martes, 27 de diciembre de 2016

Lecturas del día, martes, 27 de diciembre, san Juan Evangelista. Poema "Creo en todo lo nunca dicho aún..." de Rainer Maria Rilke. Breve comentario

Primera lectura
Comienzo de la primera carta del apóstol san Juan (1,1-4):

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 96,1-2.5-6.11-12

R/.
Alegraos, justos, con el Señor

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,2-8):

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Palabra del Señor

Poema:
"Creo en todo lo nunca dicho aún..." de Rainer Maria Rilke

Creo en todo lo nunca dicho aún.
Quisiera liberar mi sentir más piadoso.
Lo que ninguno aún a querer se atrevió,
se me hará natural en un día futuro. 

Si esto es desmesurado, perdóname, Señor.
Pero yo solamente te quiero transmitir:
como instinto ha de ser mi mejor fuerza,
tan sin ira y sin miedo;
así es como te quieren los chiquillos.

Con un fluir así, un desembocar
anchos brazos de río al mar abierto,
con este retornar siempre en aumento,
te he de reconocer, te he de anunciar,
como nunca hizo nadie.

Y si parece orgullo, déjame mantenerlo, apoyado
en mi rezo,
que solitario y serio
ante tu anubarrada frente está.  
 

"Ich glaube an Alles noch nie Gesagte..."


Ich glaube an Alles noch nie Gesagte.
Ich will meine frömmsten Gefühle befrein.
Was noch keiner zu wollen wagte,
wird mir einmal unwillkürlich sein.

Ist das vermessen, mein Gott, vergieb.
Aber ich will dir damit nur sagen:
Meine beste Kraft soll sein wie ein Trieb,
so ohne Zürnen und ohne Zagen;
so haben dich ja die Kinder lieb.

Mit diesem Hinfluten, mit diesem Münden
in breiten Armen ins offene Meer,
mit dieser wachsenden Wiederkehr
will ich dich bekennen, will ich dich verkünden
wie keiner vorher.

Und ist das Hoffahrt, so lass mich hoffährtig sein
für mein Gebet,
das so ernst und allein
vor deiner wolkigen Stirne steht. 

Breve comentario

Hoy celebramos la figura del apóstol y evangelista san Juan. El más joven de ellos, apenas un muchacho en su adolescencia, y también el más amado por el Señor. No sabemos las razones de esa predilección, aunque podemos conjeturar que sea debida a la pureza de su juventud totalmente entregada al Maestro. Lo que resulta indudable es que el grado de comprensión de las palabras de Jesús adquieren en él una dimensión, profundidad y un tratamiento muy notables en su evangelio con respecto a los restantes. Por ello se le conoce vulgarmente a san Juan como el evangelista teólogo. Sea como fuere, fue alguien que amó sin reservas y con absoluta fidelidad a Cristo hasta el final de su larga vida, casi centenaria, único apóstol que no fue martirizado.

Y en la medida en que el poema rilkeano describe el compromiso de seguimiento al Señor con un amor propio de la inocencia más infantil, sin miedo y sin ira, es adecuado para recordar el espíritu de este apóstol joven y entregado, ingenuo en su pureza, y profundo en la inteligencia del mensaje de Dios. (Y aunque sea al margen y entre paréntesis, un breve recuerdo a Rilke, del que pasado mañana hará noventa años de su muerte).

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