lunes, 15 de agosto de 2016

Lecturas del día, lunes, 15 de agosto, Asunción de la Virgen María. Poema "Assumpta est Maria" de Francisco Garfias

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (11,19a;12,1.3-6a.10ab):

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dió a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios.
Se oyó una gran voz en el cielo: «Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 44,10bc.11-12ab.16

R/.
De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R/.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R/.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,20-27a):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor
 
Poema:
Assumpta est Maria de Francisco Garfias 
 
Vinieron a tu lecho
con aromas de cisto, de algalia,
con nardos olorosos...
Crepitaba la luz sobre las peñas.
Era una luz vivísima,
luz de día primero,
cuando se oyó la voz del Todopoderoso
hablando a la serpiente.
 
Ahora Dios sonreía
mirando a las mujeres que buscaban tu cuerpo.
Y la brisa arañaba los sepulcros.  
Y trizaba la aurora un ángel encendido,
y nadaban los aires vellones de cordero...
 
Nubes, nubes...
Toda una teoría de nubes.
Sobre un barroco cielo,
la Asunción de María.
Subía de la tierra
un clamor hondo de Antífonas y Laúdes.
Enlazaban las aguas
sus voces de cascadas, de espumas y atropellos.
Las fuentes y los lagos y los mares
rompieron sus medidas.
Se salieron de madre las balsas y los ríos.
sacudieron sus hojas los árboles; las piedras
retemblaron, inmóviles, en sus lechos de grama.
Las arterias del aire fluyeron como linfas
y hubo un fragor de vida en la entraña del mundo.
 
¿Cómo fue, Madre mía?
¿Fue un soplo poderoso
o un éxtasis de amor?
¿Fue la mano del Padre, la mano creadora,
la que puso en tus hombros dos alas inmortales?
¿Acaso estabas presa
del fuego inextinguible del Espíritu Santo?
¿Te sonreía el Hijo, redivivo y glorioso?
Sí, Dios te sonreía y te llamaba Reina
mientras que tú ascendías sobre prados de escarcha,
sobre montes nevados y selvas virginales,
entre nubles flotantes, como te vio Eliseo.
 
Germinaba la tierra.
Ya el mundo era Sagrario del Pan sin levadura.
Era grande la vid y colmados los trojes.
El mosto fermentaba en lagares de sangre
cuando tú nos dejaste, Señora, ante la niebla.
Vendrían los apóstoles
buscando en los caminos la huella de tu paso.
Y Tomás, el incrédulo,
miraría por todos los sepulcros.
Pedro estaba ya en Roma, pero te vio entre sueños;
y Juan, acaso en Patmos;
y tal vez por las tierras de Hispania, Santiago...
 
¡Y se sintieron huérfanos de súbito!

Porque tu cuerpo era 
recreación de Dios.
Vuelva la tierra al polvo,
la arcilla se deshaga, pulverice la carne
el viento que naciera de la concupiscencia.
La vida de la Gracia brotaba de tus manos
y tu sangre era un río donde Dios navegara.
La eternidad tu solio.

Sí, como cedro del Líbano,
como ciprés del Monte Sión,
como palma de Cades,
como plantel de rosas de Jericó te alzaste.

Sí, era necesario.
Ibas a ser la Reina sin dejar de ser Madre
como fuiste la Madre sin dejar de ser Virgen.
No podías quedar en el valle de lágrimas...
 
¿Pero qué nube te envolvió?
¿Qué túnica de nieblas, de flores o de plumas?
¿Qué mantos, qué guirnaldas,
qué enjoyados armiños,
qué arrobo de los aires, qué fausto sin palabras,
escala de Jacob, lumbre del mundo?
 
...Y subías, subías,
exaltada de azules,
divinizada en Dios. 

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