domingo, 3 de abril de 2016

Lecturas del día, domingo, 3 de abril. Poema "Pecado y resurrección" de Bartolomé Llorens. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,12-16):

Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacia lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,2-4.22-24.25-27a

R/.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (1,9-11a.12-13.17-19):

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

Poema:
Pecado y resurrección de Bartolomé Llorens

¡Qué inmensa, negra noche desolada,
sus tinieblas de espanto y de amargura,
su frío desamor, su sombra impura,
descendió sobre mi alma abandonada!

¡Que triste corazón sin tu mirada,
sin tu luz, mi Señor, sin tu ventura!
¡Qué muerte sin tu amor! ¡Qué desventura
sentir mi sequedad, mi amarga nada!

Es la Noche, la Sombra, es el no verte,
Señor, en la ceguera del pecado
la más amarga, cruel, trágica muerte…

Te tuve en mis entrañas sepultado
tanto tiempo, Señor, sin conocerte…
¡Mas nuevamente en mí has resucitado!
  
Breve comentario

...Y ahora la férrea incredulidad de Tomás, el personaje que representa aquella actitud ante la vida que defiende como gran axioma el viejo 'si no lo veo, no lo creo'. Sólo cree en lo que le dictan los sentidos; triste "fe" hoy especialmente en boga: sólo existe aquello que tiene realidad empírica, lo que puede ser medido, experimentado, repetido... Y Jesús, atendiendo a esta característica de la debilidad humana, vuelve a aparecerse ante él, aunque ya los otros discípulos estaban convencidos. Jesús se preocupa por todos, y sólo por Tomás vuelve de nuevo, y satisface las exigencias de su incredulidad radical.

Todo en el Señor es verdad y es real. Que era el Mesías; que vino a rediminirnos del pecado con su muerte ignominiosa; que realmente murió y lo clavaron en la cruz...; y tan real y verdadero como todo lo anterior, su resurrección. Y resucitando, certifica, por así decir, la verdad de todo su ser, de toda su vida y de toda su Palabra. Y en virtud de su testimonio, siempre vivo cada vez que celebramos su misterio mediante los sacramentos, nosotros tenemos la capacidad de reiniciar una nueva vida, de resucitar ya en esta vida, a pesar de las limitaciones de nuestra naturaleza en ella.

Seguiremos pecando, pero será posible siempre limpiarse de la maldad propia o ajena, y en tanto que ello sea posible, no alejarnos nunca de la misericordia del Señor (y hoy es el gran día de la Misericordia, instituido por S. Juan Pablo II). Las dificultades seguirán, las enfermedades, la maldad en el mundo, las injusticias, etc.; pero Dios con su resurrección nos dice que ha vencido a la muerte en todas sus formas, que el pecado no prevalecerá. Estas certidumbres no son enunciados meramente generales, sobre el destino del mundo en un futuro, alejadas de las vidas de cada uno. No; esta realidad toma forma en nuestro corazón, en el de aquellos que se abren a la acción del Señor, que nunca deja de operar porque nos ama.

Os contaré algo que me lleva ocurriendo ya demasiados años (¿diez?, ¿doce?, ¿catorce?...), y que viene muy al caso del tema de la resurrección y del poema elegido. Mi mujer padece un trastorno afectivo no curable que cursa con pánico a los perros, y que ha logrado controlar parcialmente cuando son conducidos con correa. Desde hace años sufrimos un verdadero acoso ya que indeseables de toda condición nos esperan para divertirse a costa del miedo de mi mujer y de la ira que debo desencadenar para frenar tales episodios. Si no sabéis lo que es entrar en pánico, os lo describiré con una frase: es creer que uno va a morir de forma inminente. Bien, pues hoy hemos debido sufrir una nueva cima de ignominia en este proceso. Un sujeto, cuya pareja ya lo lleva haciendo desde hace meses, nos esperó con su perro suelto (y, eso sí, también con su hijo de menos de un año para demostrar lo "inofensivo" de su actitud), a las puertas de la iglesia, antes de comenzar la misa. La cuestión era que yo montara en cólera para desacreditarme en público (desde aquí agradezco el interés de las personas que se tomaron la molestia de apoyarme). Hay que añadir como una variante no pequeña de la maldad, la absoluta pasividad de la policía de la localidad, que no sólo no hace cumplir las ordenanzas, sino que les ríen las gracias. Bien, he tenido que llegar al extremo de tener que echar del templo, como Cristo echó a los mercaderes a aquel indeseable (jamás pensé que llegaría a tener que pasar por esta experiencia cristiana). No sé cuántas veces Satanás me esperará en la persona de este infeliz con su cancerbero (el perro que guarda las puertas del infierno), pero seguiré acudiendo puntualmente a la iglesia siempre que lo necesite y sea preceptivo. Y mi mujer también, aunque sea la parte más dañada en todo esto. De momento, voy a volver a las 17,30 h. a adorar al Santísimo y a escuchar la meditación del párroco.

Por otra parte, he sentido un recrudecimiento de estas actitudes en el domingo de Resurrección, y ahora en el de Misericordia, debido también a que por fin he logrado con ayuda de Dios y de muy buena gente (la inmensa mayoría), arrinconar a los acosadores. No es casual. Este blog (es decir, el Señor por medio de este instrumento) me está haciendo más bien en todos los órdenes que mi propia profesión y mi formación de décadas en ella (soy psicoterapeuta). Deseo que a alguno que lo lea también le sirva en este sentido. Bien, pues de toda esta miseria pertinaz, también se sale, aunque mi mujer no pueda curarse, aunque este miserable o su compañera nos esperen a la puerta a que les grite o a aterrorizar a mi mujer, aunque la policía asista divertida al espectáculo. Se sale, porque Satanás nunca puede lograr alejar a un corazón enamorado de Dios. Sí, amigos, doy testimonio: Dios ha resucitado, y nosotros con Él, incluso a pesar de toda la maldad imaginable. Alguien dijo (cito de memoria) que no podía existir poesía después de Auschwitz. ¡Cómo que no! Es justo al revés, porque hubo y hay más Auschwitz que nunca, hemos de amar y de tener misericordia más que nunca. Yo empezaré por amar más a mi mujer y rezar por estos miserables (ojalá pueda un día perdonarlos). Cada uno que vea cómo llevar a la práctica este mandato.  

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