sábado, 26 de diciembre de 2015

Lecturas del día, sábado, 26 de diciembre. Poema "Intelijencia, dame..." de Juan Ramón Jiménez. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,8-10;7,54-60):

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,3cd-4.6 y Sab 16bc-17

R/.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. R/.

Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,17-22):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»

Palabra del Señor

Poema:
"Intelijencia, dame..." de Juan Ramón Jiménez

 ¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
Que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!


Breve comentario

En la vida tenemos muchos momentos, o al menos algunos, de franco desafío, en los que nos sentimos desbordados de algún modo. Sentimos que no somos capaces de afrontar algo, que nuestras fuerzas o nuestras capacidades no son suficientes. Unas veces es un temor, otras un peligro, otras una expectativa de juicio ajeno que nos resulta angustiante... Tantas cosas nos pueden hacer disparar nuestro sentimiento de fragilidad, o la conciencia clara de nuestras limitaciones, que siempre se nos hace necesario apoyarnos en algo que nos auxilie. 

Si esto nos ocurre con respecto a situaciones si no cotidianas, al menos no extrañas, cuánto más cuando tales temores, angustias, peligros están referidos a experiencias esenciales o últimas de nuestra vida, en que todo nuestro ser se halla comprometido. Entonces, esa "intelijencia" (escrita en la peculiar ortografía juanramoniana) no puede depender de la nuestra, limitada y precaria. Necesitamos, así, abrirnos a una otra Inteligencia que nos asista y que se haga cargo de nuestro dolor u orfandad. Y en la medida que esa apertura sea genuina, confiada y suponga una entrega de nuestra voluntad a la suya, no nos faltarán las palabras, las decisiones, las ideas adecuadas. Entonces, dada la desproporción entre nuestras aptitudes y la prueba exigida, daremos un testimonio claro de esa Inteligencia prestada de lo alto. Sólo entonces los demás podrán "ir a las cosas", aquéllas que desconocían, que olvidaban o que amaban.

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