lunes, 7 de diciembre de 2015

Lecturas del día, lunes, 7 de diciembre. Poema "A un olmo seco" de Antonio Machado. Breve comentario

Lectura del libro de Isaías (35,1-10):

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial. En el cubil donde se tumbaban los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía Sacra: no pasará por ella el impuro, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces; sino que caminarán los redimidos, y volverán por ella los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 84,9ab-10.11-12.13-14

R/.
Nuestro Dios viene y nos salvará

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,17-26):

Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.
Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados.»
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?»
Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados... –dijo al paralítico–: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.»
Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables.»

Palabra del Señor
 
Poema:
A un olmo seco de Antonio Machado

   Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
  
  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

  No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

  Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

  Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.


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Breve comentario

Cuántas veces sólo volvemos la mirada al Señor cuando nos sentimos necesitados. Es cierto. Miseria, miserable, misericordia presentan la misma raíz etimológica. No es casual. Como el paralítico, como el poeta, como cada uno de nosotros en momentos o estados de profunda desazón, esperamos una mano amiga, la comprensión de un otro, una cierta salvación que nos libre, que nos saque de nuestra tribulación. Es humano y comprensible. En esos momentos la fe suele fortalecerse. Es una fe nacida de la necesidad; pero no es poco sentirse necesitado. Sentirse necesitado es el primer paso para la conversión.

No podemos empezar la casa por el tejado. Desde el orgullo, la rabia, la suficiencia, la vanidad, la soberbia no se comienza andar hacia la verdad en ningún sentido. Machado halla consuelo viendo cómo tímidamente retoña el viejo árbol moribundo. Parece que hay vida a pesar de todo, piensa el poeta. Nuestra existencia puede ser muy dura a veces, o siempre, pero también siempre hay vida en el peor de los sufrimientos. No estamos solos. El dolor no significa nada en sí mismo, pero permite abrir una puerta o los ojos a realidades y experiencias que nos esperan si sabemos trascender nuestras circunstancias. El poeta se ve en el viejo olmo, el paralítico siente que el Señor tiene poder suficiente para curarle, para sacarle de su postración. ¿Es menos fe ésta que surge del dolor y la necesidad? Si no sentimos que necesitamos, ¿qué motivación tendremos para buscar desde nuestra satisfacción o nuestra plenitud?

Por eso el Señor cura al paralítico. No subestima su fe nacida de su menesterosidad. Es digno y propio del hombre sentir que necesita ser salvado, ayudado, alzado de sus miserias: ser objeto de misericordia. Antonio Machado, agnóstico, pero siempre con la esperanza de "hablar a Dios un día", no está lejos del paralítico, y en la naturaleza halla el sentido de su esperanza. Y no lo alcanza en paisajes exuberantes de esplendor y belleza, sino en los desnudos, austeros y polvorientos campos del norte de Castilla, en Soria, junto al Duero, ante un olmo seco "en su mitad podrido", que le recuerdan su soledad, su pobreza, el foco de su esperanza. No, no es casualidad que miseria y misericordia compartan la misma raíz, la raíz del olmo de don Antonio.

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