viernes, 7 de abril de 2017

Lecturas del día, viernes, 7 de abril. Poema "Soneto a la unidad del alma" de Francisco Luis Bernárdez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

Oía la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/.
En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor
 
Poema:
Soneto a la unidad del alma de Francisco Luis Bernárdez
 
Yo que tengo la voz desparramada,
yo que tengo el afecto dividido,
yo que sobre las cosas he vivido
siempre con la memoria derramada;

yo que fui por la tierra desolada,
yo que fui bajo el cielo prometido
con el entendimiento repartido
y con la voluntad multiplicada;

quiero poner ahora la energía
de la memoria, del entendimiento
y de la voluntad en armonía

con la Memoria que no olvida nunca
con el Entendimiento siempre atento
y con la Voluntad que no se trunca. 
 
Breve comentario
 
La ceguera de los judíos no tiene remedio. Ni con el testimonio evidente de las obras del Señor se convencen de que aquél que dice ser Hijo de Dios lo es. Mucho menos entienden la cita que les trae de las Escrituras. El hombre que sigue y cumple la palabra del Padre se hace dios de sí mismo y de su vida, pues participa de la verdad, la vive y la conoce. 
 
Dios, siendo tres Personas, es una unidad perfecta: no hay división ni distancia alguna entre su palabra y sus actos, entre sus intenciones y sus realizaciones, entre su pensamiento y su conocimiento, entre su amor y su verdad. Desgraciadamente, como todos sabemos, los hombres no gozamos de esa coherencia o cohesión ontológica, aunque participamos de ella. Los judíos se consideraban una unidad perfecta en su seguimiento a Dios, y no eran más que, por así decir, una unidad perfecta en la ceguera y el error hacia Dios. 

No nos costaría nada en identificarnos con el retrato que hace el poeta de sí como persona dispersa, poco integrada, incoherente e inconstante, internamente dividido. Nuestra fragilidad de criaturas nos hace implorar al Señor esa solidez que nos falta en su seguimiento, pues nuestras palabras y nuestros actos no suelen corresponder, menos aún el fin de nuestras obras con las motivaciones que las originaron, lo que pensamos con lo que conocemos, ni incluso lo que decimos amar con la verdad de nuestra vida. Como a los judíos que, preocupados en amarse a sí mismos, decían amar a Dios. El poeta, buscando la unidad del alma que le falta ante su dispersión, apela a la unidad del alma divina para lograrlo, con la Memoria que nunca olvida, el Entendimiento que siempre atiende a la verdad del ser, y con su Voluntad inquebrantable. Estos rasgos se distinguen en el Señor en su palabra, en sus actitudes, en sus obras y, en definitiva, en su vida. 
 
Dios quiera y haga posible que durante esta Semana Santa que está a punto de comenzar, sepamos distinguir esta profunda coherencia divina en todos los acontecimientos que vamos a revivir en estos días: el anuncio de la palabra, su entrega en la Pasión y en la crufixión, su muerte y su resurrección. Que así sea. 

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