miércoles, 25 de enero de 2017

Lecturas del día, miércoles, 25 de enero, conversión de san Pablo. Poema "Invocación" de Doiraje. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22,3-16):

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: «Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 116,1.2

R/.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,15-18):

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Invocación de Doiraje
 
 Para ti, Pedro, 
que me hiciste ver a Dios.
 
Si yo supiera rezarle a Dios,
mis palabras serían una humilde
acción de gracias
por esta luz en que hoy vivo,
después de tanta oscuridad de culpa 
sin pecado.
 
Si yo supiera amar a Dios
en toda su grandeza, 
los actos de mi amor en la tierra
evocarían el amor con que amasó
mi cuerpo y me hizo nacer
del germen de mi padre y de mi madre.
 
Si yo supiera ver a Dios
en la sencillez perfecta de la vida,
el placer, el dolor, la alegría, el frío,
la inmensidad única de cada hombre
hablaría de mí 
más que yo mismo.
 
En nombre de mi padre,
de mis futuros hijos
y de mi espíritu,
hago la señal de la cruz
que es haber nacido
para amar, para vivir
y para morir.
 
En soledad madura
te invoco, Dios, que me existes,
para que no me falte la fuerza
de ser un hombre.
 
Breve comentario
 
Hoy se conmemora la conversión de san Pablo. San Pablo es espectacular, excesivo incluso, por cualquier lado que consideremos su vida. Cuando judío estudioso de las Escrituras era de los más aplicados; como ortodoxo defensor de la fe judía, el más celoso y tenaz; como perseguidor de la blasfemia cristiana, el más implacable... A alguien así se le debía convertir del mismo modo: sin titubeos. Dios tuvo que cegarle, tirarle del caballo y hablarle de una forma directa. Comienza su diálogo preguntándole cuál es la causa de tanto furor contra Él: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" En cuanto el Señor se presenta, con un sencillo "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues", Pablo entrega su corazón de inmediato con una humildad desconocida, pero que será de nuevo, como todo en él, paradigmática con el paso de los días: "¿Qué debo hacer, Señor?" Desde ese momento, Pablo de Tarso se entregará a su deber de forma total, sin reservas, al deber de predicar el evangelio hasta el último día de su vida.

La conversión de los apóstoles como la de los primeros cristianos convertidos por ellos no fueron menos espectaculares, en cuanto que los signos que la acompañaron por voluntad del Señor eran inequívocos y de lo más contundentes: "echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos."
 
Pareciera que vivimos tiempos más mediocres en la manifestación del Espíritu del Señor. Pocos cristianos quedan como san Pablo, y los signos de los convertidos no parecen que muestran ese poder manifiesto tan evidente de los primeros cristianos. Partiendo de que el Espíritu sopla donde quiere y como quiere, lo cierto es que nunca ha dejado de acompañar a sus hijos y a la Iglesia de la que forman parte. Nadie conoce los designios del Señor; sabemos de sus promesas de salvación porque Él nos las reveló, pero no el modo en que ellas se cumplirán. De lo que no nos debe caber duda alguna es de que Dios sigue expresándose y manifestándose. Es cierto que pocas conversiones son como las de san Pablo, y que una vez convertidos, los conversos no se transforman en una suerte de superhombres con poderes extraordinarios. Pero la presencia de Dios en la vida de los hombres que se abren a su acción, hoy como siempre, sigue siendo radicalmente renovadora, un verdadero renacimiento: el nacimiento al hombre nuevo. En la vida de todo converso, como en la datación de los tiempos históricos, se puede hablar de antes de Cristo y después de Cristo.

Y humildemente soy testigo de esta profunda verdad. Mi conversión, como todo el resto de mi vida y de mis capacidades, es bastante más modesta que la de Pablo. Pero en su modestia, no menos transformadora. Si no lo hubiera sido, no cabría hablar de conversión. El poema que he colgado lo compuse hace exactamente 24 años y dos días, al comienzo de mi conversión. Todos los testimonios de conversión son hermosos porque en todos se resume el mismo hecho: la irrupción del Señor en la vida de un alma alejada de Él. En mi caso, como en tantos otros, el Señor actuó por medio de un intermediario. Lo original residió en la naturaleza del intermediario, que no fue un sacerdote o persona allegada a la Iglesia, sino un psicoterapeuta católico, algo que por desgracia en mi país es casi una contradicción en los términos. Esta persona (Pedro) me salvó literalmente del abismo en el que me encontraba, y supuso el inicio de un camino que 24 años y dos días después, con sus subidas y bajadas, sus fríos y sus calores, no he parado de recorrer. 

2 comentarios:

  1. César Fuentes:
    Un abrazo y caminemos.

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    Respuestas
    1. ¡Caminemos, César! Hay camino por andar. Antonio Machado erró en esto.

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