tu espera.
Ya no sé si allá fuera de mi vida
quedan otros o no, queda quien ande.


Solamente por ti, por cuando llegues,
a solas esperándote te espero.


Breve comentario

Jesús atiende ante todo a la necesidad de quien le solicita. Lo demás es secundario. Las normas están para facilitar la relación con Dios, no para que sirvan de obstáculos o para calmar la conciencia de los hipócritas. Dios no juega con nosotros: nos respeta y nos ama; no juguemos con Él para ponerlo al servicio de nuestro yo. Por desgracia, la actitud farisaica es algo que no ha desaparecido ni es exclusiva de aquellos judíos elitistas. 

¿Qué es lo importante en este episodio evangélico? El que Dios tiene fija su mirada en quien le implora, no en quien le utiliza para sus propios fines. En consecuencia, acude a socorrer a la mujer enferma sin pararse a saber en qué día le ayuda, si es preceptivo hacerlo o si viola alguna norma. Lo demás no le importa. La mujer, que lleva esperando dieciocho años, acude cuando le ve, movida por su anhelo de librarse de su tormento. Ella no quiere ofender a los fariseos, pero tampoco está pendiente de lo que es preceptivo o no; cuando ve a quien la puede salvar, sabe automáticamente que la norma no es lo más importante: simplemente se olvida de ella. Jesús podría haberle dicho a la mujer que volviera al día siguiente, pues si lleva esperando tantos años, bien podría esperar unas pocas horas. Pero el amor no actúa así, y el amor perfecto de Dios menos aún.

Sin embargo, hay que saber esperar. La mujer dio pruebas bien sobradas de su paciencia en el sufrimiento. El Señor, que todo lo sabe, no esperó siquiera la llamada de la mujer: al verla, actuó. En muchas ocasiones, parece que Dios no se llega para ayudarnos. Llevamos tal vez toda una vida de luchas, de soledad, de desencuentros, y Dios parece que sólo observa. En otras ocasiones hemos dicho que hay que saber pedir; pero no menos importante es saber esperar, esperar con esperanza, con fe. Dios actúa no en obediencia a normas, y menos aún a normas si no fijadas, sí manipuladas por la egolatría de los hombres que dicen servirle, sino cuando el corazón cuenta con la disposición adecuada para saber recibirle. Dios sabía que la mujer poseía ese corazón entregado tras dieciocho años de sufrimiento. Tal era así que en el pasaje no se describe que la mujer acudiera expresamente al Señor a ser curada. Quizá simplemente pasaba por allí, o se acercó con curiosidad para ver al nuevo profeta que Dios parecía haber enviado al pueblo. Pero el Señor conocía el interior humilde de su corazón, tan humilde que tal vez no se atreviera siquiera a pedirle nada: estaba preparada para recibirle, y Dios entró en ella, y la limpió.

Que sepamos esperar, con independencia de cuáles, cuántas y cuán prolongadas sean nuestras dificultades. Solemos decir que el tiempo pone las cosas en su sitio. No, no es el tiempo: es Dios. El tiempo, si acaso, nos va preparando para recibirle, para enderezarnos y poder mirar en la verdadera vida a Dios frente a frente. Sí, la espera que es espera de amor, esperanza en su venida, es indescriptible.

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