miércoles, 15 de febrero de 2017

Lecturas del día, miércoles, 15 de febrero. Poema "Letanía del ciego que ve" de Antonio Colinas. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (8,6-13.20-22):

Pasados cuarenta días, Noé abrió la claraboya que había hecho en el arca y soltó el cuervo, que estuvo saliendo y retornando hasta que se secó el agua en la tierra. Después soltó la paloma, para ver si había menguado el agua sobre la superficie del suelo. Pero la paloma no encontró donde posarse y volvió al arca, porque todavía había agua sobre la superficie de toda la tierra. Él alargó su mano, la agarró y la metió consigo en el arca. Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma desde el arca. Al atardecer, la paloma volvió con una hoja verde de olivo en el pico. Noé comprendió que el agua había menguado sobre la tierra. Esperó todavía otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió. El año seiscientos uno, el día primero del mes primero se secó el agua en la tierra. Noé abrió la claraboya del arca, miró y vio que la superficie del suelo estaba seca. Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar. El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo: «No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo. Mientras dure la tierra no han de faltar siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 115,12-13.14-15.18-19

R/.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,22-26):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.

Palabra del Señor
 
Poema:
Letanía del ciego que ve de Antonio Colinas
 
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.

Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.

Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.

Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semillas mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.

Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu carne ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.

Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.

Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad, y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego me vaya deshaciendo como llama
de vela: con dulzura, despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas. 
 
https://www.ivoox.com/antonio-colinas-letania-del-ciego-ve-audios-mp3_rf_12021418_1.html
 
Breve comentario
 
No ver quizá sea la más grave incapacidad sensorial. Por ello la ceguera se ha constituido como el símbolo de todas las incapacidades, sobre todo cuando nos referimos a ámbitos que trascienden la sensorialidad. Ciego es el que no entiende, el que no se da cuenta, el que no sabe, el que no piensa, el que yerra... Así, cuando Jesús devuelve la vista a un ciego, quiere simbolizar que le devuelve las capacidades que tenía perdidas: vuelve a ver con sus ojos antes inútiles porque comienza a conocer, a distinguir, a poder decidir, a ser autónomo, a ser capaz.
 
Quien sale de la oscuridad se considera que vive una suerte de resurrección o de renacimiento. Pero estas realidades van mucho más allá de recuperar una función perdida. En tales situaciones lo que recuperamos es nuestro ser, nuestra naturaleza que, por las razones que fueran, perdimos o quedó dañada. Tal vez por esta razón este milagro es extraño en su ejecución, pues parece como si al Señor no le saliese bien a la primera. Lo hace por pasos. El ciego, en la primera palpación, sólo logra ver sombras o siluetas; se hace preciso que el Señor insista en su acción para que el milagro se realice plenamente. La resurrección o el renacimiento espiritual de una persona es una labor paulatina donde el Señor acompaña, y donde el alma asistida por Él se deja acompañar. Es más parecido a un lento aprendizaje, a un crecimiento, a una evolución paulatina. 
 
Ayer lo apuntaba en mi caso. Hace casi veinticinco años que Dios apareció (casi irrumpió) de forma clara en mi vida; pero tras todo ese tiempo sigo necesitando llevar gafas, sigo sin ver bien, sigo intuyendo formas cuando debería ver con claridad. Es cierto que mis grandes ojos ineficientes estaban sumidos en la oscuridad cuando Él comenzó a actuar en mi vida. Pero sigo peregrinando en esa incertidumbre de la que ayer hablábamos, que supone la caída una y otra vez, la caída porque no veo bien, no me veo bien, porque aún no me doy cuenta, porque aún no sé, a pesar de haber mejorado mucho desde la primera vez que comencé a ver.

Por ello, aspiro a seguir viendo mejor, y aspirando, como el ciego que ve del poema de Colinas, a seguir dejándome iluminar por el dueño de la luz de la Verdad y de la Vida. Es una aspiración, una esperanza puesta en que Él siga tocándome los ojos del alma para abrirme a lo que debo ver:
"Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro."

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