domingo, 1 de enero de 2017

Lecturas del día, domingo, 1 de enero, Santa María Madre de Dios. Poema: "Hablo con mi madre" de Antonio Gamoneda. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Números (6,22-27):

El Señor habló a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 66

R/.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

Que Dios tenga piedad nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4,4-7):

Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,16-21):

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor

Poema:
Hablo con mi madre de Antonio Gamoneda

Mamá: ahora eres silenciosa como la ropa
del que no está con nosotros.
Te miro el borde blanco de los párpados
y no puedo pensar.

Mamá: quiero olvidar todas las cosas
en el fondo de una respiración que canta.
Pasa tus manos grandes por mi nuca
todos los días para que no vuelva
la soledad.

Yo sé que en cada rostro se ve el mundo.
No busques más en las paredes, madre.
Mira despacio el rostro que tú amas:
mira mi rostro en cada rostro humano.

He sentido tus manos.
Perdido en el fondo de los seres humanos te he sentido
como tú sentías mis manos antes de nacer.

Mamá, no vuelvas más a ocultarme la tierra.
Esta es mi condición.
                               Y mi esperanza.

Breve comentario

"María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón", nos dice el evangelio de hoy. Celebramos al iniciar cada año a María como Madre de Dios. ¿Cómo sería como persona y como madre María? Nada sabemos en verdad al respecto, aunque se haya especulado mucho, tanto por santos como por poetas, por teólogos como por la multiforme y muy rica devoción popular. Si es la llena de gracia, es evidente que debió de ser una madre realmente maravillosa. Pero su Hijo y el propio hecho de su maternidad fueron tan excepcionales en su naturaleza que exigiría de ella un esfuerzo de adaptación. Si toda maternidad es misteriosa en su maravilla y profundidad, la suya lo era mucho más si cabe. Por ello, María, mujer muy joven y sencilla, meditaba en su corazón, como toda mujer lo hace de uno u otro modo, el misterio que la habitaba en el cénit de su feminidad: su maternidad.

Debe de resultar muy difícil abarcar la idea de que se es la Madre de Dios. ¿Cómo acometió semejante tarea? Siendo lo que Dios quiso que fuera: una madre. Así, sabiendo amar, amó a su Hijo. Y en la medida en que lo hizo (y lo hizo de forma completa), cumplió de nuevo la voluntad de Dios, con esa sencilla humildad de quien vive según su naturaleza. Es decir, como para cualquier hijo, supo dejar que la vida creciera en Él y prepararlo para afrontarla con los instrumentos que concede una madre: amparo, cobijo, confianza, cuidado, ternura, consuelo... Y así fue como María, aunque incluso deseara fugazmente evitarle que sufriera, no le ocultó la tierra, como dice Gamoneda a su madre, es decir, no le impidió u obstaculizó realizar su misión, vivir su vida como debe hacer cualquier hijo: esa era Su condición y Su esperanza. Sí, toda una madre, María. Madre de Dios y Madre nuestra.

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