viernes, 19 de agosto de 2016

Lecturas del día, viernes, 19 de agosto. Poema "De Profundis" de Dámaso Alonso. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,1-14):

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mi y, con su Espíritu, el Señor me sacó y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran innumerables sobre la superficie del valle y estaban completamente secos.
Me preguntó: «Hijo de Adán, ¿podrán revivir estos huesos?»
Yo respondí: «Señor, tú lo sabes.»
Él me dijo: «Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: "¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis. Y sabréis que yo soy el Señor."»
Y profeticé como me había ordenado y, a la voz de mi oráculo, hubo un estrépito, y los huesos se juntaron hueso con hueso. Me fijé en ellos: tenían encima tendones, la carne había crecido, y la piel los recubría; pero no tenían espíritu.
Entonces me dijo: «Conjura al espíritu, conjura, hijo de Adán, y di al espíritu: "Así lo dice el Señor: De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan."»
Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.
Y me dijo: «Hijo de Adán, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: "Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados." Por eso, profetiza y diles: "Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago."» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 106,2-3.4-5.6-7.8-9

R/.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente. R/.

Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida. R/.

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada. R/.

Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes. R/.

Evangelio de mañana

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor

Poema:
De Profundis de Dámaso Alonso

Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos! - See more at: http://trianarts.com/damaso-alonso-de-profundis/#sthash.WxY5lG0O.dpuf
Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi [pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que [fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al [príncipe,
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!


Breve comentario

El amor del que habla Dios sólo puede nacer de la humildad. La humildad supone una realidad esencial para que tal entrega del corazón pueda darse: significa la superación de todo obstáculo entre el corazón del hombre y Dios, el factor que libera el camino de nuestra salvación, que depende de la gracia de Dios, pero que precisa de nuestra capacidad de entrega. Y desde la humildad ya podemos amar, dicho en lenguaje castizo, lo que nos echen: al cónyuge a veces un tanto insoportable, al enemigo que nos odia con rencor siciliano, al débil en su fortaleza, al fuerte en su impotencia, al que pide, al que busca, al ateo, a la chica que me sonríe cuando no debería, y a la que no me sonríe cuando debería, al que va en pantalón bermudas a comulgar después de acudir a la confesión para seguir pecando, al que utiliza un sacramento para sus intereses personales (contra alguien, a favor de alguien)... 

Por poemas como el de arriba, el bueno de D. Dámaso fue acusado de escribir una literatura tremendista, como tantos otros escritores coetáneos, de los cuales Cela con su ...Pascual Duarte tal vez sea el más renombrado. Eran los años cuarenta en España, la de la inmediata posguerra, época recia donde las hubiera, que exigía unas dosis de elaboración de ingentes cantidades de dolor. La realidad menos amable le saltaba a la cara a cualquiera entonces. Más allá de discusiones literarias, es cierto que este poeta gustaba del énfasis y la reiteración como mecanismos preferentes para reflejar el eje de lo que quería transmitir. Y lo conseguía de una forma magistral ("Mujer con alcuza", otro poema del mismo libro -Hijos de la ira (1944)-, tal vez sea uno de los mejores que se ha escrito nunca en nuestro idioma y, en general, en la literatura universal). Tremendista o no el poema expresa con toda intensidad esa humildad que se precisa para ofrecerse a Dios sin reservas. Sólo sabiendo lo que somos podemos amar. Y ante Dios no somos nada. E insisto, una vez anonadados, estaremos llenos del Espíritu Santo para cumplir la voluntad del Señor que no es otra que amar como Él nos amó.

La humildad tiene un cierto origen común al de la fe. Por así decir nace de un movimiento de la voluntad a entregarse a algo que es estimado como bueno. Esa estimación no radica tanto en una certeza obtenida por un conocimiento racional, sino por una realidad que es vivida como buena, como un objeto que nos hace bien, y en consecuencia nos atrae. Ante lo bueno la naturaleza humana tiende a hacerse sencilla, pequeña, niña, confiada: a entregarse, en definitiva. Cuando uno se siente atraído por algo bueno, tiende el ser humano, por decirlo de algún modo, a ablandarse, a enternecerse, a ensimismarse en la contemplación de lo amado. Eso nos puede pasar con una persona, con una obra de arte, con un poema, con un paisaje... Asimismo sucede en la dirección inversa, cuando estamos ante lo horrible, lo malo, lo dañino, tendemos a endurecernos, a sacar las garras, a defendernos de la dureza ajena endureciéndonos nosotros, no contemplando lo repulsivo, sino dándole la espalda, y si no nos queda más remedio que mirarlo de frente, lo hacemos con mirada penetrante y a los ojos. Hay otros orígenes de la humildad (una vida de sufrimientos, una debilidad congénita... -Mt 19,12-), pero siempre obedece al mecanismo descrito más arriba.

Sí, hasta la putrefacción es una creación de Dios perfectamente necesaria. Y se puede desear ser o reconocerse menos que nada por amor a Dios, para ser pisado por Dios. No hay masoquismo alguno en esto: es el extremo de la entrega incondicional que proviene de conocer el infinito regalo que Dios nos hace a nosotros amándonos, y evoca pálidamente el anonadamiento por amor de Cristo en la cruz, de Cristo niño en Belén, de Cristo en el vientre de María. Ser abono, excremento, lo último por amor a Dios es mucho, y es algo querido por Dios, porque supone lo que Él tanto desea y busca en el corazón de los hombres a los que ama: "un corazón contrito y humillado" (Sal 51). Sólo desde ahí el amor es posible.
Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos! - See more at: http://trianarts.com/damaso-alonso-de-profundis/#sthash.WxY5lG0O.dpuf

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