viernes, 9 de diciembre de 2016

Lecturas del día, viernes, 9 de diciembre. Poema "Precio" de Dulce María Loynaz. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (48,17-19):

Esto dice el Señor, tu libertador,
el Santo de Israel:
«Yo, el Señor, tu Dios,
te instruyo por tu bien,
te marco el camino a seguir.
Si hubieras atendido a mis mandatos,
tu bienestar sería como un río,
tu justicia como las olas del mar,
tu descendencia como la arena,
como sus granos, el fruto de tus entrañas;
tu nombre no habría sido aniquilado,
ni eliminado de mi presencia».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6

R/.
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,16-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Palabra del Señor

Poema:
Precio de Dulce María Loynaz

Toda la vida estaba
en tus pálidos labios...
Toda la noche estaba
en mi trémulo vaso...


Y yo cerca de ti,
con el vino en la mano,
ni bebí ni besé...


Eso pude: Eso valgo.

Breve comentario

Podemos dejar pasar lo que es bueno porque no lo reconocemos como bueno, por temor ("más vale lo malo conocido que..."), por falta de interés, porque lo consideramos sin importancia, porque no nos consideramos capaces de ello, por orgullo y no lo consideramos digno de nosotros, por recelo, porque nos despierta una animadversión casi instintiva... Así, según sean nuestras motivaciones, nuestras heridas y nuestras decisiones, tenderemos a reaccionar ante el bien de un modo muy diverso: con parálisis, con inhibición, con desprecio, con indiferencia, con envidia, con impotencia, con odio...

Ante su ofrecimiento, Jesús se topa con una generación endurecida y cegada por la miseria de su corazón. A veces la vida nos pone en situaciones en las que sólo cabe la ruptura, pasar página sabiendo que jamás se puede resolver el desencuentro. Es una situación penosa, ciertamente, pero ante quien no quiere querer, no cabe hacer nada. Si sonríes, porque sonríes; si te muestras serio, qué seriedad; si eres amable, ¿qué esconde esa amabilidad?; si eres correcto, ¡qué pedante, qué frialdad!... No hay salida. En esas circunstancias hay que saber decir basta, y sacudirse el polvo de los pies. Y, por supuesto, ante esta falta absoluta de reconocimiento por el otro, de aceptación, de mínima comprensión, debemos saber distinguir con la mayor claridad no sólo lo que procede del otro, y lo que ello nos provoca, sino nuestra motivación y el valor de nuestra dignidad.

Nuestra identidad se forma en su origen en el juicio amoroso del otro al que amamos. Cuanto más sólida sea la experiencia de haber sido amados, más sólida será nuestra identidad y el propio reconocimiento de nuestra dignidad y del bien de nuestras intenciones. Desde esa plataforma, podemos y debemos romper con aquellos que deciden de forma definitiva no aceptarnos. Eso podemos, eso valemos.

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