sábado, 28 de enero de 2017

Lecturas del día, sábado, 28 de enero. Poemas "Muerte en el olvido" de Ángel González y "Existían tus manos..." de Antonio Gamoneda. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (11,1-2.8-19):

Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

Palabra de Dios

Salmo

Lc 1,69-70.71-72.73-75

R/.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado a su pueblo

 
Suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza. R/.

Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán,
para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-41):

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Palabra del Señor
 
Poemas:
Muerte en el olvido de Ángel González
 
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...
 

"Existían tus manos..." de Antonio Gamoneda
 
Existían tus manos.

Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y sentí al tiempo la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.
 
Breve comentario
 
Como sabemos, fe, esperanza y caridad son las tres virtudes teologales. Todas ellas están interrelacionadas entre sí tanto por su propia naturaleza como por el objeto hacia el que tienden y del que nacen: Dios. La fe es un modo de conocer en la certeza de lo que se cree que permite actuar con coherencia de acuerdo con aquella. En tanto que creo, sé lo que quiero, sé percibir el mundo adecuadamente, sé actuar con arreglo a la ética de lo que espero, sé soportar las pruebas y sufrimientos; en definitiva, sé quien soy, de dónde vengo, a dónde me dirijo y por qué.

Así, como dice Jesús en otro pasaje famoso, la fe puede mover montañas, y aquietar tormentas, parar vientos, o hacer del día noche, y del hombre más débil el más fuerte. Pero una de las peores cosas que más daño hacen a la fe es el miedo. El miedo, la pusilanimidad, el deseo de seguridad, la necesidad de control hacen que la fe no crezca o que incluso pueda desaparecer. Ante la tormenta, los apóstoles se asustan, y una vez asustados, ya no saben cómo actuar, quedan paralizados, y ya cualquier cosa les puede. La respuesta del Señor es precisa y da en el clavo de nuevo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» 
 
La potencia de la fe en Dios es tan poderosa que, respetando la realidad y relacionándose con ella con la mayor objetividad, a su vez la crea. Por ello sus efectos pueden parecer desde fuera casi milagrosos. ¿Cómo pudo ser que esta persona tan frágil pudiera soportar semejante tragedia? ¿Cómo es posible que sus rezos fueran escuchados? ¿Cómo tal persona es tan feliz a pesar de su enfermedad, de su pobreza, de su soledad?... Basado en este potencial espectacular de la fe para crear realidad he elegido los dos bellos poemas que he colgado más arriba. En el de Ángel González se destaca ese rasgo creador de quien tiene fe, y porque la tiene, ama. El amado se convierte literalmente en aquello que el amante ve en él: la fe en el otro lo embellece, lo perfecciona. El poema de Gamoneda incide en otro aspecto: la fe del que ama proporciona unidad e identidad. Y su conocimiento no es discursivo, basado en razonamientos y en los análisis de los componentes de lo real (aunque la fe en Dios no es irracional, pues es el fundamento de la razón misma). Por la fe todo encaja; la realidad se comprende con una intuición preverbal, inefable, alógica. Y ello deviene en una callada sensación de plenitud, de sencillez, de profunda coherencia entre lo que somos y esperamos, entre la realidad que vemos y la invisible que la sustenta.
 
Si la fe es tan poderosa, la pregunta del Señor está más que justificada: «¿Por qué tenéis miedo?»  

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