miércoles, 9 de mayo de 2018

Lecturas del día, miércoles, 9 de mayo. Poema "Alto jornal" de Claudio Rodríguez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”.
Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”.
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».
Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 148,1-2.11-12.13.14

R/.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.

Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,12-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor
 
Poema:
Alto jornal de Claudio Rodríguez 
 
Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.


https://www.youtube.com/watch?v=7p57QVhrVtc

Breve comentario

"Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora". Es ésta una profunda verdad en la relación de Dios con los hombres. La palabra de Dios es de una riqueza infinita; riqueza que no es tanto complejidad o sucesión enorme de conocimientos parciales, como la sencillez de lo que se descubre cuando estamos aptos para recibirlo. En la vida de todo creyente se da un proceso de maduración, que es paulatino, lento, no siempre lineal, con crisis, con idas y venidas, pero siempre en ascenso, siempre en sordo avance hacia la belleza de Dios. Es cierto que no pocos pierden la fe en este devenir espiritual, pues en el combate personal que se da en nosotros entre Dios y el mundo, no está garantizado el éxito. Pero en los casos de buena evolución, el crecimiento hacia la verdad siempre se da.

En mi caso particular, es algo muy apreciable. Siendo niño, no entendía gran cosa de lo que me contaban; llegué atisbar que aquello era agradable y hasta atractivo. Sin embargo, esa frágil percepción quedó ahogada por la realidad cotidiana, mucho más intensa y en dirección contraria que tiñó mis primeros años hasta bien entrada la juventud. Alrededor de mis treinta años se produjo mi conversión a raíz de una experiencia personal de afecto y reconocimiento para mí desconocidos. Se me abrió un mundo que apenas había intuido. Y quien me descubrió como persona, me habló someramente del Señor. Con la perspectiva que dan los años, uno descubre que lo que entendía sobre Dios y su amor era un puro teísmo: yo necesitaba un padre, un Padre; ¿qué era eso del Hijo? Aún seguía viva en mi memoria y en la de muchos de mi generación aquella infame presentación de su figura como un hippie sesentayochero, pero sin porro y con flores en el pelo. En los momentos primeros de mi conversión, parecía más un judío que un católico. Huérfano de padre en la realidad y en tantas cosas, necesitaba la fuerza del Padre. Después supe que sólo se puede ser padre si antes se ha sido hijo. En la medida que me fui conociendo, fui pudiendo comprender a Jesús, su amor, su entrega, su enorme fuerza y autoridad en su enorme debilidad: fui comprendiendo la verdad de la cruz.

Esta evolución mía, sólo inicialmente asistida por aquella bendita mediación humana, la llevó a término, y la sostiene hoy (y la sostendrá mañana) el Espíritu Santo. Este devenir espiritual, aunque diferente en cada caso, es una realidad común: Dios va desplegando su verdad en cada corazón que se le va abriendo. Nuestro corazón va asimilando aquello de lo que es capaz, y esa capacidad es el efecto de la relación del hombre creyente con Dios. A mayor relación, mayor capacidad para elaborar el tesoro de nuestra fe.

Si Pablo fue torpe en la predicación a los atenienses, no fue porque quiso adoptar un estilo racionalista, especulativo o alejado de las verdades del kerigma, sino porque les presentó demasiado: dio de comer un chuletón a unos hombres que tenían unos estómagos de recién nacidos. El paganismo politeísta no estaba preparado para escuchar siquiera la apología de un Dios único, Dios de dioses, que tiene el poder de resucitar a los muertos. Aquello les superó, aunque no a todos, por cierto. Un buen profesor de psicoterapia nos decía que, cuando se tienen unos años de experiencia, es relativamente sencillo saber qué le pasa al paciente y qué es lo que necesita y el camino que debería recorrer, pero que lo verdaderamente difícil siempre residía en saber determinar en cada momento qué era lo mejor o más adecuado para hacerle avanzar. Doy fe que aquel viejo profesor estaba en lo cierto.

Hoy el hombre contemporáneo está mucho peor que aquellos atenienses: nuestros estómagos ya no son los de un recién nacido, sino apenas los de un inmaduro embrión. Y sin embargo a estos hombres se les puede predicar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y la verdad jamás pasa por bendecir parejas homosexuales, aprobar la anticoncepción, disculpar el aborto o aceptar el divorcio como algo cotidiano de la afectividad humana sana. Que todo crecimiento espiritual en la verdad presente etapas no significa que deje de ser, eso: crecimiento hacia la verdad de Dios. Seguramente para sacar del pecado a un hermano alejado, lo mejor no sea comenzar por recordarle las penas de la condenación eterna, sino hacerle saber y, aún más, sentir por medio de la relación con nosotros, de nuestro testimonio, de su propia dignidad. No otra cosa me ocurrió a mí, no de otra forma me sacaron de la sima en la que me hallaba: me hablaron de la Verdad, de la Ley de Dios, y mientras lo hacían, me amaron. Fortalecido por ese amor, por esa dignidad recuperada, se puede afrontar y asumir sin excepciones toda la doctrina y la moral católicas, sea cual sea el entorno hostil que nos rodee.

Así, porque el Espíritu del Señor opera con esta sabia dulzura, con esta cuasi maternal gradualidad (gradualidad de procesos de crecimiento, nunca gradualidad en la verdad, en sus contenidos), he elegido este poema de Claudio Rodríguez. Dios opera desde nuestras experiencias más sencillas, y desde ellas puede transformarnos por completo, cada uno a la velocidad que el Señor quiera, para hacernos sabios con la ingenuidad de los niños, con la sencillez de los apóstoles, todos ellos, gente muy humilde. Sin duda, en ese trabajo, cobraremos el más alto jornal.

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