martes, 6 de diciembre de 2016

Lecturas del día, martes, 6 de diciembre. Poema "Hallando" de Doiraje. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (40,1-11):

«Consolad, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».
Dice una voz: «Grita».
Respondo: «¿Qué debo gritar?».
«Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
sí, la hierba es el pueblo;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre».
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sión;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,1-2.3.10ac.11-12.13-14

R/.
Aquí está nuestro Dios, que llega con poder.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Palabra del Señor
 
Poema:
Hallando de Doiraje
 
Llevo mi vida buscándote,
perdiéndome, anhelando en los espejos
la imagen de tu acto;
pero no somos fieles, y apenas lo sabemos.

Y dejamos que crezca el dolor
sin esperanza, esa natural displicencia
del orgullo, la ignorancia, la mentira,
como quien cree, como quien sabe, como quien vive.
Pero adónde conduce este amor
de los límites, este infierno de fronteras
y nombres, esta estúpida reflexión sin origen.
...Qué loco fui yéndome lejos,
más acá de tu amor para encontrarte.

Miro mi rostro y aún no te recuerdo,
no logro hallar las huellas que dejaste,
el silencio con que cubriste mi primer latido,
el llanto o la sonrisa de la primera luz.
Mas hoy, en este instante, puedo
verme hacia ti en mí, verte hacia mí en ti,
creyendo, sabiendo, amando.

Breve comentario
 
Toda alma para Dios es importante, merece todos los esfuerzos, su misericordia infinita. El amor de Dios no es cuantificable; no es que nos quiera mucho o poco, o dependiendo de las circunstancias o de nuestros actos: nos quiere, y punto; en su amor no caben matices ni medidas. Es más, tanto es su amor que quiere a cada criatura de un modo particular, personal, irrepetible. En esa voluntad de amarnos se funda nuestro ser, la causa de nuestra existencia, de que nos haya concedido el don de la vida.
 
Sin embargo, nos podemos perder de este amor de muchas formas, y también en cualquier momento. Desde los que no se puede decir que se han perdido porque jamás se han encontrado, es decir, aquellos que ignoran por completo desde siempre el amor de Dios o hasta su misma existencia; hasta aquellas ovejas que salen del rebaño, se alejan o se pierden por mil razones propias o ajenas. No es cuestión de detallar situaciones ni casos, lo importante es que el amor de Dios nos busca, nos espera, quiere recuperarnos o atraernos, para que descubramos el sentido final de nuestra existencia, que es el mismo que el de su comienzo: Su Amor.

Como tantos, me perdí, y se puso a buscarme. Y me encontró. Lo hizo por medio de un "intermediario", un ángel lo llamo yo, en forma de psicoterapeuta. Fue tan enviado que en cuanto me dió a conocer la Buena Nueva que apenas nunca había sentido ni entendí, el Señor se lo llevó de inmediato a su presencia. Cuando murió iba a cumplir 45 años. Fue mi maestro de profesión (y de tantas cosas); en muchos aspectos, mi padre más que el mío verdadero, que también murió muy prematuramente. Después, me han ocurrido muchas cosas; algunas muy buenas y algunas muy malas. Pero no he vuelto jamás ha perderme. Soy pecador, sufro de mis limitaciones y mis angustias, pero ya nunca he salido del redil. Ya sé que no estoy solo; que Dios me quiere de un modo misterioso que no entiendo, que me supera por completo. Por supuesto, eso no quiere decir que mi vida sea un paraíso de paz (¡más bien al contrario!), pero hasta mis mayores sufrimientos ya sé que tienen un sentido. Y esto, aun en las peores circunstancias, me da alas. Ya digo, como le ha pasado a tantos...

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