viernes, 27 de enero de 2017

Lecturas del día, viernes, 27 de enero. Poema "¡Oh buen amor! de Ana Inés Bonnin. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (10,32-39):

Hermanos: Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. 
«Un poquito de tiempo todavía
y el que viene llegará sin retraso;
mi justo vivirá por la fe,
pero si se arredra le retiraré mi favor».
Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 36,3-4.5-6.23-24.39-40

R/.
El Señor es quien salva a los justos

Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R/.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano. R/.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor
 
Poema:
¡Oh buen amor! de Ana Inés Bonnin 

¡Oh, ternura divina siempre en llamas!
¡Oh buen amor, paciente, generoso!
Llegas a mí, brindándome reposo;
no me impones tu afán, porque me amas.


¡Oh ternura divina! De tus ramas
presiento el florecer maravilloso.
Tú quieres que yo sea fruto hermoso,
cosecha de tu huerto. Me reclamas.


Escucho conmovida la voz tuya.
Me llega triste; no le doy consuelo;
rechazo su dolor y su agonía.


Perdóname, Señor. Cuando destruya
las ansias que me clavan en el suelo,
entonces iré a Ti sin rebeldía.


Breve comentario

Ayer veíamos que para evangelizar se necesita poco. Hoy se explica por qué: la gracia del Señor que opera en cada alma que le deja entrar se encarga de todo. Lo importante no es quien siembra ni quien riega, sino quien se encarga de hacer crecer la planta. Lo que hace el hombre es bastante elemental: predicar, compartir, dar a conocer...; pero quien transforma el corazón de quien recibe esas palabras o esas actitudes es el Señor: sólo Él puede convertir lo que era un erial en un vergel. En el mejor de los casos seremos meros instrumentos que Él maneja con maestría para el fin de darse a conocer a todos.

Así, como sin querer, como sin hacer nada especial, con nuestras limitadas capacidades que son a su vez dones recibidos, se logra el milagro. No importa que seamos muy pocos, incluso muy torpes, pequeños como grano de mostaza; no importa. No son pocas las veces que el Señor aprovecha mis defectos como instrumentos para alcanzar insospechados efectos benéficos. Hasta de mis errores y mis cegueras el Señor ha sacado luz; ajeno a mis intenciones, Él ha conseguido superar obstáculos cuando me iba a estrellar en ellos. Y todo esto a su vez lo he visto en otros. Vuelvo a repetir lo de ayer: no hace falta más que dejarse querer por un amor del que no somos dignos, máximo don que hemos de compartir desde nuestras insuficiencias que Él convertirá en instrumentos de salvación. Insisto: no hace falta nada más. 

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