martes, 29 de diciembre de 2015

Lecturas del día, martes, 29 de diciembre. Poema "Un canto para Simeón" de T. S. Eliot

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,3-11):

En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él. Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo –lo cual es verdadero en él y en vosotros–, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,1-2a.2b-3.5b-6

R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-35):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Un canto para Simeón de T. S. Eliot
 
Señor, los jacintos romanos florecen en búcaros y
el sol de invierno se desliza por los cerros nevados;
la terca estación se ha quedado plantada.
Mi vida es ligera, esperando el viento de la muerte,
como una pluma en el dorso de mi mano.
Polvo en la luz del sol y el recuerdo en rincones
esperan el viento que hiela hacia la tierra muerta.

Danos tu paz.
He caminado muchos años en esta ciudad,
he guardado la fe y el ayuno, he socorrido a los pobres,
he dado y recibido honor y comodidad.
Nadie se marchó nunca rechazado de mi puerta.
¿Quién recordará mi casa, donde vivirán los hijos de mis hijos
cuando llegue el tiempo de la aflicción?
Tomarán hacia la senda de las cabras, al hogar del zorro,
huyendo de las caras extranjeras y las espadas extranjeras.
 
Antes del tiempo de las cuerdas y los azotes y lamentos
concédenos tu paz.
Antes de las estaciones de la montaña de la desolación,
antes de la hora segura de la aflicción maternal,
ahora en este nacimiento estación de fallecimiento,
concede el Niño, la Palabra que aún no habla ni es hablada,
concede el consuelo de Israel
a uno que tiene ochenta años y no tiene mañana.
 
Según tu palabra.
Te alabarán y sufrirán en cada generación
con gloria e irrisión,
luz sobre luz, subiendo la escalera de los santos.
No para mí el martirio, el éxtasis de pensamiento y oración,
no para mí la visión definitiva.
Concédeme tu paz.
(Y una espada te atravesará el corazón,
el tuyo también.)
Estoy cansado de mi vida y de las vidas de los que vendrán detrás de mí, 
muero en mi propia muerte y en las muertes de los que vendrán detrás de mí.
Deja marchar a tu siervo,
habiendo visto tu salvación.
 
A song for Simeon 
 Lord, the Roman hyacinths are blooming in bowls and
The winter sun creeps by the snow hills;
The stubborn season had made stand.
My life is light, waiting for the death wind,
Like a feather on the back of my hand.
Dust in sunlight and memory in corners
Wait for the wind that chills towards the dead land.

Grant us thy peace.
I have walked many years in this city,
Kept faith and fast, provided for the poor,
Have given and taken honour and ease.
There went never any rejected from my door.
Who shall remember my house, where shall live my children’s children
When the time of sorrow is come?
They will take to the goat’s path, and the fox’s home,
Fleeing from the foreign faces and the foreign swords.

Before the time of cords and scourges and lamentation
Grant us thy peace.
Before the stations of the mountain of desolation,
Before the certain hour of maternal sorrow,
Now at this birth season of decease,
Let the Infant, the still unspeaking and unspoken Word,
Grant Israel’s consolation
To one who has eighty years and no to-morrow.

According to thy word.
They shall praise Thee and suffer in every generation
With glory and derision,
Light upon light, mounting the saints’stair.
Not for me the martydom, the ecstasy of thought and prayer,
Not for me the ultimate vision.
Grant me thy peace.
(And a sword shall pierce thy heart,
Thine also).
I am tired with my own life and the lives of those after me,
I am dying in my own death and the deaths of those after me.
Let thy servant depart,
Having seen thy salvation.

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