jueves, 26 de enero de 2017

Lecturas del día, jueves, 26 de enero. Poema "En marcha" de Dionisio Ridruejo. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,1-8):

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría, refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,1-2a.2b-3.7-8a.10

R/.
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-9):
Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros."
 
Palabra del Señor
 
Poema:
En marcha de Dionisio Ridruejo 

Anteayer dormí en el prado
sobre el olor de la hierba,
ayer entre los pinares,
hoy en la tranquila selva,
mañana, raso con raso,

solo entre el cielo y la tierra.
El alba de cada sol
nuevo campo me revela,
y el sueño de cada noche
las mismas hondas estrellas.
En el día se recorre
lo que en la noche se sueña:
siempre la misma esperanza
bajo distinta promesa,
y en la noche se vigila
todo lo que el paso deja,
compañía militar
en camino de la ausencia.
¿Cuánto será lo que avanza
y cuánto lo que regresa?
Corazón aventurado:
¿qué miras en lo que sueñas?
La sangre, toda la sangre.
La tierra, toda tu tierra.


Breve comentario

Evangelizar es una de la más raras tareas que existen. Visto desde una perspectiva puramente humana, es quizá de las empresas más difíciles de realizar. Si duro durísimo debía de ser evangelizar en tiempos del Imperio romano, no menos arduo lo es hoy evangelizar en este Occidente indiferente y apóstata, o en el hostil Oriente medio o en las para nosotros extrañas culturas asiáticas o en las tribales africanas. Ciertamente evangelizar no es fácil.

Sin embargo, considerado desde una perspectiva trascendente, la tarea se torna tan fácil como un mero dejarse llevar (y llenar) por Cristo. Así, los consejos que da a sus discípulos son de una sencillez que pasma. Los envía por parejas; les dice que no lleven nada de equipaje o dinero; que mientras vayan en camino no se entretengan en vanas charlas; cuando entren a una casa deseen la paz a sus moradores, pues con ese mero saludo sabrán si son hospitalarios u hostiles; que se adapten con humildad y sencillez a las costumbres del lugar (coman y beban lo que les ofrecen), y quien así los reciba, hacerles el bien con la misma naturalidad. Al leer estas sencillísimas pautas se olvida uno de las dificultades de presentarse ante extraños a anunciar algo extraño. Y, sin embargo, es así: no hace falta más. Con la compañía de Cristo todo se torna sencillo, aunque los obstáculos no desaparezcan. Cuando Dios está cerca lo que invade al alma humana no es una sensación de poder, de dominio, de control o sensaciones similares relacionadas con un sentimiento de superioridad: simplemente todo se torna sencillo, natural, cotidiano, fácil.

Esta es la clave para anunciar el evangelio ayer, hoy y siempre. No todos podemos emprender un camino misionero, irnos a países lejanos y adaptarnos a culturas y lenguas extrañas, pero todos podemos abrirnos a la presencia del Señor en nuestras vidas y dejarnos hacer por Él para que demos cuenta de su existencia a los demás de los modos más diversos. Muchas veces pensamos que lo principal es la formación, leer mucho, estudiar más, esforzarse con abnegación y tenacidad... Y todo eso está bien, pero sin la presencia viva del Señor, nuestras fuerzas siempre serán muy escasas. Fijémonos en la sorprendente sencillez de los consejos que da Jesús a sus discípulos en un entorno muy hostil. ¿Acaso aquellos discípulos eran grandes personajes, profesores, intelectuales, teólogos eminentes? En absoluto, pero llenos de Dios recorrían los caminos con una sencillez maravillosa.

Pidámosle al Señor que nos señale el camino para cumplir su mandato de darle a conocer. Él nunca nos forzará hacia lo que nos resulte imposible. Contará con lo que somos, con nuestras capacidades y limitaciones, para ponerlas a su servicio. No hace falta más... 

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