miércoles, 11 de enero de 2017

Lecturas del día, miércoles, día 11 de enero. Poema "Vida prestada" de María Elvira Lacaci. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/.
El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor
 
Poema:
Vida prestada de María Elvira Lacaci 

Señor,
esta vida prestada
que sostengo
a fuerza de dolor
hecho ya aliento,
aliento que me pesa
estancado remanso
que no fluye
ni se renueva con cada latido-
es como las demás. También prestada.
Pero a mí
me dejaste pendiendo
la etiqueta,
el marchamo que dice a todas horas
-porque un viento en el alma lo remueve-:
"Que no me pertenece."
 

Y se posan
mis tan oscuros y tristones ojos
sobre toda planta que en la tierra crece
y sobre todo ser humano
que a la vida
se entrega totalmente. Apasionado.
Con asombro los miro,
porque a ellos
les arrancaste un día la etiqueta.
La etiqueta que a mí,
angustiosamente,
me baila sin cesar. Frente a los ojos.


Breve comentario

En esta semana ha comenzado la vida pública de Jesús con los inicios del tiempo litúrgico ordinario, tras el periodo de la Navidad. Y comienza con gran fuerza. El Señor va por los pueblos de Galilea curando, expulsando demonios, realizando todo tipo de milagros a todos los que con fe se acercan a implorar su ayuda. Habla y actúa; predica y da trigo, como decimos coloquialmente. Y lo hace porque "para eso he salido." Jesús tiene una misión y la cumple.

Una vez, hace muchos años, hablando con un anciano panadero, hombre sencillo y afable, muy educado, que regentaba una minúscula tienda de comestibles, aún más vieja que él mismo, a la cual yo solía acudir para comprar el pan de cada día, me comentó una cosa sobre Jesucristo que me hizo gracia por su sincera espontaneidad. Ya no recuerdo cómo salió el tema; quizá, como yo me encontraba en los inicios de mi conversión, lo saqué de algún modo. En cualquier caso, estar en ese humilde lugar con aquel hombre bueno, charlando un poco, era una experiencia agradable para ambos. Él toleraba bien a ese joven voluntarioso, posiblemente con sabia paciencia; y tampoco le desagradaba la novedad que yo podía aportarle a su rutina. El hecho es que hablando de los sufrimientos de la vida y cómo los soportó Jesús, él me dijo: "Bueno, claro, es que Él era Dios...", como diciendo que los que no lo somos hacemos lo que podemos. Ciertamente esto es irrebatible. Pero Jesús también era hombre; hombre como  los demás salvo en el pecado (no pequeña salvedad ésta también). El hizo todo lo que hizo, sufrió y gozó todo lo que sufrió y gozó porque "para eso había salido", para eso fue, para eso se hizo hombre.

Con la fuerza de Cristo podemos distinguir también en nosotros, hasta en la más anodina cotidianidad, que nuestra vida tiene una misión, que hemos nacido para algo. Es verdad que, no siendo dioses y no estando libres del pecado, podemos lo que podemos; y también es verdad que la realidad pueder ser, por diferentes motivos, muy dura con nosotros. Pero incluso así, acercarnos a este Cristo potente, que puede, que se abre a nosotros, que sabe generar efectos de amor para quienes le buscan con esperanza, nos eleva hasta el punto de que nos hace eficaces a nosotros a su vez, partícipes de su capacidad.

Por mi biografía, que, como todos, en sus estadios iniciales, no elegí, he sido testigo y comparto aún hoy la vivencia profunda de María Elvira que hoy nos revela con desnuda sinceridad. También me baila ante mis ojos esa etiqueta de ajenidad de mi propia vida. Jesús, que vivió en su pasión y muerte todos los sufrimientos de los hombres, también supo de este íntimo dolor. La terrible pregunta '¿qué hago aquí?' también la hizo suya y la cargó sobre sus hombros. Supongo, y se trasluce en no pocos pasajes de los evangelios, su cansancio ante la incomprensión incluso de sus discípulos más fieles, ante la total falta de entendimiento de su mensaje de salvación, ante la soledad en los momentos finales de su terrible calvario. Sí, es verdad, lo soportó bien porque era Dios; pero el Padre no le ahorró nada en sufrimientos que padeció como un hombre, pues para poder ser nuestro Salvador debía acoger en sí, padecer, todo lo que padece o puede padecer cualquier hombre: "para eso he salido."

Aunque todo parezca reducirnos a la impotencia, a la soledad, al fracaso, no desesperemos, pues por tales situaciones el Señor ha pasado, y con su vida, las ha vencido. También nosotros salimos por algo y para algo. Mejor dicho, para Alguien. Que nuestra vida sea prestada, dada la naturaleza de nuestro Señor, es lo mejor que nos puede pasar. Con la gracia de Dios, hagamos del vacío que podamos sentir, la fuerza de nuestra vida, el sentido de todas nuestras salidas.

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