martes, 12 de abril de 2016

Lecturas del día, martes, 12 de abril. Poema "Pero escondido" de Ángel Martínez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7,51–8,1a):

En aquellos días, Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado.»
Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia.
Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo.
Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró. Saulo aprobaba la ejecución.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,3cd-4.6ab.7b.8a.17.21ab

R/.
A tus manos, Señor, encomiento mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Pero escondido de Ángel Martínez
 
"Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro."
(Lope de Vega) 
 
Todo, Señor, lo ordenas con medida:
si a mis ojos humanos se mostrara
tu Luz, entre su aurora se apagara
la estrellita oscilante de mi vida.
 
Tu gloria, de mis manos suspendida, 
al abrirse, mi ser aniquilara:
sólo me puede ser tu lumbre clara
bajo esta Forma blanca oscurecida.
 
Camino hacia tu Ser, pero aún mi sombra
ante Ti proyectada te oscurece:
la sombra de mi cuerpo el tuyo esconde.
 
Aún te enturbia mi voz cuando te nombra,
pero en la sombra siento que amanece
y que un eco a mi voz en Ti responde.
  
Breve comentario
 
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.» La clave de los textos litúrgicos de hoy reside en esas expresiones que cada uno debe dar forma en su vida: "...El que viene a mí..., ...el que cree en mí...". Esteban es el primer ejemplo de esta entrega radical al Señor, el primero de una larga serie en estos dos mil años de hombres que fueron y van al encuentro del Señor hasta el martirio.

Jesús nos señala explícitamente que quien va a Él, quien cree en Él no pasará más hambre ni más sed. Sin embargo, es experiencia común que cuanto más amamos a Dios más hambre de Él tenemos, más sed de su presencia. No hay contradicción en lo dicho por el Señor (en Dios ello es inconcebible). Este hecho se puede producir por dos razones. Bien porque nunca acabamos del todo de ir hacia Él; bien porque el contraste con los intereses del mundo, en el cual, lo queramos o no, estamos inmersos en mayor o menor grado, nos hace padecer su realidad roma y, en el sentido más literal del término, intrascendente.
 
Por esto he traído aquí este sugestivo soneto de un poeta sacerdote, el P. Ángel Martínez Baigorri (el de ayer también cumplía esta doble condición). El Señor siempre se entrega como cuerpo eucarístico, y en su entrega no hay matices. Pero Dios respeta el modo en que cada uno pueda recibirlo en su alma, una vez cumplidos (por supuesto) los requisitos elementales de ser católico y hacerlo en gracia, sin conciencia de pecado mortal. Si nuestra apertura es modesta todavía, Él empujará tímidamente las puertas de nuestra alma, sin abrumarnos, sin confundirnos o cegarnos con su luz. Las conversiones suelen ser procesos paulatinos, que, aunque sometidos a los vaivenes de un mundo que empuja en direcciones contrarias, una vez iniciados, suelen seguir adelante. Pero el ritmo, la cadencia es variable en cada persona. Por ello la humildad de este sabio sacerdote es muy profunda, conocedora de nuestras íntimas limitaciones: 
"Aún te enturbia mi voz cuando te nombra,
pero en la sombra siento que amanece
y que un eco a mi voz en Ti responde."
 
En efecto, aunque sólo sea un eco, es mucho. Esteban dió su vida tal vez por un eco de Dios en él. No importa que el Señor se presente en nosotros en la medida de nuestra fe vacilante. Dios quiere a todos sus hijos, pero no por igual: cada uno posee las gracias, carismas y dones que Él regala para que se los ofrezcamos a fin de darle gloria en esta vida. Un eco..., y un martirio. No son realidades extremas, sino una misma realidad de amor manifestada de diverso modo.  Y en ambas presencia y entrega mutuas, de la criatura al Creador y del Creador a la criatura. Sigamos, pues, adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.