martes, 9 de agosto de 2016

Lecturas del día, martes, 9 de agosto. Poema "No dejes ir un día..." de Juan Ramón Jiménez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (2,8–3,4):

Así dice el Señor: «Tú, hijo de Adán, oye lo que te digo: ¡No seas rebelde, como la casa rebelde! Abre la boca y come lo que te doy.»
Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Y me dijo: «Hijo de Adán, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel.»
Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome: «Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy.» Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel.
Y me dijo: «Hijo de Adán, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118,14.24.72.103.111.131

R/.
¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R/.

Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros. R/.

Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca! R/.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón. R/.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,1-5.10.12-14):

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

Palabra del Señor
 
Poema:
"No dejes ir un día..." de Juan Ramón Jiménez 

No dejes ir un día,
sin cojerle un secreto, grande o breve.
Sea tu vida alerta
descubrimiento cotidiano.
Por cada miga de pan duro
que te dé Dios, tú dale
el diamante más fresco de tu alma.


Breve comentario

Jesús pone como modelo para acceder al reino de los cielos a los niños. ¿Qué caracteriza a un niño, sobre todo a los más pequeños? La inocencia. Los niños no ponen barreras, están abiertos en su ingenuidad al otro con una pureza y transparencia que no conoce doblez: se dan apenas les dirigimos una sonrisa o una mirada; todo es para ellos un descubrimiento cotidiano, todo merece su máxima atención, todo es digno de ser conocido. Con el paso del tiempo, en la medida que van sumando años, ya en la misma infancia, esa inocencia va adquiriendo matices hasta la pérdida de gran parte de la misma con la llegada de la adolescencia. Llegados a la edad adulta, lo que resta son vestigios, apenas nada, en el mejor de los casos.

Volver a ser como niños, recuperar esa capacidad de asombro, de sorpresa y de apertura del alma en plena madurez es casi un imposible. Sin embargo, el Señor nos indica que ese será el camino más recto para obtener nuestra salvación. Debemos volver a ser íntegros en nuestra vida y en relación con la Verdad como lo son los niños desde su inocencia entregada. Y el modo de lograrlo es cultivar, mediante la gracia de Dios, una confianza pueril en Él, es decir, total, una apertura a su voluntad, un fiarnos de Él que es un abandonarse, sabiendo que su amor no nos dejará caer contra el pavimento, como lo haría un padre.

Y para lograrlo, en efecto, debemos hacernos pequeños, necesitados, vulnerables, confiados. Parece una locura, dado el mundo en que vivimos y el entorno que nos rodea. Es evidente que también el Señor en otro pasaje nos señala que, aunque debemos ser sencillos como palomas, también debemos ser astutos como serpientes. Pero en nuestra relación con Dios debemos adquirir o tender al menos a esa transparencia total. Seamos adultos ante las limitaciones que la realidad nos impone a todos, sean las que sean, limitaciones propias de la convivencia sana o del pecado ajeno; pero procuremos ser como niños ante Dios, que buscan que les cojan de la mano para cruzar el mundo y la vida. Con la gracia de Dios, se puede. Pidámosle ser como niños, que nuestro corazón, con el paso de los años, en vez de endurecerse se haga poroso al amor de Dios, para que, cuando Él nos mire, sepamos darle el diamante más fresco de nuestra alma. Que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.