jueves, 11 de agosto de 2016

Lecturas del día, jueves, 11 de agosto. Poema "Rima XXX" de Gustavo Adolfo Bécquer. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (12,1-12):

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen; pues son casa rebelde. Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos, emigra a otro lugar a ver si lo ven; pues son casa rebelde. Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos, y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro. A la vista de todos, abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar. Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel.»
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer, abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente, me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: "Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la casa de Israel que vive allí." Di: "Soy señal para vosotros; lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos: irán cautivos al destierro. El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad y se tapará la cara para que no lo reconozcan."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 77,56-57.58-59.61-62

R/.
No olvidéis las acciones de Dios

Tentaron al Dios Altísimo
y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso. R/.

Con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel. R/.

Abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad. R/.

Evangelio de mañana

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1):

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Palabra del Señor

Poema:
Rima XXX de Gustavo Adolfo Bécquer 

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?"
Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?"

Breve comentario

Perdonar es deber para todo católico. Y perdonar siempre, y perdonar a todos. Y ello por la sencilla razón de que Dios nos perdona de ese modo. Y, más difícil todavía, ese perdón debe anteceder a toda actitud de arrepentimiento del ofensor; es más, si cabe, debemos perdonar sin esperar reparación alguna por las heridas infligidas por aquel. Demasiado difícil para nuestras solas fuerzas, ¿verdad? Bueno, pues es gracia que debemos pedir al Señor, sobre todo cuando los ofensores no son pocos, las ofensas muchas, la reparación ninguna, y cuando para colmo de males se ha de convivir o encontrar a los ofensores en la vida cotidiana día sí y día también, incluso en los entornos más sagrados.

Habría que precisar un poco una afirmación que acabo de escribir más arriba sobre el perdón de Dios. Su perdón no es incondicional, aunque cumpliendo ciertos requisitos, sí puede ser ilimitado. Y los requisitos son el arrepentimiento o sentimiento de contrición y el propósito de enmienda. Perdón que se formaliza mediante el sacramento de la confesión y la asunción de la penitencia impuesta por el sacerdote. Nuestro perdón no puede contar con tales prerrogativas dado que los pecadores somos nosotros, y la fuente de la gracia el Señor. Nuestro perdón debe ser "a pelo", sin ambages, como así fue la muerte del Señor en la cruz para redimirnos de nuestros pecados. Ese alto precio bien merece que seamos generosos con las ofensas que recibamos, aun en las circunstancias más penosas.

Otra cuestión es que, perdonando, debamos permitir el mal evitable. Si es evitable o combatible, el perdón no neutralizará nuestra lucha contra él. Pero, como digo, esa ya es otra cuestión.

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