sábado, 2 de abril de 2016

Lecturas del día, sábado, 2 de abril. Poema "Te veo tanto" de María Elvira Lacaci. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,13-21):

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta.
Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar: «¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.»
Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús.
Pedro y Juan replicaron: «¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.»
Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo responsorial Sal 117,1.14-15.16-18.19-21

R/.
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación. Escuchad:
hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R/.

La diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,9-15):

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Palabra del Señor

Poema:
Te veo tanto de María Elvira Lacaci 

Te veo tanto, Dios, en lo mudable,
en las pequeñas cosas que creaste,
que a menudo
tu aliento en su materia me intimida.
Y anhelo tu presencia,
tu contacto en mi alma
desasida de roces. De contornos. De aromas.
Pero sentirte así tan allegado
en cada cosa que a mis ojos nace,
me hace daño, Señor.
Te quiero cerca. Pero así tanto, tanto...
Cobrando dimensiones gigantescas 
no te puedo llevar.
Y,
bruscamente,
aparto la mirada
de un guijarro,
de una flor con rocío,
de un bello animal...
por donde asoman
tus misteriosos ojos a la Vida.
Tienes que disculpar que yo rehuya
esta vivencia tuya que me encorva,
ese profundo grito que me invade
más allá de lo humano
de mis huesos.
Mi materia es endeble 
y Tú te adentras
como saeta azul por sus tejidos.
Y, a veces, 
resquebrajarse teme
con tu peso.
Tu peso sin medida. Sólo viento.
Celeste viento fuerte que me ciega
si no bajo los párpados. Herida.
No te apartes, Señor. Que yo te sienta.
Pero, así, tanto, tanto...

Breve comentario

Es un hecho que cambiar al ser humano le cuesta. Sobre todo cuando los cambios son fundamentales, y cuando éstos se producen en una edad ya no joven. Experimentar que un otro da la vuelta a tu vida como un calcetín suele ocurrir pocas veces, y ya digo, más fácil que suceda con los pocos años, cuando el "calcetín" apenas está usado. Si ese otro es Dios, a la dificultad se le suma la estupefacción. Los díscípulos ni han entendido las Escrituras, ni la misión de Jesús en la tierra. La resurrección se les antoja un disparate propio de alucinados. Sólo la reiterada evidencia del hecho, gracias a la tenacidad del Señor de presentarse ante ellos en diferentes circunstancias y situaciones, acaba doblegando su resistencia.

Dios nos desborda por completo. Si manifestara su gloria con toda claridad nos abrasaría de amor, nos cegaría más que si mirásemos de frente sin protección al sol. Y Dios se adapta a nuestras muy limitadas capacidades para comprender su misterio. Sin duda, debió de ser agotador para el Señor toparse con tan compacta necedad en sus seguidores (no es fácil la tarea de anonadarse cuando se es el Infinito), pero más allá de su casi humana y muy comprensible queja, siempre el amor preside su intercambio con nosotros. Por ello, insiste; por ello, se aparece una y otra vez. Pero no para imponerse como si fuera un general con sus tropas victoriosas (por esto no se aparece a Pilatos, a Herodes o al emperador de Roma), sino apelando al corazón de los que le amaron. Y desde ese amor ya inconmovible apoyado en su resurrección, nace su mandato final: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Esta vez, identificándome con ellos, rompo una lanza por los ignorantes discípulos, pues yo también he sido muy tardo en comprender y en vivir al Señor en mí. Y qué mejor modo que colgando este bello poema de Lacaci, a la que la presencia de Dios en las cosas le generaba vivencias encontradas. Diríamos de forma coloquial con ella que Dios es demasiado para uno, pero no te me alejes...

1 comentario:

  1. Bueno, lo he redactado en pasado cuando es una realidad actual: no sólo "he sido" tardo en saber vivirle, sino que aún lo sigo siendo. Por eso puedo identificarme con los discípulos: uno no es mejor que ellos, ni pasados dos mil años...

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