domingo, 8 de enero de 2017

Lecturas del día, domingo, 8 de enero, Bautismo del Señor. Poema "Amor de cada instante..." de Ernestina de Champourcin. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-4.6-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10

R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17):

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?»
Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor
 
Poema:
"Amor de cada instante..." de Ernestina de Champourcin
 
Amor de cada instante...
duro amor sin delicias: cadena, cruz, cilicio,
gloria ausente, esperada,
gozo y tortura a un tiempo;
realidad de los siglos, gracias por ser y estar
en el nunca y el siempre.

Pues, mi ejercicio, ahora, es amarte en la ausencia,
y aferrarme a esta nada porque también es tuya
y beber ese polvo de soledad y vacío
que es Tu don del momento y Tu clara promesa.

Y por eso me obstino contra lo más cercano,
huyendo de lo fácil -metal a flor de agua-,
por Ti también me acojo a lo que nadie sabe.

Y así voy caminando por este desconcierto
oscuro y luminoso, por este amor amargo,
veteado de gloria...  

Breve comentario
 
En esta ocasión Mateo narra el bautismo de Jesús de un modo distinto que Juan en su evangelio. En este último fue la señal del Espíritu Santo el que indicó al Bautista quién era el Mesías que esperaba. En Mateo, sin embargo, esta manifestación llega después del bautismo del Señor y del reconocimiento de aquel por Juan. Tal vez sea más plausible el relato de Mateo, pues parece natural que Juan conociera al Señor mucho antes de su bautismo, dada la condición de parientes y de la amistad que unía a las madres de ambos, María e Isabel. Y aunque sea una opinión personal, uno quiere pensar que Juan, asistido por el Espíritu Santo desde antes de su nacimiento con especial intensidad, hubiera identificado al instante como al Salvador, sin palomas ni voces de lo alto, a aquel hombre que se acercaba al Jordán para ser bautizado por él. Sea como fuere, san Juan evangelista no da puntada sin hilo, y los relatos, aunque varíen en los detalles, cuentan los hechos en función de los diversos énfasis que cada narrador considera principales. San Juan quiere dar esa prioridad de conocimiento y de acción al Espíritu Santo sobre toda iniciativa humana, y en ello está plenamente en lo cierto; Mateo, tal vez más apegado a la materialidad de los hechos, a la narración de lo ocurrido, cuenta el encuentro de dos hombres que se conocían en un contexto de presencia y manifestación inequívocas de Dios en ambos.
 
Como sabemos, el bautismo nos hace ser por su gracia hijos de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Muchas cosas, pero por centrarme sólo en una: nos abre la posibilidad real y efectiva de entrar en relación con el Señor en nuestras vidas. Esa relación va sufriendo sus etapas evolutivas, su crecimiento y maduración. La relación con Dios de un bautizado recién nacido sólo puede ser la que es, la que le permite su escasa maduración biológica. Para tal criatura Dios es los cuidados que recibe, la madre, la leche, el calor corporal... Y sin ser consciente, evidentemente, que en ello está Dios. Pero el bautismo como gracia que hace posible la relación con el Señor es una constante a lo largo de toda nuestra vida. Nada menos que esto es lo que permite el sacramento del bautismo. Salvo que alguien renuncie formalmente a la fe recibida, es decir, que con plena consciencia y libre voluntad abjure de la misma y apostate, nadie deja en su vida de ser un bautizado; nadie deja de poder llevar una vida de relación con el Señor si lo desea. El hecho de que muchos bautizados vivan completamente alejados de la fe que recibieron, no les hace perder su condición de hijos de Dios; ni el Señor no deja de esperarles para que vuelvan a la casa que un día Aquel les abrió.

Por ello, con la poetisa católica, podemos decir que el bautismo es la puerta de entrada a una vida de "amor de cada instante", aunque ese amor esté lleno de soledades, desencuentros, silencios, pérdidas, ausencias, incomprensiones, pruebas, desafíos, cansancios... Amar a Dios en medio de nuestros pecados y del de los demás no es algo grato ni fácil en infinidad de ocasiones y de etapas de nuestra existencia: es lo que tiene todo peregrinar, toda relación... Pero nunca olvidemos una profunda verdad que Ernestina nos recuerda: nuestro "amor amargo", a pesar de todos los sufrimientos, está "veteado de gloria..." gracias a Dios.

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