viernes, 4 de diciembre de 2015

Lecturas del día, viernes, 4 de diciembre. Poema "Qué alegría, vivir..." de Pedro Salinas. Breve comentario



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (29,17-24):

Así dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.»
Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel. Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.4.13-14

R/.
El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31):

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David.»
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?»
Contestaron: «Sí, Señor.»
Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe.»
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!»
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor

Poema:
"Qué alegría, vivir..." de Pedro Salinas 

Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías
-azogues, almas cortas-, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad transvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo 
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas 
no sospechadas por mi gran silencio; 
y es que también me quiere con su voz.
La vida -¡qué transporte ya!-, ignorancia 
de lo que son mis actos, que ella hace, 
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable 
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco, 
recordaré 
estrellas que no vi, que ella miraba, 
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse 
de haber tocado lo que no toqué 
sino con esas manos que no alcanzo 
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo 
descansar, quieto, muerto ya. Morirse 
en la alta confianza 
de que este vivir mío no era sólo 
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive 
otro ser por detrás de la no muerte. 

Breve comentario

"Que os suceda conforme a vuestra fe." Esta es la respuesta que da Cristo a los ciegos que le pedían poder ver. Y es que se puede ver de muchos modos, con muchos ojos que no son corporales o físicos. Se ve con los ojos de la fe, con los ojos de la esperanza y con los del amor, como describe maravillosamente Pedro Salinas. Los ciegos ya veían con esos ojos al Señor cuando le pidieron que hiciera en ellos el milagro de ver físicamente. Como ya veían de aquel modo, el Señor se limitó a extender lo que los ojos del alma de aquellos hombres ya hacían. Y no vieron más después del milagro que lo que ya veían. Es más, posiblemente al ver con los ojos del rostro, la posibilidad de caer y confundirse se multiplicaría. De hecho, después del milagro, ninguno de ellos obedeció el mandato de discreción que les impuso.

El amor, la fe, la confianza es la verdadera luz que nos guía, que nos hace caminar por el buen camino, el camino de la verdad, del bien y la belleza. Es lo de menos que no podamos ver con nuestros ojos corporales el mundo que nos rodea. Es infinitamente peor no ver, no distinguir el bien, la verdad y la belleza cuando la tenemos delante de nosotros, cuando la vemos con nuestros ojos. Ver sin ver es la peor de las cegueras, tan extendida y común por nuestra debilidad. Sin embargo, ver aun no viendo, amar aun no amando, estar aun no estando, abrazar aun no abrazando, es la mayor plenitud y felicidad del hombre. No otra cosa es la comunión que produce el amor, la verdadera luz de la fe en Dios, que irradia su brillo sobre toda oscuridad e ilumina todo movimiento noble del alma.

La justicia de Dios es profundamente sencilla y clara: "Que os suceda conforme a vuestra fe." Que así sea.

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