miércoles, 31 de agosto de 2016

Lecturas del día, miércoles, 31 de agosto. Poema "Dios sangrante" de Lanza del Vasto. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,1-9):

Hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían los instintos carnales y que procedéis según lo humano. Cuando uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no estáis procediendo según lo humano? En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32,12-13.14-15.20-21

R/.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor

Poema:
Dios sangrante de Lanza del Vasto 

Cual fruto en la tinaja triturado
Mantenednos alegres, Dios sangrante,
Embriáganos con vino de alegría
Ataviados de blanco en tu banquete.

O como al árbol vestido de gloria,
Ceñidos de verdor y centelleantes
De brisa y gritos de ave, danos de beber
En tu cáliz, Dios sangrante.

En los torrentes del corazón como un pez,
En los torrentes de la sangre, irradia, Dios de alegría,
Y para que más claro brote nuestro son
Golpéanos con tu mano que fulmina.

Ni pan ni paz, sólo tus tres clavos,
Oh sangrante Cristo que danzas en la cruz
Como el fuego que incendiará todo,
Excepto tu palabra en la que creo.

Breve comentario

El pasaje del evangelio de hoy, como el de ayer, trata de lo mismo: curaciones. La enfermedad es un desorden del organismo y/o de la mente. Y como todo desorden, fuente de sufrimiento y un modo en que la muerte se expresa y aparece en la vida. Si hacemos una lectura rápida, parece que la enfermedad es algo propio de enfermos o de endemoniados. Para quien está o se siente sano, este pasaje podría verlo con cierta distancia, más allá del reconocimiento explícito de la omnipotencia del Señor frente a todo tipo de males. Pero resulta que la salud se refiere a otra dimensión más abarcativa. El hombre no es un organismo simplemente; ni siquiera es un organismo animado, con alma: es un ser en relación; en relación con Dios, en primer lugar, y en relación con el mundo. Y es aquí donde el desorden, la maldad o incluso el demonio puede hacer acto de presencia, aun entre los cuerpos y los espíritus más recios.

Y también el Señor puede con estos males más, por decirlo así, sinuosos, pero por ello mismo más fatídicos que los fácilmente reconocibles. Es más, este es uno de los terrenos predilectos del maligno: gente sana, robusta, cumplidora son vehículos de una maldad que puede ser infinita. Bueno, infinita, nunca, como bien nos recuerda estos pasajes: Dios siempre vence al desorden que provoca el mal. 

Por ello, es tan adecuado al evangelio de hoy, la primera lectura, la exhortación de Pablo al pueblo de Corinto. Se habla allí ya de las primeras divisiones que se daban entre los fieles. Huelga decir que las divisiones no sólo continúan desde entonces, sino que ya antes las hubo (la primera, la de Adán y Eva en el paraíso, al seguir al falso pastor en forma de serpiente), y, por supuesto, después. Hoy, por desgracia, nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo, multitudes que poseen una doctrina y una imagen del Mesías de lo más diverso. Satanás vive feliz con estas disensiones profundas: cuanta mayor sea la división, mayor su efecto pernicioso, el desorden que provoca en las almas. Tampoco resultan mejores algunas unidades provocadas por malos pastores dentro del gran rebaño católico. También el mal se adueña de la apariencia de bien. Con todo esto tenemos que lidiar, y pedir al Padre su asistencia espiritual, la paciencia, el ánimo, sin jamás renunciar a su seguimiento a pesar de todas las divisiones o perniciosas unidades.

Y cuando suframos todas estas cruces que parecen alejarnos de Dios, al contrario, aferrámonos a ellas justamente para contrarrestar el efecto centrífugo del vértigo que provoca la acción y la contemplación del mal que se sufre. Hago mías las palabras de este poeta que, aunque influido por espiritualidades hinduistas, supo abrir su corazón a la verdad del Dios sufriente en la cruz, fuente de todo nuestro gozo, más allá de las iniquidades del maligno. Hago mías sus intensas palabras:

"Cual fruto en la tinaja triturado
Mantenednos alegres, Dios sangrante,
Embriáganos con vino de alegría
Ataviados de blanco en tu banquete.
(...) 
Ni pan ni paz, sólo tus tres clavos,
Oh sangrante Cristo que danzas en la cruz
Como el fuego que incendiará todo,
Excepto tu palabra en la que creo."  

1 comentario:

  1. Y, por favor, sigan rezando por mi parroquia, que le hace más falta que nunca.

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