viernes, 15 de abril de 2016

Lecturas del día, viernes, 15 de abril. Poema "Sonetos de esperanza" de Carlos Pellicer. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,1-20):

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres. En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor.
Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Preguntó él: «¿Quién eres, Señor?»
Respondió la voz: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.»
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías.
El Señor lo llamó en una visión: «Ananías.»
Respondió él: «Aquí estoy, Señor.»
El Señor le dijo: «Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.»
Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.»
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 116,1.2

R/.
Ir al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor
 
Poema:
Sonetos de esperanza de Carlos Pellicer
 
I
 
Cuando a tu mesa voy y de rodillas
recibo el mismo pan que Tú partiste
tan luminosamente, un algo triste
suena en mi corazón mientras Tú brillas.


Y me doy a pensar en las orillas
del lago y en las cosas que dijiste…
¡Cómo el alma es tan dura que resiste
tu invitación al mar que andando humillas!


Y me retiro de tu mesa ciego
de verme junto a Ti. Raro sosiego
con la inquietud de regresar rodea


la gran ruina de sombras en que vivo.
¿Por qué estoy miserable y fugitivo
y una piedra al rodar me pisotea?


II

Y salgo a caminar entre dos cielos
y ya al anochecer vuelvo a mis ruinas.
Últimas nubes, ángeles divinas,
se bañan en desnudos arroyuelos.


La oscura sangre siente los flagelos
de un murciélago en ráfaga de espinas,
y aun en las limpias aguas campesinas
se pudren luminosos terciopelos.


La poderosa soledad se alegra
de ver las luces que su noche integra.
¡Un cielo enorme que alojarla puede!


Y un goce primitivo, una alegría
de Paraíso abierto se sucede.
Algo de Dios al mundo escalofría.


Breve comentario

En los Hechos, Jesús le dice a Ananías ante su desconfianza por el encargo de devolver la vista a Saulo: "Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre." Y en el evangelio de Juan nos dice a todos: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." Sufrimiento y resurrección son una sólida pareja que forma una unidad perfectamente coherente. No puede existir resurrección sin cruz, es decir, sin conciencia de la necesidad de Dios en nuestras vidas. Una vida "plena" sin Dios es la vida más vacía que cabe imaginar, y desde ese vacío mortal no cabe resurrección alguna, pues se está efectivamente muerto. Esa vida "autosuficiente", "autónoma" es el lugar más próximo a la muerte más absoluta, al signo, al leve indicio apenas de lo que será la condenación eterna.

El orgullo humano nos hace ser instrumento de nuestros deseos, pasiones, mentiras, errores, ilusiones vanas... Dios nos muestra el camino de nuestra salvación como una entrega al Señor para ser "un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes." Esa es nuestra tarea y en eso consiste nuestra salvación: en ser instrumento para gloria de Dios.

El poeta percibe esta misma dualidad en sí mismo (¡y quién no!) incluso en el momento de comulgar con toda devoción y respeto. Sabe que la Eucarístia anticipa en la tierra la gloria que viviremos, de ser salvos, en el cielo, y sin embargo... "un algo triste/suena en mi corazón mientras Tú brillas." El sufrimiento, sentir nuestra indigencia de Dios, es preciso para poder abrirnos a su acción, para poder resucitar de esta muerte cierta, o de esta plenitud apenas vislumbrada. Dios no se aparece a quien no lo necesita, ¡y ay de aquél que se basta y se sobra en esta vida! Saulo, guardián celoso (hoy diríamos fanático o integrista) de la ley judía, se mostraba lleno de sentido en su odio y en su autosuficiencia, que hallaba una plena justificación social y cultural. Cuando Dios se le aparece, toda aquella seguridad se diluye y su entrega espiritual será total al Señor. Y aprendió a sufrir..., resucitando como el hombre nuevo, Pablo, discípulo de Cristo. Sí, es cierto:
"La poderosa soledad se alegra
de ver las luces que su noche integra.
¡Un cielo enorme que alojarla puede!

 Y un goce primitivo, una alegría
de Paraíso abierto se sucede.
Algo de Dios al mundo escalofría."
 

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