viernes, 1 de abril de 2016

Lecturas del día, viernes, 1 de abril. Poema "Invocación al Señor" de Rafael Morales. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,1-12):

En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan, se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Les echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes.
Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?»
Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,1-2.4.22-24.25-27a

R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.
Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor
 
Poema:
Invocación al Señor de Rafael Morales
  
Danos tu luz, Señor, para esta pena,
corta de tu jardín tanta agonía,
tanto oscuro dolor, la sombra fría
que al corazón del hombre ciega y llena.

Aniquila, Señor, corta, cercena
esta angustia del hombre, esta porfía,
danos, Señor, tu corazón por guía,
tu sangre que enamora y enajena.

Mas si el sufrir, Señor, es merecido,
no nos quites ni el llanto ni el lamento,
ni el amoroso corazón herido.

Pero danos también como sustento
tu corazón, tu vida, tu latido,
tu divino calor como alimento.
 
Breve comentario
 
Y tras las anteriores apariciones, Jesús se aparece hoy como el perfecto patrón de pesca. Ahora será Él quien dé de comer literalmente a los discípulos. Y es que su resurrección es la prueba de que Él es el único capaz en verdad de alimentarnos, de sustentarnos en esta vida en la fe y la esperanza en la otra vida, en la superación de toda vicisitud, de toda cruz, de todo mal. Quien dispone su corazón para recibirlo, no le faltará de nada, aunque a ojos humanos parezca que viva pobremente. Porque aunque el pan es siempre necesario, no sólo de comida vive el hombre, como Él nos enseñó. El pan eucarístico, el ofrecimiento de sí mismo en la cruz para nuestra redención, es el verdadero alimento, "tu corazón, tu vida, tu latido,/tu divino calor como alimento."

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