lunes, 23 de enero de 2017

Lecturas del día, lunes, 23 de enero. Poema "Los ateos" de Rafael Morales. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (9,15.24-28):

Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. Pues Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres –imagen del auténtico– sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces –como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo–. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6

R/.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,22-30):

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.»  Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Palabra del Señor
 
Poema:
Los ateos de Rafael Morales
 
Buscan entre la niebla, entre la angustia
buscan la luz para su entraña ciega
y hunden su corazón lleno de luto
en una inmensa y sideral ausencia.
 
Ausencia son y soledad sin límite,
ausencia descarnada que les llena,
ausencia como un perro que les come,
ausencia nada más, tan sólo ausencia.
 
Dolor tan sólo, sí, tan sólo angustia;
su carne es soledad que no se puebla,
labios locos de sed que se levantan,
resecos de ilusión en la tiniebla.
 
¡Angustia de las almas, de la carne
y de sentir que el corazón es tierra!
¡Ay, angustia de Dios, del Dios que falta 
en sus ardientes, solitarias venas!
 
Pobres hombres sin Dios, ellos le buscan
pudriéndose en dolor y en la blasfemia,
mientras la tierra miran y la sienten 
como honda loba pasional y hambrienta.
 
Ven la nada crecer, la ausencia palpan
entre la carne que a su Dios no encuentra.
Miran bajo sus pies, huir no pueden...
La tierra helada, indiferente espera...
 
Breve comentario
 
La mayor de las cegueras, de las incomprensiones, de las injusticias es confudir al Señor con Satanás. Es un pecado tan inconmensurable que es el único que no tiene perdón posible. La misericordia de Dios alcanza a todos los pecados, a toda la maldad de la que el hombre es capaz (siempre que exista previamente un sincero arrepentimiento del pecador), pero sólo éste es literalmente imperdonable. Y ello tiene su lógica. No sólo por el grado de la ofensa, que es máxima, sino porque quien niega a Dios toda bondad, está negando precisamente su capacidad de perdón: se está negando a su misericordia. El ateísmo no es simplemente negar la posibilidad de existir a Dios: es rechazar bondad y amor alguno que no sean contingentes, como si la verdad pudiera ser aquello que construimos en la mera inmanencia de nuestras vidas.

No hace falta ser muy agudo para percibir que, a este respecto, nuestros tiempos son especialmente oscuros. El hombre contemporáneo, al menos el que pertenece a la cultura occidental, en su inmensa mayoría ha dado la espalda a Dios. Y lo ha dado ya ni siquiera con odio, o mediante pesados razonamientos para negar su necesidad: es la negación del indiferente, del que cree que no existe más mundo que el humano, su deseo, su voluntad, sus metas. Afortunadamente Dios ve en cada alma, y distingue sus contenidos con diáfana claridad, pues de lo contrario, si su juicio se realizara de modo colectivo nuestra civilización estaría maldita y nadie podría acceder a su perdón. Pero cuando se llega a la última hora, al momento de rendir cuentas, y la negación, el rechazo, el odio o la indiferencia de las almas verdaderamente muertas se mantienen hasta el final ante Dios, no hay salvación posible, pues esas almas ya en vida se negaron a ser curadas de su vacío. La condena que arrastren, el infierno que sufran será la eterna ausencia de Dios. Imperdonable, sin duda... Y terrible, una vez que sepan de su error. 

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