martes, 7 de febrero de 2017

Lecturas del día, martes, 7 de febrero. Poema "Mi voluntad de ser no tiene cielo..." de Carlos Pellicer. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (1,20–2,4a):

Dijo Dios: «Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo». Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Luego los bendijo Dios, diciendo: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies». Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira». Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo. Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la obra que Dios había hecho cuando creó. Esta es la historia del cielo y de la tierra cuando fueron creados.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 8,4-5.6-7.8-9

R/.
Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!


Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-13):

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron: «Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».
Él les contestó:«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan
son preceptos humanos”.
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Palabra del Señor
 
Poema:
"Mi voluntad de ser no tiene cielo..." de Carlos Pellicer 
   
Mi voluntad de ser no tiene cielo;
sólo mira hacia abajo y sin mirada.
¿Luz de la tarde o de la madrugada?
Mi voluntad de ser no tiene cielo.
            
Ni la penumbra de un hermoso duelo
ennoblece mi carne afortunada.
Vida de estatua, muerte inhabitada
sin la jardinería de un anhelo.
            
Un dormir sin soñar calla y sombrea
el prodigioso imperio de mis ojos
reducido a los grises de una aldea.
            
Sin la ausencia presente de un pañuelo
se van los días en pobres manojos.
Mi voluntad de ser no tiene cielo.


[Primer soneto]http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=2905&t=Sonetos+postreros&p=Carlos+Pellicer&o=Carlos+Pellicer

Breve comentario

Una de las más graves tentaciones en el ámbito espiritual es transformar la genuina experiencia religiosa en una realidad que podamos manejar a nuestra voluntad; transformar lo invisible en visible, el misterio en algo comprensible, lo sagrado en mero rito, la fe en hábito, la sed en acomodo. Este peligro cierto no sólo era algo exclusivo de escribas y fariseos. Los católicos hoy como en otras épocas podemos incurrir en esta impostura. El hombre suele reducir las realidades y experiencias que le desbordan o no puede controlar a un sucedáneo a la medida de sus limitaciones. Si lavo mucho las copas y platos o mis manos, estoy limpio ante Dios; si cumplo estrictamente con las decenas y decenas de mandatos rituales, mi relación con Él será la correcta o incluso la óptima.

El Señor nos recuerda a judíos y cristianos, a todos que de nada vale la apariencia externa, si por dentro nuestro corazón rebosa de miseria. En otro foro, ayer un sacerdote de corazón sencillo y decidido, inteligente con la astucia de las personas que tienen los pies muy bien anclados en la realidad, reconocía el dolor por sus fracasos pastorales, y ponía en manos de Dios todo su hacer y su ser como párroco y a su comunidad. Otro sacerdote, sin embargo, algo más joven, doctor por la Gregoriana, profesor y formador de seminaristas y hasta hace poco director de seminario, reconociendo el fracaso pastoral de la Iglesia en estos tiempos, cuya evidencia es innegable, se sentía simplemente que heredaba una situación calamitosa (literalmente la "ruina", la denominó), pero de la cual no se sentía responsable ni en todo ni en parte. Su discurso era algo así como que hago lo que puedo, y no me pidan más. Y lo que pedía era dar menos misas para así tener el templo más lleno. Ciertamente, no hay nada como el rebaño bien apretado dentro del redil, participando activamente de la liturgia.

No se engañe quien lea esto. Tengo gran estima personal por estos dos buenos (realmente buenos) sacerdotes. Es más, con el segundo me unió una relación de amistad cibernética, digámoslo así (pues nunca lo conocí personalmente), que no olvidaré y de la que siempre le estaré agradecido. El primero admite sus errores, su arrogancia, y reconoce que es Dios quien en verdad pastorea y convierte. El segundo, mucho más tímido y reflexivo (tal vez por ello más perseguido por sí mismo), encara su fracaso de una forma completamente distinta. Se repite así de un modo cotidiano, sutil, casi inapreciable y como sin querer la dicotomía ética que denuncia el Señor ante los judíos. En cualquier caso, nada es más doloroso y difícil que encarar sin subterfugios las propias limitaciones; y basta que se sea más dolorosamente consciente de las mismas para que con mayor intensidad rehuya de reconocerlas.

No perdamos nunca la perspectiva de la vida cristiana, sobre todo cuando pasemos por profundas dificultades. Nuestra fuerza no depende de nosotros, no se debe a nosotros: no es nuestra, sino prestada. Nuestras capacidades, sean las que sean, son tan sólo nuestras en cuanto administradores de las mismas. Nada más. En verdad, todo está en manos de Dios. De esta manera, nunca antepondremos nuestras realidades a aquello que las fundamentan, ni nos haremos trampas en el solitario para hacer encajar a Dios en nuestras insuficiencias. De lo contrario (y no hay nada peor), nuestra voluntad de ser no tendrá cielo...

Y vaya un saludo afectuoso a aquellos dos buenos, repito, pastores.

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