lunes, 28 de mayo de 2018

Lecturas del día, lunes, 27 de mayo. Poema "Yo morí por la Belleza..." (poema 449) de Emily Dickinson. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 110,1-2.5-6.9ab.10c

R/.
El Señor recuerda siempre su alianza

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza;
la alabanza del Señor dura por siempre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»

Palabra del Señor

Poema:
Yo morí por la Belleza..." (poema 449) de Emily Dickinson
 
Yo morí por la Belleza,
pero apenas estaba colocada en la tumba,
cuando uno, que murió por la Verdad,
fue tendido en un cercano lugar.

Me preguntó en voz baja «por qué había muerto».
«Por la Belleza» —respondí—.
«Y yo por la Verdad. Ambas son la misma cosa.
Somos hermanos» —dijo él—.

Y así hablamos desde nuestros aposentos,
como parientes que se encuentran en la noche,
hasta que el musgo alcanzó nuestros labios
y cubrió nuestros nombres.

"I died for Beauty..."

I died for Beauty--but was scarce
Adjusted in the Tomb,
When one who died for Truth, was lain
In an adjoining Room--

He questioned softly "Why I failed"?
"For Beauty," I replied--
"And I--for Truth--Themself are One--
We Bretheren, are," He said--

And so, as Kinsmen, met a Night--
We talked between the Rooms--
Until the Moss had reached our lips--
And covered up--our names--

https://www.youtube.com/watch?v=Im2CCIzkox0 

Breve comentario

En verdad, ¿para qué vivimos?, ¿cuáles son las motivaciones principales que rigen nuestros actos?, ¿cuál es el sentido de nuestra vida? Más allá de los actos en sí mismos, ¿desde dónde hacemos lo que hacemos?, ¿cuáles son nuestras prioridades, nuestras preferencias, la jerarquía de nuestros valores? No son preguntas fáciles de responder. Sumergidos en las obligaciones cotidianas, apenas vemos más allá de las mismas. La rutina nos reduce a repetidos ciclos de trabajo y días libres de descanso, y casi inconscientemente hacemos lo que se espera en esa situación. Y sin embargo debemos cobrar cierta distancia de esa rutina más o menos aplastante para detenernos a contestar o al menos plantearnos estas preguntas.

Nuestras motivaciones principales nunca suelen ser únicas. Muy pocos darían ese tipo de respuesta. Son realmente pocos los que viven por una sola cosa (el dinero, el éxito, la fama, el placer, etc.). Dependiendo de lo que hagamos en cada momento, así serán nuestras motivaciones. Si trabajamos, y somos honrados, querremos hacerlo bien; si estamos cansados del mismo, lo que querremos es quitárnoslo cuanto antes de encima; si estamos en tiempo de ocio, lo que buscamos es descansar, desconectar de las obligaciones, pasarlo bien, entretenernos, etc. Pero las motivaciones de las preguntas iniciales remiten a algo más general, trascienden el aquí y ahora, las circunstancias de cada momento. Son esas motivaciones que no cambian hagamos lo que hagamos, estemos donde estemos o con quiénes estemos. Me temo aquí que el silencio, si no la sorpresa,  reinará en nuestras reflexiones.

El que la vida tenga un sentido más allá de la cotidianidad y las obligaciones de cada día, indica que se tiene un proyecto, que se quiere ir a algún lado, que se conoce uno a sí mismo lo suficiente. Y esto nunca puede resumirse sólo en conseguir un buen trabajo o en promocionar en el que se está, ni en obtener unos ingresos que nos permitan una vida cómoda o digna, ni en pagar una casa o los estudios de los hijos, etc., etc. Todo eso debe estar en función de algo más. Vivir no es simplemente adaptarnos socialmente, encontrar nuestro hueco y satisfacer nuestro deseos y ambiciones. La vida es otra cosa, o debería serlo. Como expresó con certera precisión Antonio Porchia en un poema que colgué aquí hace un par de meses:"Si no levantas los ojos,/creerás que eres/el punto más alto." Precisamente si no los levantamos, seremos el punto más bajo, pues perdemos la verdadera dimensión que posee nuestra existencia. 

A veces, tener la clara conciencia de que hemos sido arrojados a la vida, de no encontrar nuestro acomodo en los lugares en los que los demás parecen hallarlo con facilidad, nos acerca de un modo privilegiado a las preguntas que nos hemos planteado más arriba. Esto se observa casi como un rasgo común y generalizado en muchos poetas (no en todos, por supuesto). Tras los delincuentes, posiblemente sea el de los poetas el colectivo con mayor grado de desadaptados. Una desadaptación interior, íntima, sólo pocas veces evidente. Que nuestra querida Emily perteneció a esta estirpe no cabe la menor duda. Sin duda ella puede escribir de sí misma que vivió y murió por la Belleza y por la Verdad desde su vida recluida y aparentemente introvertida. Nuestra querida Emily, como todos los grandes poetas, hicieron de aquellas preguntas esenciales todas sus preguntas, las principales, casi las únicas.

No permitamos que la cotidianidad de nuestras vidas ahoguen nuestra mirada, concentrada en esquivar los accidentes del terreno. No dejemos que la Belleza y la Verdad acaben sepultadas por el musgo de nuestras mediocridades. Dios nos espera más allá (o tal vez más acá) de ellas.  

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