martes, 13 de diciembre de 2016

Lecturas del día, martes, 13 de diciembre. Poema "Sin saber quien recoge, sembrad..." de Cristina de Arteaga. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Sofonías (3,1-2.9-13):

Esto dice el Señor:
«¡Ay de la ciudad rebelde,
impura, tiránica!
No ha escuchado la llamada,
no ha aceptado la lección,
no ha confiado en el Señor,
no ha recurrido a su Dios.
Entonces purificaré
labios de los pueblos
para que invoquen todos ellos
el nombre del Señor
y todos lo sirvan a una.
Desde las orillas de los ríos de Cus
mis adoradores, los deportados,
traerán mi ofrenda.
Aquel día, ya no te avergonzarás
de las acciones con que me ofendiste,
pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia,
y dejarás de engreírte en mi santa montaña.
Dejaré en ti un resto,
un pueblo humilde y pobre
que buscará refugio en el nombre del Señor.
El resto de Israel no hará más el mal,
ni mentirá ni habrá engaño en su boca.
Pastarán y descansarán,
y no habrá quien los inquiete».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2-3.6-7.17-18.19.23

R/.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

Palabra del Señor

Poema:
"Sin saber quien recoge, sembrad..." de Cristina de Arteaga

Sin saber quien recoge, sembrad,
serenos, sin prisas,
las buenas palabras, acciones, sonrisas...
que se lleven la siembra las brisas.

Con un gesto que ahuyenta el temor
abarcad la tierra,
en ella se encierra
la gran esperanza para el sembrador.
¡Abarcad la tierra!

No os importe no ver germinar
el don de alegría;
sin melancolía
dejad al capricho del viento volar
la siembra de un dia.

Las espigas dobles romperán después.
Yo abriré la mano
para echar mi grano
como una armoniosa promesa de mies
en el surco humano.

Breve comentario

Jesús es el sembrador perfecto que esparce la semilla de la Verdad para quien quiera oirla y hacerla suya. Sucede que aquellos que, en teoría, deberían estar más capacitados para aceptarla, son los que más la rechazan. Los sacerdotes, escribas, estudiosos de la ley no reconocen la Verdad cuando se les presenta delante de ellos. La ceguera de estas élites de estudiosos no se basa sólo en interpretaciones erróneas de los textos, sino sobre todo en aquello que provoca ese no entendimiento: la vida de pecado por el orgullo, la vanidad, la soberbia, el desprecio al humilde, que llevan arrastrando durante toda su vida, y aun por generaciones.

La gente sencilla, los humildes que saben de su pequeñez y de sus limitaciones, los pecadores que conocen sus fragilidades y su corazón débil a las tentaciones, están más receptivos por ese mismo conocimiento de sí mismos, que procede de la dura experiencia de vivir, a recibir la Palabra de Dios sin grandes resistencias ni defensas. Quien se sabe pecador y necesitado está dichosamente más desnudo de trampas para aceptar con sencillez el mensaje cristiano de conversión y salvación. Y esto sigue viéndose hoy plenamente en la ceguera de los escribas de nuestro tiempo, y la asunción sabia y natural de los humildes, que siguen siendo el gran sostén de la fe cristiana en el mundo. Hoy puede decirse sin exagerar que lo mejor del redil es el rebaño, no los pastores; pues aunque no pocos de nuestros pastores parecen dejarnos a nuestra suerte, muchos permanecen en el redil por esa natural percepción, apenas cultivada, que sabe distinguir lo que le conviene, que sabe a pesar de todo dónde se halla la Verdad.

Por ello, todos aquellos, hasta las más humildes y débiles ovejas, que conocen la Verdad de Dios, pues habita en sus corazones, deben sembrar siempre, por encima de todos los obstáculos, de todas las incomprensiones, de todos los aparentes fracasos, a pesar de que no se vean los frutos de ese esfuerzo. No importa: nunca sabemos cuál puede ser el fruto de una simple sonrisa, de un saludo, de una mirada de afecto, de una palabra bien dicha en el momento oportuno, de una presencia, de una compañía... Para sembrar el amor de Dios no se necesita ser un sabio de la ley o pasar exigentes pruebas académicas. Lo preciso es darse con sencillez, es amar como quien comparte algo bueno; que para hacer el amor las mejores caricias son las que se reciben en el alma:
"Sin saber quien recoge, sembrad,
serenos, sin prisas,
las buenas palabras, acciones, sonrisas...
que se lleven la siembra las brisas."
   

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